
Las huellas del artista secreto
La Fundación Alon rinde un merecido homenaje al pintor santiagueño Ramón Gómez Cornet, que apunta a repensar la construcción de la identidad argentina
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Empeños y acordes no concertados han trazado armonías imprevistas en este Bicentenario de la Revolución de Mayo. Una trama y un relato ocultos se hacen visibles, audibles, casi al término del año de la efemérides. La muestra de Fundación Alon, dedicada a Ramón Gómez Cornet, pintor santiagueño y universal, curada y acompañada por un texto de Ana Canakis, da broche virtuoso y sensible a la conmemoración maya, que apela a repensar la construcción de la identidad argentina y su proyección a futuro.
Ramón Gómez Cornet eleva, desde la obra, la imagen icónica, un monumento poético que no necesita de palabrerías. Es el imperio del lenguaje plástico, la epifanía que compendia razones, visibilidades, artesanía y profundo compromiso amoroso con la condición humana.
Fue precoz y alcanzó tempranamente el reconocimiento de colegas y críticos. Fue admirado por las generaciones posteriores y artistas de la talla de Raúl Russo, Carlos Torrallardona, la ignorada Dora Cifone, Aída Carballo, Zdravko Ducmelic inocularon en sus alumnos de las escuelas de Bellas Artes el culto al artista secreto, Ramón Gómez Cornet. Y hay quien recuerda el estremecimiento provocado en la adolescencia por sus dibujos, esas epifanías trazadas con grafito sobre papeles tan trémulos como la condición de sus anónimos protagonistas, los changos santiagueños. Fue en la Sala II de la mítica galería Van Riel de la calle Florida. Y como postre, en la Sala V, Carlos Alonso mostraba su serie del circo. La alelada espectadora ignoraba que maestro y discípulo convivían bajo el mismo techo, como otrora lo hicieron en la Universidad de Tucumán. Y hoy, desde la escultura, Juan Carlos Distéfano da nueva andadura a La Urpila , la palomita torcaz, tan entrañable, concebida por Gómez Cornet en 1946. Este óleo y el autorretrato de 1921 son los ejes conceptuales sentados por la curadora Ana Canakis.
La hondura de Gómez Cornet testimonia en cada obra. Pero es conveniente contextualizar a la elección del maestro santiagueño nacido el 1 de marzo de 1898, fecha que coincide con la generación de poetas españoles que descubrieron, en otros yermos y secanos paupérrimos, la grandeza de Castilla, próxima al lejano esplendor santiagueño, sede del más puro quechua imperial y primera exportadora de textiles y tasajos. Esas glorias de antaño dan rescoldo a la infancia palpitante y a las flores, también anónimas, a las que Gómez Cornet nombró con su obra.
Gómez Cornet (1898-1964) se formó en Buenos Aires, Luján y Córdoba. Siendo aún adolescente viajó a Europa en condición de cónsul, cargo gestionado por su padre, a la sazón ministro del gobierno de Hipólito Yrigoyen. Corría 1917 y en Barcelona, proa cultural, conoció museos y frecuentó protagonistas y tertulias que alternaban el modernismo catalán y los franceses que, como Sonia Terk y Robert Delaunay, se refugiaban de la intemperie de la Primera Guerra Mundial.
Muy joven, Gómez Cornet hizo su periplo europeo. Con treinta años, en condición de canciller y cónsul, recorrió Italia, Francia, Holanda. Sin desatender sus cargos, agotó museos, galerías, tertulias y cenáculos vanguardistas. Regresó a Buenos Aires en 1921 y expuso en el salón Chandelier su Autorretrato con los ojos blancos . Se muestra frontal, sin idealización complaciente, sobre un fondo pautado por verticales y retículas abstractas. Y, para pasmo, los ojos, la mirada, son elipses blancas, sin iris ni pupila, hueros. ¿Señalan, tal vez, la interioridad de la imagen?
No hay registro de la reacción producida por esta muestra que antecedió en tres años el escándalo y los pugilatos suscitados por la presentación de Emilio Pettoruti y de la que salió indemne, solapado, Xul Solar, ambos cofrades del cubismo. Sólo la intervención del presidente radical Marcelo T. de Alvear, inspirado tal vez por su musa Regina Pacini, los salvó de la vindicta ignara . Pero el precursor Gómez Cornet ya se había internado tierra adentro, alma adentro, hasta la entraña misma del arte. Cada una de las obras que integran la muestra alega la grandeza del maestro. Sus protagonistas son changos y changuitas santiagueñas trazadas o pintadas con sencillez engañosa. No hay artificio ni regodeo ostentoso. Sobre formatos reducidos, estos rostros de niños mestizos, criollos, interpelan nuestra pupila y otros entresijos más hondos. Imágenes palpitantes que actúan, sin resaltes estentóreos, desde la majestad ínsita en los retratos del arte copto de los primitivos italianos o románicos españoles. En esa cantera en la que abrevaron las vanguardias europeas del siglo XX, Ramón Gómez Cornet hizo su viaje entrañable.
Ficha. Ramón Gómez Cornet , dibujos y pinturas, en la Fundación Alon (Viamonte 1465, piso 10), hasta el 5 de diciembre. Curada por Ana Canakis y auspiciada por Jacobo Fiterman. Entrada libre y gratuita
ADNGOMEZCORNET
Santiago del Estero, 1989
Buenos Aires, 1964
Se formó en el país y se perfeccionó en Europa; allí desempeñó tareas diplomáticas de alto rango. Al regreso expuso en Buenos Aires, donde la crítica ponderó el valor de su obra. Integró cátedras de la Universidad de Cuyo y de Tucumán. Obtuvo premios nacionales y provinciales y el reconocimiento de críticos, académicos y colegas




