Inenarrable
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Como congelados en el tiempo, todos aguardan en la penumbra. Se distinguen hombres, una mujer y un niño con su perro. Quietos o en movimiento, todos de pie, se guarecen en la oscuridad, en la seguridad que les brindan las paredes y el techo de la salida de una estación de subterráneo. A excepción de un hombre que se anima a desafiar la luz y mira hacia afuera. Con valentía, observa el cielo, que en ese momento está siendo surcado por misiles rusos. Están en Kiev, en medio de un ataque que dejó tres muertos y una decena de heridos. Uno de los tantos que vienen soportando desde que empezó esta guerra, hace más de un año, que no tiene visos de finalizar. De solo verlos, da pavura imaginar lo que sienten: miedo, desazón, impotencia, hartazgo. Imposible, por más que se intente, ponerse en el lugar de ellos; imposible narrar lo que están viviendo, por más que sepamos que todo remite al horror.
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