La noche que el Colón abrió sus puertas
Veinte años habían transcurrido antes de que el Teatro Colón, el nuevo Colón como se lo llamaba entonces, abriera sus puertas el 25 de mayo de 1908. Atrás quedaba el local de lo que había sido la estación del Parque, del Ferrocarril Oeste, y una interminable historia de avances y retrocesos para hacer realidad esa nueva sala de ópera en esta Buenos Aires próspera, abierta a la inmigración, que miraba al futuro con ilimitado optimismo.
No cuesta mucho imaginar que lo más importante en la primera década de nuestro Teatro Colón, la que va de 1908 a 1917, es la propia inauguración del suntuoso edificio. Era el punto de partida de una historia de gloria, de triunfos, también de fracasos y frustraciones, de consagración de creadores, cantantes, bailarines, directores de orquesta, directores de escena, escenógrafos. Aquella noche quedaba para siempre grabada en los diarios de la época. "Grandes cortinados y alfombras punzó –señala una crónica– cubrían las paredes y las escalinatas de mármol del hall de acceso, mientras plantas y colgaduras producían un hermoso conjunto. Como se esperaba al Presidente de la República, una doble fila de granaderos hacía calle desde la entrada (...)."
Y el Presidente, José Figueroa Alcorta, estuvo, claro. Sólo que el espectáculo (Aida de Verdi), fue preparado con excesiva premura y la crítica de entonces se quejó.
Es cierto, cuando el Colón abrió sus puertas ya Buenos Aires contaba con una gran experiencia lírica de varias décadas, con temporadas de alta jerarquía en cuanto a elencos y espectáculos, como lo fueron las de los teatros de la Opera, el de mayor prestigio, Politeama (que había competido con el "viejo" Colón), Odeón y el más reciente, el Coliseo, inaugurado en 1907 con deslumbrantes luminarias del canto. De manera que entró en el ruedo como un teatro lírico más, sólo que provisto de una espectacularidad edilicia que deslumbra desde hace un siglo.
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Entre 1908, el año del estreno de Aurora de Panizza, y 1917, hubo gran número de novedades líricas. Y si alguna bomba, causada por la violencia anarquista, puso un dato en la temporada 1910, lo cierto es que en aquella primera década se escuchó a algunos de los grandes cantantes del mundo, muchos de los cuales ya transitaban los otros centros líricos de la ciudad, como Chaliapin, Ruffo, Schipa, Galeffi, Caruso, Dalla Rizza, María Barrientos, la argentina Hina Spani, Ninon Vallin, mientras Camille Saint-Saëns dirigía su Samson et Dalila, por vez primera cantada en su original francés. Toscanini, de quien se recordaban memorables actuaciones en el Teatro de la Opera, dirigió en el Colón una sola temporada, la de 1912. Gloriosa, claro, justamente por su presencia. El Colón ascendió con él su primer escalón hacia la gloria.







