El Filba dejó La Cumbre tras su mejor edición
Un aspecto notable de la séptima edición del Filba Nacional, que terminó ayer en La Cumbre, fue la confirmación de que la literatura argentina posee una enorme diversidad de estilos narrativos, de temáticas y de estrategias literarias. De las búsquedas de narradores cordobeses como Agustín Ducanto y Martín Cristal a la sabiduría del oficio encarnada en Juan Sasturain y Tununa Mercado, el conjunto abarcó perspectivas tan variadas como la actualización de la literatura fantástica, el bilingüismo en las obras de ficción, la primacía del género de terror entre los jóvenes e incluso las distopías ambientales, como en las novelas de Betina González y María Teresa Andruetto.
Con consignas que fueron de la monstruosidad como factor clave del relato al rescate de la oralidad en ficciones y poemas, la autoficción y el combate con relatos históricos establecidos, la programación del Filba mantuvo bien ocupados a locales y visitantes del pueblo serrano.
"Fue la edición del Filba Nacional con mayor convocatoria de público", dijo Gabriela Adamo, directora de la Fundación Filba, a LA NACION. Más de cuatro mil personas participaron de cursos, mesas de debate y lecturas. El taller de novela de la narradora y poeta cordobesa Eugenia Almeida, que duró de jueves a sábado, completó el cupo pocas horas después de la convocatoria.
El Filba Nacional fue también la ocasión para el retorno de Juan Forn a La Cumbre, después de treinta años. El prestigioso narrador y editor "exiliado" en Villa Gesell fue el centro de atención de los vecinos, muchos de ellos amigos de la adolescencia del autor de Los viernes. El discurso inaugural de Forn en la Sala Ocampo fue una de las instancias más convocantes del Filba, que, como algunas otras, terminaron con escritores y lectores copa de vino tinto en mano.
La noticia inesperada que coronó el encuentro literario de cuatro días fue el dictamen de la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos, que consagró La Cumbre como poblado histórico, en parte debido a la presencia de El Paraíso, la casona de Manuel Mujica Lainez en Cruz Chica. Quizás en involuntario homenaje al escritor que supo escandalizar a sus coquetos vecinos de La Cumbre en años más complicados, la diversidad sexual estuvo bien representada en esta edición del Filba. Manucho había hallado un refugio para su vida privada y pública en la mansión serrana, donde agasajaba a su modo flamboyant a amigos, a artistas argentinos y extranjeros. Más de treinta años después de su muerte, las circunstancias mejoraron y la literatura que se escribe en la Argentina ilumina con precisión y delicadeza otras zonas de la experiencia y la imaginación.