La variedad hace el gusto
Un recorrido por galerías de Buenos Aires permite comprobar la amplia oferta artística de la ciudad donde nacieron Verónica Di Toro, Estanislao Florido y Luis Terán, tres jóvenes con obras muy distintas
Podría ser Nueva York. Con rincones como el Pasaje Tres Sargentos, donde un bar despliega sus mesas sobre la calle adoquinada, a la vuelta de una iglesia y de edificios míticos como el Kavanagh, Buenos Aires no tiene nada que envidiarle a la gran capital del arte. La variedad -casi inabordable- de su oferta creativa se comprueba al recorrer las muestras de Verónica Di Toro, Estanislao Florido y Luis Terán; artistas de la misma generación -los tres nacieron a mediados de los años 70- con obras muy distintas, que reflejan un mercado abierto a cualquier tipo de expresión.
Aunque nada indica que haya una galería a la altura 359 del Pasaje Tres Sargentos, donde una puerta de hierro y vidrio sólo deja ver una escalera que solía conducir a la marquería de Jorge Lumi, estamos ante uno de los espacios de mayor impacto del circuito: el que dirige Alberto Sendrós. Eso demostró en la última edición de arteBA, cuando sorprendió con un stand de dimensiones considerables y obras calidad museo de Feliciano Centurión, Liliana Maresca y Omar Schiliro.
A la muestra que realizó aquí Diego Bianchi en 2006, cuando transformó la escalera en una rampa y había que trepar al primer piso con una soga, hoy se la cita en las clases de arte contemporáneo. Ahora es el turno de Verónica Di Toro (Buenos Aires, 1974), que también llamó la atención en arteBA´10, cuando una de sus pinturas geométricas fue elegida por Chandon y se consagró como la primera compra de la feria.
Vale la pena vivir la experiencia casi psicodélica de pararse en medio de la galería y dejarse marear por las líneas diagonales y los colores estridentes de las obras exhibidas. Una de ellas está reproducida en los afiches que pueden tomarse del suelo al mejor estilo Féliz González-Torres, el fallecido artista cubano que se consagró en la Gran Manzana.
Caminamos unas pocas cuadras hasta llegar a la Fundación Klemm, en Marcelo T. de Alvear y Florida, donde presenta su producción reciente Estanislao Florido (Buenos Aires, 1977). Es una instalación que recorre la historia del arte como si fuera una película dividida en partes; en cada una hay obras de la colección Klemm y un fragmento de video, protagonizado por una pareja de testigos anónimos, que da movimiento a dichas obras. Hay múltiples maneras de abordar el conjunto, curado por Victoria Verlichak y diseñado en forma circular para que el espectador construya su propia historia, sin principio ni final.
Es una oportunidad única de admirar de cerca trabajos de René Magritte, Giorgio De Chirico, Victor Vasarely, Xul Solar, Roberto Aizenberg, que integran la colección de 300 piezas reunidas por el inolvidable Federico Klemm, a quien se rinde homenaje en estos días con una muestra inaugurada anteayer en las dos sedes del museo Castagnino+macro de Rosario. Hipnotiza observar cómo las estructuras diseñadas por estos grandes maestros se derrumban en los frágiles mundos creados por Florido. No hay indicios de qué vendrá después.
Una posible respuesta aguarda en una galería de Palermo. Dabbah Torrejón exhibe esculturas de Luis Terán (Buenos Aires, 1977), que el año pasado fue convocado por Hermès para exponer en las Liat Towers de Singapur y este año participa de la Beca Kuitca. Como demuestra el tronco de madera envuelto en latón dorado que ilustra la invitación de la exposición, Terán retoma la pasión de Liliana Maresca por darles nueva identidad a los objetos cotidianos. Podría ser Nueva York.
© LA NACION
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