Le Parc en Córdoba
La original producción del artista cinético fue elegida para inaugurar las salas de la sede mediterránea del Museo Nacional de Bellas Artes.
Muy cerca del centro de la ciudad, en un recodo del río Suquía, funcionó durante medio siglo el Mercado de Abasto. Con sus barracas y horarios insólitos, fue zona roja y brava, como Les Halles de París y el Abasto porteño. Ahora, también le llega el momento de la transformación. Su futuro será la cultura. Por acuerdo del intendente Germán Kammerath y el director del Museo Nacional de Bellas Artes, Jorge Glusberg, uno de los galpones se transformaráá en la filial Córdoba del museo.
En un mes, un ejército de municipales y estudiantes de arte le dio al lugar la primera lavada de cara financiada con fondos privados. En el día fijado para inaugurar la retrospectiva de Le Parc y la muestra de tapices de Marta, su mujer, acudió un público heterogéneo: corbatas burocráticas, camperas manchadas al óleo, señoras elegantes y curiosos surtidos.
Uno de los objetivos de estos "megaeventos" es reunir multitudes. El dato no es frívolo en este caso; tiene importancia urbanística. En la zona del nuevo museo confluyen una avenida céntrica y el Suquía, al que los cordobeses le dan la espalda. La iniciativa cultural podría abrir definitivamente el eje del río. En Córdoba, hace furor la tendencia de usar las artes visuales como punta de lanza del urbanismo: al proyecto que comentamos se suman la remodelación del Mercado Sur (a cargo de Clorindo Testa), la transformación en sala de arte del Hall Central del Pabellón Argentina de la Ciudad Universitaria y el reciclado del Palacio Ferreyra. El pasado industrial de la ciudad, rica en grandes construcciones céntricas abandonadas, tienta a los arquitectos.
La luz quiere moverse
Julio Le Parc no había mostrado en Córdoba. Muchos no lo conocían bien. Cuando las obras tuvieron la palabra, se notó en la mirada de todos los espectadores el entusiasmo de la revelación.
Este artista no quiere tener una marca registrada. Pudo apoltronarse en sus móviles que tanta aceptación tuvieron en el mercado, limitarse sólo a esas obras que piden a gritos arquitectura y grandes espacios, y que tanto se lucieron en su albergue cordobés. Prefirió, en cambio, investigar en varias direcciones, incluso grabados y pequeños formatos.
En su carrera brilla el premio de la Bienal de Venecia, en 1966. Pero no todas fueron rosas. Una juventud dura y pobre, alejado de su familia, comprometida políticamente, pero que se las ingenió para recibir las influencias de Fontana y el movimiento concreto argentino.
Llegó a París en 1958; fue uno de los fundadores del Grupo de Investigaciones Visuales, que se disolvió una década más tarde, en el año del Mayo francés. Conoció las polémicas internas y las persecuciones externas. Le fue negado el ingreso en Estados Unidos y Francia (ambos países lo invitaron después). Se vio envuelto en la "guerra del óleo" que entablaron estos dos países por el liderazgo en la plástica de Occidente.
Cuando recibió el premio en la Bienal de Venecia, en el pabellón estadounidense se mostraban obras de Lichtenstein, Olitski, Kelly y Frankenthaler. El premio fue interpretado maliciosamente como una bofetada a las tendencias norteamericanas de esos años.
Algunos críticos enfrentaron pop y cinético con pop y expresionismo abstracto. La recepción amplia y favorable del público, tanto de las tendencias europeas en Estados Unidos como de las norteamericanas en Europa, zanjó la cuestión.
Hoy resplandece con claridad el aporte de Le Parc a líneas estéticas fundamentales del siglo XX.
Los penetrables como antecedentes de las instalaciones; el conceptualismo se anuncia en la desmaterialización de obras que Le Parc hizo con puro movimiento y luz; la confluencia arte-moda se anticipa en la influencia que tuvo sobre el primer Paco Rabanne; la participación irrestricta del espectador en la serie "Sala de juegos"...
Una muestra que nos reconforta con la idea de que el arte del veinte no ha sido tan desconcertante, que sus mejores artistas siguieron líneas claras; que alguna crítica oscureció el campo; y que el tiempo está esclareciéndolo hasta que recupere la sólida sencillez que tuvo en los orígenes, en la mente de sus creadores.