Instantáneas. Historias con fantasmas
CONVALECIENTE de los rigores del bisturí y feliz por haberlos dejado atrás, Eduardo Gudiño Kieffer atraviesa las calles alfombradas todavía por las flores ya marchitas del jaracandá. Lleva entre las manos el último libro, de los treinta y tantos que ha publicado y que reúne, bajo el título Diez fantasmas de Buenos Aires , otros tantos cuentos.
-Sí, son fantasmas o podrían serlo. Son los fantasmas que Buenos Aires, por ser muy joven, necesita. Los duendes que la ciudad no tiene.
Nostalgia de la tierra
-A la manera de Mujica Lainez le has dado, en vez de mitos, fantasmas.
-Sí, exactamente, pero mis espectros no van envueltos en sábanas. Son fantasmas de damas con cabeza de pescado o de caballeros excitables y excitados o de unicornio. Hay un fantasma de ángel, otro de diablo, otro de señora con peinetón, hay uno de mazorquero. en fin, van apareciendo según las épocas de la ciudad, desde su primera fundación hasta una relativa actualidad. El primero es el de Ana de Arrieta que vino con Pedro de Mendoza y figura en La Argentina de Barco Centenera. Esta mujer, durante la terrible hambruna, vende su cuerpo por una cabeza de pescado para hacerse un caldo y de ahí arranca el cuento. Como el lugar de la primera fundación es impreciso, el fantasma vaga desde el Riachuelo hasta la Plaza San Martín a ciertas horas de la noche.
-¿Es un fantasma porque ha sido condenada por el juicio divino o porque siente nostalgia de la tierra?
-Todos sienten nostalgia de la tierra. La siente Adelita Lulú, una tonadillera que actuó -era bastante conocida- en el teatro Liceo y que murió en París. Ya muerta, vuelve a Buenos Aires y se pasea por la plaza del Congreso. Adelita Lulú es un fantasma con castañuelas, y el cuento recuerda su terrible historia de amor en la cual sus castañuelas tuvieron un importante papel.
Angeles y demonios
-¿Qué le pasa a tu fantasma mazorquero?
-Bueno, no fue alguien determinado sino uno cualquiera, pero creyó que Rosas era Dios. Va a matar a un unitario en nombre de su Dios, recorre la casa que está vacía -el hombre ha huido-, baja al sótano, encuentra la bodega y se emborracha y entonces ve algo terrible que no te voy a contar para que leas el cuento... El fantasma del diablo aparece en Nochebuena, y el del ángel conserva sólo su cabeza. Todo y todos tienen su fantasma acá o en otra dimensión desconocida intelectualmente por nosotros.
-¿ Creés en fantasmas?
-Nunca vi ninguno, pero tengo tantas ganas de creer en su existencia que es como si creyera. Me gustaría tanto hablar con ellos, que me contaran cosas de otras épocas, de personas que uno ha admirado....
-Sí, podría ser una experiencia pero, como gran cantidad de gente que conocemos, es probable que dijeran muchas pavadas. Eduardo, si pudieras elegir otro destino ¿quién te gustaría o te habría gustado ser?
-Yo mismo y no es por vanidad sino porque no estoy descontento con esto que me ha tocado. Además, viajar por el tiempo y por el espacio sería muy incómodo. Habituarse a otra ropa, mucho más.
-¿Cómo se te ocurrió la idea de un libro de cuentos de fantasmas?
-El día en que en la calle Sarandí vi la cabeza de un ángel en una pared. Pensé en el espectro de ese ángel que contara cómo lo había perdido todo menos su cabeza y los demás cuentos fueron llegando por añadidura y por esa razón, que comentábamos antes, de darle fantasmas a Buenos Aires.
-Eduardo, ¿cómo son tus días?
-La verdad, hago sólo tres cosas: leer, dar clase y escribir. Leer es un vicio, es una pasión, es descubrir tu propio paisaje interior.
Cortázar y Mujica Lainez
-¿Qué escritor argentino está más cerca de tu afecto?
-Cortázar, creo que nos quisimos mucho y Mujica Lainez, este libro es una especie de homenaje que le hago. De los jóvenes, no te puedo nombrar a ninguno porque para querer a los jóvenes tengo a mis hijos que, gracias a Dios, no escriben. De escritores extranjeros que estén cerca de mi corazón no quisiera dar nombres, más bien quisiera citarte libros; por ejemplo: Las mil y una noches , que, además de muy divertido, es un venero inagotable de inspiración. Yo, debo confesarlo, leo mucha poesía cuando puedo leer en el idioma del poeta. La lista sería larga; amo profundamente a Machado, antes de Serrat. Y me gustan los poetas de los cuales puedo sacar algo, que me sugieren cosas; soy un devorador.
-¿Cómo te definirías si te pidieran dos líneas para perpetuarte en una enciclopedia? Gudiño Kieffer, Eduardo:
-Escritor. Vividor sin medios. Hombre feliz con muchas camisas. No muy ansioso ni muy satisfecho. A pesar de todo, aún vive.
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