Enrique Medina: “Borges me consiguió trabajo en una librería”
Se presenta un libro de conversaciones con el autor de “Las tumbas”, realizado con el apoyo del Fondo Nacional de las Artes y publicado por la editorial de la Biblioteca Nacional; se puede leer online
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Los homenajes adoptan muchas formas. Este viernes, a las 18.30, en la Sala Augusto Raúl Cortazar de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno (BNMM) se presenta Golpe a golpe, conversaciones con Enrique Medina, de Matías Carnevale (Tandil, 1980), publicado por Ediciones Biblioteca Nacional y que se puede leer online y en forma gratuita en este enlace. Participan Carnevale, que entrevistó al autor de Las tumbas en varias ocasiones, José María Marcos y Enrique Molina. Medina, uno de los escritores más reconocidos en la segunda mitad del siglo pasado, nació el 26 de diciembre de 1937 en Buenos Aires; escribió más de cuarenta libros en una carrera de cinco décadas, algunos de ellos prohibidos durante la última dictadura militar.
Entre otros títulos, se destacan Sólo ángeles (1973), Las hienas (1975), Strip-tease (1976), Perros de la noche (1978), Las muecas del miedo (1982), Gatica (1991), El escritor, el amor y la muerte (1999), El Fiera, el pibe y los otros (2010) y Sinfonía infernal (2019). Su debut literario, con la exitosa y autobiográfica novela Las tumbas (1972), retrata la vida de chicos y adolescentes en reformatorios e internados. Ese libro, como otros suyos y de otros, estuvo “reverendamente prohibido” en los años de dictadura. Para ganarse la vida, trabajó como titiritero, peón, camarógrafo en Canal 11, docente y periodista.

“Trabajé en Coca-Cola, en Jabón Federal, en imprentas, en editoriales -dice Medina a Carnevale-. Ya ni me acuerdo. En esa época era muy fácil encontrar trabajo. Borges me consiguió trabajo en una librería“. El autor de El Aleph también le dio consejos: escribir en cuadernos grandes, “dejando una diferencia de cuatro renglones, para poner todos los adjetivos posibles”, y renovar lo escrito en las reediciones de los libros.
Podría haber sido amigo de Borges, pero una crítica elogiosa sobre la película La intrusa, de Hugo Christensen, basada en el cuento homónimo, lo dejó fuera del ring. “Borges se enojó -recuerda en una de las charlas-. El que me dijo que le pidiera perdón fue Pepe Bianco, el director de Sur, que me quería mucho. Le había gustado muchísimo Las muecas del miedo. Yo escribí la nota sobre la película, a la que el director le da un cariz homosexual porque él era gay. En aquel entonces yo era un revolucionario y apoyé un poco la onda… Pepe Bianco me llamó para cagarme a pedos. Bianco también era homosexual, pero el grupo de amigos de Borges, Mujica Láinez, Mallea, el mismo Bioy, siempre lo cuidaban a él: si alguien escribía algo en contra de Borges, los demás salían en su defensa, sin que Borges se enterara. Bianco me dice: ‘Eso está muy mal. No cabe que insinúes eso’. Siempre tuve una relación muy confusa con Borges, porque en aquel momento yo era un pelotudo de izquierda, muy revolucionario. A él lo teníamos como un baluarte reaccionario, aunque sabíamos de su calidad literaria y de su estatura. Ahora me avergüenzo horrores de todo eso. Yo podría haber sido muy amigo de él. Y yo era un engreído".
Otros grandes escritores, como su admirado Isidoro Blaisten (le recomendó dar talleres de escritura cuando estaba “en la lona”), Antonio Requeni, Manuel Puig (le dio una foto de la actriz estadounidense Rita Hayworth para que usara en la portada de Sólo ángeles, su segunda novela), los hermanos Lamborghini, Pacho O’Donnell y Dalmiro Sáenz, se hicieron amigos de Medina.
“Para mí, la literatura fue como una válvula de escape y un salvavidas que me ayudó a poder ubicarme socialmente en un mundo que, de otro modo, no sé cómo hubiera podido ser. Fundamentalmente, la literatura me dio mucho trabajo pero también me dio mucha felicidad”, admite en diálogo con Carnevale. Las tumbas y Perros de la noche fueron adaptados al cine. Con Manuel Quiñoy, en la década de 1970, creó una editorial. “Hicimos dos o tres libritos. Después se vino la noche negra y a la mierda con todo”, evoca.
“Yo tuve mucho orden en mi vida, así que decidí leer toda la literatura argentina -revela el escritor-. Lo mismo me pasó cuando me decidí a viajar, primero me propuse conocer toda mi Argentina, y la conocí toda. Creo que dentro del canon clásico he leído más o menos todo. Rescato muchas cosas, otras no tanto. Amo muchísimo a Martínez Estrada, que fue uno de los motivos por los que peleamos con Sebreli y no hemos vuelto a ponernos de acuerdo. Leía muchísimo a Quiroga, a quien empecé a leer en la escuela secundaria. Nosotros en las tumbas teníamos una educación muy buena, buenísima. Teníamos lenguaje y leíamos cosas importantes que nos transformaban y nos estimulaban para que siguiéramos ese derrotero".
Por el éxito de sus novelas y libros de cuentos, asistió en la década de 1970 a uno de los programas de Teleonce: Almorfando con la Chona. “En una mesa de invitados que hacía la Chona [Haydée Padilla] imitando a Mirtha Legrand -recuerda-. Yo ya había publicado Las tumbas y me invitaron como escritor, a Luis Sandrini como Luis Sandrini, sentado al lado mío, y a otros varios comensales. Siempre recuerdo que yo tenía en el bolsillo la foto con él de cuando trabajaba de mozo, me saqué una foto en la playa, porque él iba ahí con Malvina Pastorino y sus dos hijas. No me animaba a mostrársela, y la Chona me dice: ‘Pero Enrique, vos no hablás nada’ y me puse a decir pavadas, pero en el fondo yo pensaba que estaba en la televisión y que mi mamá estaba mirando y llorando a lágrima viva. Si yo muestro la foto, pensé, hago un bochorno, me pongo a llorar".
Golpe a golpe fue realizado con el apoyo del Fondo Nacional de las Artes (FNA) y, además de la edición digital, se publicaron ejemplares en papel. Cada uno cuesta $ 22.000.
“Medina fue muy importante para mí cuando estaba terminando la secundaria en 1997, 1998 -dice Carnevale a LA NACION-. Un amigo entonces me pasó para leer Las muecas del miedo, en una época en que se leían mucho las ediciones de Anagrama de Charles Bukowski. También leíamos a los beats como Kerouac y Ginsberg, y con el tiempo me pareció que Medina, a su manera, fue uno. Después seguí con Las tumbas, Strip-tease y otros. En 2017, cuando yo había empezado a colaborar para algunos medios regionales, lo entrevisté para el diario Los Andes, y retomé la lectura de sus obras. En 2021 me postulé a la Beca Creación del FNA, que terminé obteniendo".
Así nació el libro de conversaciones. “Vi que faltaba uno, al igual que faltan un libro de ensayos y una biografía -agrega-. Me basé, salvando las distancias porque Sorrentino es un escritor enorme, en Siete conversaciones con Adolfo Bioy Casares, de Fernando Sorrentino. Completamos las entrevistas en seis encuentros en bares porteños entre 2021 y 2022; yo vivo en Tandil, así que la plata del FNA se desvaneció en el primer o segundo viaje. Después de un largo recorrido por distintas editoriales que rechazaron el proyecto, terminé, muy contento, firmando con la editorial de la Biblioteca Nacional“.
En las charlas, se aborda cronológicamente la obra de Medina. “Empezando con el camino previo a Las tumbas, novela a la que le dedicamos dos sesiones, la vida en los reformatorios, las lecturas que se hicieron de la novela, para seguir con los años ochenta y el retorno a la democracia, el fin de la censura, los noventa con el sida y la exclusión, las adaptaciones de sus libros, el rol de los best sellers, los 2000, las fantasías finiseculares, la cantidad de obras que publicó desde el comienzo de siglo, a razón de una por año; su partida de Galerna, el boxeo, los bares, el grupo Poesía Buenos Aires, algunas referencias al cine argentino y norteamericano", resume.
En la introducción, editores y escritores como Christian Kupchik (que asocia a Medina con Roberto Arlt), Edgardo Scott, Luciana De Mello y Mariano Buscaglia, entre otros, reflexionan sobre “el arco narrativo” de la vida de Medina, que pasó de la popularidad a cierta forma del olvido en el canon literario local.
“Esto es relevante porque Medina pasó de vender decenas de miles de ejemplares a ocupar un lugar más o menos relegado en la escena literaria -concluye Carnevale-. Un docente e investigador de renombre, que no aparece en el libro, me llegó a decir que pensaba que Medina había muerto…”. Sin embargo, como un “grande” de las letras, sigue dispuesto a dar pelea.