El Museo de Confluencias de Lyon: una nave que viaja por la aventura humana
Imponente, es como un arca con dos millones de objetos de todas las épocas
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LYON.- Contar la aventura humana. Ése es el objetivo que se propone el flamante Museo de Confluencias inaugurado anteayer en la ciudad francesa de Lyon. Un espectacular navío de metal y cristal que parece salido de un film de Star Wars y flotar majestuosamente en la exacta convergencia de los ríos Ródano y Saona.
Los lioneses lo esperaban desde hacía más de 14 años, caracterizados por parálisis, enfrentamientos, dimisiones y multiplicación de presupuestos. Extraño, fascinante, inquietante, el flamante museo es un espacio inundado por la luz, donde se cruzan y confluyen las disciplinas más diversas. "De ahí su nombre", precisó ayer a LA NACION su directora, Helène Lafont-Couturier.
Dos millones de objetos, de los cuales apenas 3000 han sido expuestos, hacen de esta suerte de arca de la humanidad "un granero de infancia, un viaje imaginario", explica Lafont-Couturier.
La deambulación por sus 23.000 metro cuadrados de superficie debería permitir al visitante pensar en el hombre desde sus orígenes hasta lo que podría esperarle en el más allá.
"Este museo tiene la ambición de interrogar el extenso tiempo de la aventura humana. Es un sitio para filosofar, para pensar en el lugar que el hombre ocupa en el universo", agrega.
Para lograr ese objetivo, se hizo la apuesta del eclecticismo: meteoritos, minerales, animales embalsamados, máscaras rituales, dinosaurios, iPhones, cacerolas a presión, sarcófagos? Cuatro exposiciones permanentes, denominadas Orígenes, Sociedades, Especies y Eternidades, dan coherencia al proyecto, que requiere, obligatoriamente, la presencia de un especialista que guíe, de la mano, al visitante.
"Está previsto. Los mediadores estarán aquí, a diario, en las salas para acompañar y explicar", afirma Bruno Jacomy, director científico del museo.
La originalidad del concepto reside, precisamente, en el cruzamiento de disciplinas, épocas y civilizaciones con un hilo conductor, la aventura humana.
Los jóvenes -en particular los niños- serán seguramente cautivados por esta inédita aplicación del "story telling" en la museología. Una escenografía teatral que -entre otras maravillas- les permitirá tocar un fémur de dinosaurio, un cráneo de rinoceronte e incluso un meteorito que escapó de la atracción terrestre y aterrizó -un poco derretido, es verdad- en el desierto de Omán, donde fue hallado en 2008. También podrán acariciar el objeto más antiguo que la mano del hombre pueda tocar: polvo de estrellas, anterior a nuestro sistema solar.
Museos de otra galaxia
La imponente arquitectura, firmada por la agencia austríaca Coop Himmelb(l)au, se declina en tres partes denominadas "zócalo", "cristal" y "nube": 35 toneladas de peso, 180 metros de largo, 90 de ancho y 45 de alto. Escaleras y corredores amplios como rutas, dos auditorios para 324 y 118 personas, restaurantes y una terraza para admirar la fabulosa vista sobre ambos ríos.
Imponente proeza de la ingeniería, el edificio sigue la tendencia de los nuevos museos de fines del siglo XX y comienzos del XXI: la Fundación Louis Vuitton en París, el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona o el Maxxi en Roma. En todas ellas el envoltorio es desmesurado con relación a la superficie destinada a las obras. Eso explica los costos con frecuencia desmedidos.
Confluencias no ha sido una excepción: entre 200 y 250 millones de euros. Una exorbitancia, aun cuando todos sepan que la cultura no tiene precio.




