Harvard pone bajo sospecha manuscritos atribuidos a Rubén Darío
El caso de los poemas y cartas falsas, que tiene en la mira a la familia de quien fuera el secretario privado del autor nicaragüense, ya suma 900 escritos con incongruencias; la universidad de Arizona es otra damnificada
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Un nuevo capítulo sumó la posible mayor estafa de la historia de la poesía hispanoamericana, con la más grande falsificación de manuscritos, que tiene como protagonista a la figura de Rubén Darío (1867-1916), el poeta nicaragüense que ostenta el estatus de deidad de las letras castellanas en España y en América.
La biblioteca de la Universidad de Harvard confirmó a LA NACION que puso bajo sospecha parte de unos 80 manuscritos atribuidos al poeta, que adquirió en 2008. Integran un total de 900 del llamado “Lote Bermúdez”, que tiene como damnificada también a la Universidad de Arizona, que adquirió otra parte. El caso ubica a estas casas de estudio de prestigio internacional en el centro de un traspié si, como se cree, los documentos comprados de buena fe son en efecto falsos.
“La Biblioteca de Harvard se toma en serio la cuestión de la autenticidad y considera las afirmaciones basadas en evidencia sobre falsificaciones o documentos fraudulentos. En el caso de varios manuscritos de Rubén Darío de la Biblioteca de Harvard, la comunidad académica no ha llegado a un consenso en la afirmación sobre su autenticidad. Revisamos las afirmaciones de inautenticidad esbozadas por el profesor José María Martínez en La página blanca en hora de ensueños: Sobre la autenticidad de los manuscritos de Rubén Darío de Arizona y Harvard, SIGLO DIECINUEVE (Literatura hispánica) (mayo de 2013)”, dijo a LA NACION Tenzin Dickie, responsable del departamento de comunicación de Harvard. Así, la institución se hizo eco de las preocupaciones por “anacronismos” planteados por el catedrático en la mencionada publicación, con una “invitación a la comunidad académica a investigar más a fondo”. Por eso, aclaró Dickie, es que el lote no ha sido apartado, para “garantizar que los usuarios de la biblioteca tengan un conocimiento lo más completo de las colecciones”. “Hasta que los académicos resuelven el asunto hemos agregado una nota a nuestra ayuda de búsqueda de material, que dice: ‘Se han planteado preocupaciones sobre la autenticidad de algunos de estos documentos’”.
El señalado responsable de la venta de esos manuscritos es un arquitecto nicaragüense de 45 años, Raúl Gerardo Bermúdez Balladares. Se dice nieto del controversial Alejandro Bermúdez Núñez, ex secretario de Rubén Darío, cuyo accionar ha sido cuestionado por abandonar enfermo al poeta en Nueva York.
Las sospechas recaen sobre poemas y correspondencia de la época diplomática de Darío, como las que supuestamente envió en 1908 al general José Santos Zelaya, dictador que ejerció la presidencia de Nicaragua, y a Francisca Sánchez, compañera del poeta tras la muerte de su esposa, Rafaela Contreras, y supuestas transcripciones de versos y cartas íntimas a Amado Nervo.
La historia estuvo acallada durante más de una década. Se reavivó hace unos días cuando el diario ABC de España dedicó un informe especial a lo que parece una estafa colosal.
Para Martín Katz Darío, bisnieto del poeta, que vive en Buenos Aires, está claro: “Las cartas son falsas”, dice a LA NACION en un diálogo exclusivo. También cree que Bermúdez Balladares no es el autor de esos textos apócrifos, sino su abuelo.
Dos divinidades académicas estafadas
Los manuscritos que compró la Universidad de Arizona en 2012 estuvieron antes en la casa de subastas española El Remate. Los ofreció Bermúdez Balladares al presentarse como nieto del secretario del poeta. La rematadora emitió un informe que los daba por legítimos, firmado por el perito Javier Varas. En dichos recientes al ABC, Varas no lo recordaba. Antes de la subasta, el nieto los retiró y ofreció a Arizona. Alberto Acereda, entonces profesor, que ya no pertenece a esa universidad, fue el promotor de la compra. A partir de ellos escribió artículos centrados en entrever que el poeta era homosexual y que tenía una relación íntima con Nervo.
José María Martínez, catedrático de Literatura Hispanoamericana de la Universidad Rey Juan Carlos, que intercambió correos con Bermúdez Balladares, afirmó a la prensa: “Los documentos son falsos”. Al principio, dijo, creyó en su autenticidad pues los respaldaba un informe pericial, que defendió en tres artículos. Ahora cree que aquella pericia pudo apoyarse sólo en el análisis de la tinta y el papel, sin considerar el caligráfico.
Para Katz Darío, bisnieto del poeta, los manuscritos “no tienen la letra de Darío”. Son sospechosos por tratarse del período en que el secretario Alejandro Bermúdez “dejó abandonado al poeta a su suerte en Nueva York”. Descendiente por rama materna -su madre era nieta del primer hijo varón del escritor-, Katz Darío explicó a LA NACION que “el secretario había organizado un viaje que incluía un itinerario de conferencias, pese al deseo de Darío de instalarse en la Argentina definitivamente, cerca de la redacción de diario LA NACION, para el que era corresponsal”. Pero al llegar a Nueva York, el poeta enfermó tras componer Pax y el secretario se marchó. Aquejado, Darío viajó a Guatemala, donde estaba su hijo, Rubén Darío Contreras, abuelo de Katz Darío. “Tras el abandono surge el lote Bermúdez”, dice. El bisnieto comparó la caligrafia de su ilustre pariente con manuscritos a los que tiene acceso. Y apela a un razonamiento difícil de replicar. “Las cartas que envió Darío a Zelaya, ¿cómo las tuvo Bermúdez?” ¿Se las pidieron al exdictador?
El arte de dejarse engañar
Una de las supuestas cartas de amor de Darío a Nervo “parece escrita por un adolescente”, observa el escritor Sergio Ramírez. Está fechada el 2 de septiembre de 1908 y el poeta le dice a Nervo: “Mi caro amigo…y más!/poeta y trovador/a ti dedico con ardor/mis minutos de solaz…”. Ramírez analizó ese texto: “Los amores entre dos hombres, famosos en su tiempo, tenían que ser necesariamente clandestinos (pero), llevan no sólo la firma, sino la dirección del remitente, en este caso la calle Serrano 27 de Madrid, siendo entonces Darío embajador de Nicaragua, y Nervo secretario de la legación de México. Nada de seudónimos, nada de iniciales. Nada que se parezca a una conspiración entre amantes”, evaluó para LA NACION Ramírez, parte de la generación de escritores latinoamericanos surgidos tras el boom, reconocido con el Cervantes entre otros importantes premios internacionales de la literatura en español (el Dashiell Hammett en España, el Iberoamericano José Donoso y el Carlos Fuentes, entre otros). “Esas cartas no han sido encontradas en el archivo de Nervo, el destinatario, sino en el del remitente, lo que quiere decir que Darío, más descuidado aún, sacó copia de ellas, y temerario, las guardó; él, el más tímido de los mortales, para que la posteridad supiera de su condición de homosexual”, sumó ironía a su análisis.
Para Ramírez es notable que el exprofesor de la Universidad de Arizona Alberto Acereda -asesor en la compra de esos manuscritos- hiciera uso de ellos para enfocarse en una “primicia”, como la llamó en el Boletín de Estudios Hispánicos que se edita en Londres. La tituló Nuestro más profundo y sublime secreto: los amores transgresores entre Rubén Darío y Amado Nervo. “Su propuesta -dice Ramírez- fue que en base a ese hallazgo, toda la obra de Darío y por tanto la de de Nervo se leyera a la luz de la homosexualidad”. Y agregó Ramírez en comunicación con LA NACION: “Se sabe que para bailar esta clase de tangos se necesitan dos: un ingenuo que se deja timar, y un pícaro que se alza con el botín que cándidamente le entrega el timador”.
El autor de Castigo Divino aclaró que solamente conoce los documentos que el profesor Acereda citó en su ensayo, donde destacaba el “buen estado” de ellos, “gracias al uso de papel grueso y de calidad, perfectamente legibles”. Es decir, analiza, que estamos ante “la obra de un falsificador sin imaginación, que busca imitar la caligrafía de Darío, de sobra conocida, pero no advierte que entonces -cuando se usaba tintero, plumilla de acero y secante-, no se podía escribir sin borrones ni tachaduras” y desestimando “la letra cambiante de una persona que responde a estados de ánimo; angustias de las que Darío vivía lleno, por su calamitosa condición económica y la hiperestesia por su tendencia al alcoholismo”.
La joya de ese lote es la supuesta carta de Darío a Nervo desde Nueva York, el 12 de enero de 1915, un año antes de su muerte en Nicaragua, escrita en papel con membrete del Hotel Astor, donde el escritor se refiere al poema que le envió desde Barcelona en septiembre de 1914,”Ah! Recuerda!”. El poema también está en el archivo comprado por la Universidad de Arizona. Ese manuscrito no lleva ninguna puntuación, pero eso es lo de menos, razona Ramírez. El “andamiaje se derrumba” al encontrar que ese poema es una copia de ”Remember”, composición de adolescencia de Darío, escrito en Managua, antes de su viaje a Chile en 1886, cuando no conocía a Amado Nervo y nunca pudo habérselo dedicado, dice. Y suma: “Los expertos que contrató la Universidad de Arizona antes de resolverse a la compra del tesoro apócrifo solo necesitaban consultar las Poesías Completas de Darío, reunidas por Alfonso Méndez Plancarte y publicadas en sucesivas ediciones por Aguilar en Madrid, donde ‘Remember’ está incluido en ‘Iniciación melódica: vaso de miel y mirra’. El falsificador acaso ignoraba mucho de la vida de Darío: ‘Remember’ tenía ya treinta años de existencia”, señaló Ramírez.
Para Julio Ortega, profesor emérito de Estudios Hispanoamericanos de Brown University, “todas las universidades importantes han sido estafadas por supuestos herederos. Todas buscan atesorar joyas que lucen como tesoros fundacionales. Para evitar la ansiedad cuentan con la biblioteca del escritor o científico, donada o comprada”. Un detalle -verificar la fuente- que algunos han preferido esquivar.
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