Murió el artista Héctor Giuffré, alumno de Quinquela y maestro del realismo
Esta mañana, en la ciudad de Chicago, donde vivía desde la década de 1980 junto con su esposa, murió el pintor argentino Héctor Giuffré. Había nacido el 5 de agosto de 1944 en Buenos Aires y sus inicios en la pintura se remontan a un mítico encuentro que tuvo con Benito Quinquela Martín cuando era un niño. En una salida escolar, de visita al taller del artista en La Boca, Giuffré le confió a Quinquela que dibujaba y que quería pintar. El consejo del maestro fue sencillo: tenía que tomar clases y jamás renunciar a su amor por la pintura. Eso hizo Giuffré desde entonces.
Luego de su formación durante la adolescencia con el pintor Mateo Mollo, concurrió a los talleres de la Asociación Estímulo de Bellas Artes y estudió pintura a la tinta aguada con Jiro Mizutani. Mientras cursaba las carreras de Economía y Filosofía en la Universidad de Buenos Aires, asistía a cursos de la Escuela Superior de Bellas Artes Ernesto de la Cárcova. A partir de 1964, comenzó a exponer con regularidad sus grandes pinturas realistas, en las que aparecían personajes argentinos y rioplatenses en escenarios suburbanos o rurales. Muy joven, Giuffré se cruzó con una práctica que signó su pintura: la fotografía. "Me interesó la fotografía desde la infancia. Tuve el privilegio de vivir esos años en que la obra de los artistas nucleados en el Foto Club Buenos Aires estaba consolidada y en plena ebullición. Guardo de entonces, como recuerdo, una reliquia, una pequeña fotografía con la dedicatoria de Grete Stern, la gran fotógrafa que hizo época en el Museo Nacional de Bellas Artes", le contó el artista a la historiadora del arte e investigadora María José Herrera.
Al calor de una práctica que desde la década de 1960 se asoció a la reflexión escrita, Giuffré publicó varios manifiestos realistas: De la íntima estructura de lo real (1968), Manifiesto de los pintores libres (1973), Hacia un realismo estructural (1975), Lineamientos del realismo estructural (1976), El realismo en que creo (1976), Realismo estructural como posibilidad de ser de la pintura (1978) y Manifiesto realista y relacional (1984). "Ha sido común señalar a los realismos en arte como reaccionarios. Es un error que ocurre en el marco de cierta concepción lineal e idealista del devenir de los movimientos y escuelas de las diversas artes, error que, en nuestro tiempo, parece haberse iniciado a principios del siglo XX con la irrupción del Modernismo con raíces en Kandinsky y toda esa parte de la escuela rusa que se unió a la promesa de la Revolución de Octubre", escribió en Autobiografía, un texto que dio a conocer en 2014 y que, por su valor, debería publicarse en el país.
A partir de la década de 1970, comenzó a pintar una serie de retratos de personas del mundo del arte, como otros artistas, críticos y escritores. Ángel Bonomini, Raúl Santana, Rafael Squirru e Ignacio Pirovano, entre otros "árbitros del gusto", posaron para él. La crítica Gabriela Naso señaló que las relaciones entre los objetos, su representación pictórica y el artista son centrales en la concepción teórica y filosófica que Giuffré tuvo sobre el acto de pintar. Para él, la pintura era un medio de conocimiento del mundo.
Participó de numerosas muestras individuales y colectivas en Buenos Aires, Bogotá, Medellín, Nueva York, Chicago y Ciudad de México, y sus obras forman parte de gran cantidad de instituciones y colecciones públicas, entre ellos el Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y el Museo Provincial de Bellas Artes "Rosa Galisteo de Rodríguez". Su última gran exposición en el país tuvo lugar en el Museo de Arte Tigre, en 2016, durante la gestión de María José Herrera , de la que quedó como documento un valioso catálogo. Al cuidado de Mariana Marchesi, La realidad de la pintura reunió ceca de treinta obras, muchas de ellas retratos de personajes o "arquetipos", como él los llamaba.
Para explicar ese concepto de la filosofía platónica aplicado al arte, Giuffré se refirió así a su célebre retrato del sindicalista metalúrgico José Ignacio Rucci, La peinada. En esa obra se aprecia a un hombre joven en el gesto del "compadrito porteño", peinándose ante el espejo. "Me surgió esa imagen de lo que habría hecho la víctima exactamente momentos antes de salir de su casa, en cuya puerta fue emboscado y la pinté utilizando como modelo a un amigo que se parecía bastante al sindicalista", contó el artista. Esa confluencia de la historia argentina y las formas de representación pictóricas eran habituales en su obra.
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