La estética neobarroca
Creadores como Barney, Oursler y Marcaccio expresan los síntomas de su época con obras complejas, de desbordes casi teatrales
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Para LA NACION, Buenos Aires, 2008
El primer Barroco, el de Bernini y Borromini, como categoría estética y formal, fue rechazado durante todo el siglo XIX; se continuaba así con el prejuicio emanado del pensamiento académico dieciochesco. Su reivindicación comenzó con las reflexiones de Heinrich Wölfflin, historiador del arte, quien en 1915 propuso un concepto de barroco fuera de la historia, como un principio general cuya alternancia con el clasicismo regía la evolución de los estilos. En la década de 1930, el catalán Eugenio D Ors escribía sobre el reemplazo de la noción de "barroco", como categoría restringida al ámbito de las artes plásticas, por la de "lo barroco", entendida como categoría filosófica o constante histórica, contrapuesta a "lo clásico".
Hacia mediados de los años ochenta del siglo XX, nuevamente "lo barroco" volvió a estar en cuestión, en coincidencia con el fin de la modernidad (y con las discusiones sobre la posmodernidad). En esos años muchos autores, entre ellos Severo Sarduy, Gilles Deleuze, Paul Virilio, Francisco Jarauta, Christine Buci-Glucksmann y Jean Baudrillard, al definir la cultura contemporánea, utilizaban con frecuencia los términos "barroco y "neobarroco". Pero fue Omar Calabrese quien publicó, en 1987, un libro sobre esa cuestión que gozó de singular fortuna: La era neobarroca .
Para el teórico italiano, más que un período histórico, lo barroco es una cualidad formal de los objetos que lo expresan. Es una condición estética caracterizada por la pérdida de la integridad, de la globalidad, de la sistematización ordenada (tres valores que representan lo clásico). En otros términos, se trata de un tipo de arte que trabaja en el límite de las cosas, en las proximidades del exceso.
En el contexto de la práctica artística, la condición neobarroca se manifiesta en la obra de Bill Viola, Fabián Marcaccio, Matthew Barney, Fiona Rae, Franz Ackerman, Jake & Dinos Chapman, Jan Fabre y Tony Oursler. La nómina puede prolongarse.
Matthew Barney (San Francisco, 1967) es el artista que despertó mayor atención internacional con sus videoinstalaciones plenas de exploraciones sobre la identidad masculina. Los cinco films /videos de largo metraje, titulados de manera genérica Cremaster , en los que el artista asume diversos papeles, están llenos de hadas, sátiros, androides y criaturas míticas, con vestimentas extrañas, que actúan en escenarios insólitos. Todo es barroco, los maquillajes, las prótesis, las imágenes cinematográficas fantásticas y las esculturas híbridas de silicona. En estos films aparecen obsesivamente ciertos temas: el cuerpo, los fluidos corporales, la ambivalencia del tercer sexo, el travestismo, la androginia, el atletismo y la alquimia.
Por su parte, Tony Oursler (Nueva York, 1957) realiza unas videoesculturas afectadas por una "desarticulación esquizofrénica" muy neobarroca. Estos trabajos, siempre irreverentes y plenos de humor, están creados a partir de la proyección de videos con rostros humanos (actores profesionales) sobre muñecos de trapo, almohadones y esferas de vidrio. Los monigotes, con caras distorsionadas, hablan y hablan (las voces salen de altavoces) con tono penetrante; chillan o piden auxilio en medio de las escenas teatrales que mezclan el humor negro y el surrealismo. En ocasiones, los maniquíes aparecen torturados con sillas, colchones y maletas que aprisionan sus cabezas. El contexto, que no deja de ser siniestro, recuerda los viejos films baratos de terror.
En la Documenta de Kassel (2002), Fabián Marcaccio (Rosario, 1963), otro artista en cuya obra se manifiesta la condición neobarroca, presentó con el título Multiple Sites Paintants una instalación pictórica de 3 por 70 metros, con forma ondulada. Podía recorrerse por delante y por detrás. Estaba realizada sobre tela con tintas para publicidad, siliconas, resinas, óleo y madera. Muchas de las imágenes de esa especie de collage -manifestaciones políticas, guerras, personajes- habían sido tomadas de Internet.
Sin duda, valen como ejemplo las prácticas neobarrocas de Barney, de Oursler y de Marcaccio. En sus obras existe un común aire de época caracterizado por la pérdida de la integridad, de la globalidad y de la sistematización ordenada, típicas de la modernidad (cuando se creía en el progreso, en que se marchaba hacia algún sitio). No hay ejes ni simetrías; en los trabajos de estos artistas predominan la inestabilidad, la polidimensionalidad y la mutabilidad.




