
La mirada del curador
Las salas de la Fundación Proa reciben en estos días una muestra que es un viaje en el tiempo y en el espacio. Obras de cinco siglos dialogan sin respetar geografías, técnicas y soportes. Allí están el hongo atómico de León Ferrari, la Marilyn intervenida con cocaína por Hélio Oiticica y el retrato baleado de Oscar Bony, que en nuestra portada enfrenta la imagen del papa Inocencio I atribuida a Velázquez.
La fórmula del contrapunto elegida por el curador Giacinto Di Pietrantonio tiene mucho de provocación. En otro contexto, los cuadros clásicos se asocian a vecinos imprevisibles, como la instalación de Ernesto Neto o la fotografía con backlight de Jerry Wall, y disparan un nuevo registro perceptivo.
Esta inédita narrativa es un paseo obligado por la historia del arte, con saltos acrobáticos que van de Morandi a Casoratti, de Julian Schnabel a Tintoretto, pensados para derribar los preconceptos pertrechados a menudo en las siempre relativas categorías de estilos y escuelas.
Finalmente, la visita patentiza la hipótesis del texto de Georges Didi-Huberman, incluido en el catálogo como un cuaderno de bitácora. Sostiene Huberman que "ante una imagen tenemos humildemente que reconocer que probablemente ella nos sobrevivirá, que ante ella somos el elemento frágil, que esa imagen tiene más memoria y porvenir que el ser que la mira".
Y, en efecto, las regordetas madonnas, tan resistentes al paso de los siglos, nos miran beatíficas al lado del retrato de una anoréxica contemporánea en su lecho de muerte. Nunca como en este caso resulta tan clara la tarea del curador que resignifica cada una de las piezas por su ubicación en el recorrido, pensado como módulos asociados con las ideas de poder, vida, muerte, amor, odio, cotidiano, cuerpo y mente. Se trata de un relato azaroso, hilvanado con los cuadros "textuales" de Ben Vautier. Esas caligrafías reconocibles son como las piedras en el cuento de Hansel y Gretel; evitan que perdamos el rumbo en el laberinto visual.
El tiempo del arte es también una celebración del primer aniversario del nuevo edificio de Proa y coincide con un momento de creciente interés del gran público por la oferta del arte, expresado en la masiva concurrencia de casi medio millón de personas a la convocatoria de La Noche de los Museos el sábado 14. La muestra se completa con el programa de visitas guiadas, feliz iniciativa que garantiza la función didáctica que toda institución cultural debe tener. Giacinto Di Pietratonio pensó esta muestra según el modelo de las grandes exposiciones universales, con obras de la Accademia Carrara y de la Galleria d´ Arte Moderna e Contemporanea, ambas de Bérgamo, a las que se sumaron piezas de las colecciones Eduardo Costantini, Juan y Pat Vergez, Ignacio Liprandi y Jorge y Marion Helft, entre otros.
Enriquecida por la selección de arte latinoamericano, la exposición El tiempo del arte es analizada en las páginas siguientes por Mercedes Casanegra y Ángel Navarro. Adriana Rosenberg y Giacinto Di Pietrantonio aportan su personal punto de vista.
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