Murió ayer la escritora María Esther de Miguel
Fue una gran difusora en el país de la novela histórica
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Un canto a la esperanza, que supo transmitir tanto en sus obras como en su personalidad, cálida y transparente, caracterizó la vida de María Esther de Miguel, escritora de reconocida trayectoria, fallecida de cáncer ayer en esta ciudad. Tenía 77 años.
Su figura menuda, de ojos expresivos, y su estilo narrativo llano, coloquial, en el que no faltaban un lenguaje vivaz y muestras de agudo ingenio, cautivaron a los lectores, que la consagraron como una de las voces literarias femeninas con público propio.
Muchas de sus obras, ambientadas en momentos significativos de la vida argentina, contribuyeron a consolidar en el país el género de la novela histórica.
María Esther de Miguel recorrió el mundo y conoció la fama. Pero, fiel a sus raíces, nunca abandonó su tierra natal ni las profundas enseñanzas de su familia.
Había nacido en Larroque, provincia de Entre Ríos, el 1° de noviembre de 1925. Hija de padre español, encargado de la usina de esa ciudad, y madre entrerriana surgida de una colonia judía, era la mayor de cuatro hermanos. Estudió en Entre Ríos, donde recibió una formación laica. Dejada atrás la adolescencia, se acercó al catolicismo y fue maestra rural. Dejó testimonios de esa experiencia en su primera novela, "La hora undécima" (1961), premiada por Emecé.
Instalada en Buenos Aires, a los 25 años sintió vocación religiosa e ingresó como laica consagrada en la Compañía de San Pablo, donde fortaleció su profunda espiritualidad y cultivó su pasión por las letras. Mientras tanto, continuó sus estudios en el Instituto Grafotécnico y siguió la carrera de letras en la Universidad de Buenos Aires.
En la propia congregación religiosa dirigió la revista Señales, una publicación cultural católica. Ella le dio una orientación más literaria y abrió sus páginas a escritores de distintas tendencias y convicciones, como Jorge Luis Borges, José Bianco, Humberto Constantini, Abelardo Castillo, Dalmiro Sáenz, Federico Peltzer y el autor chileno José Donoso, entre otros. Condujo la publicación desde 1957 hasta 1964, año en que se retiró de la Compañía de San Pablo.
Un cuento por correo
Antes de su primera novela, escribió cuentos, uno de los cuales, "La foto", fue publicado en LA NACION, luego de que la autora lo enviara por correo, sin conocerla, a la directora del Suplemento Literario, Margarita Abella Caprile. Fue el comienzo de una extendida relación con el diario, donde colaboró a lo largo de 40 años. Una serie de cuentos, "Los que comimos a Solís" (1965), fue editada por Losada.
A este libro siguieron "En el otro tablero" (cuentos) y las novelas "Calamares en su tinta" y "Puebloamérica" (1973), basado en sus charlas con el padre Carlos Mugica y reeditado en 1998 por Planeta, con el título "Violentos jardines de América".
A partir de 1980 llegaron las producciones literarias que le dieron mayor notoriedad. Ese año escribió "Espejos y daguerrotipos", galardonado con el Premio Municipal de Literatura, y más tarde "Jaque a Paysandú" (1984), con el que inició la serie de novelas históricas. En 1991 escribió una biografía de Norah Lange.
Comenzó a aparecer en las listas de best seller con "La amante del restaurador" (1993), galardonado con el Premio Nacional de Literatura, y fortaleció la adhesión de los lectores con "Las batallas secretas de Belgrano" (1995). Su consagración llegó con "El general, el pintor y la dama" (1996), distinguida con el premio Planeta de novela y que lleva vendidos más de 150.000 ejemplares en varias ediciones. Sus últimas novelas fueron "Un dandy en la corte del rey Alfonso" (1999) y "El Palacio de los Patos" (2001).
Para las próximas semanas, la editorial Planeta tenía previsto el lanzamiento de "Ayer, hoy y todavía", su última obra, concebida a modo de memorias, donde la autora agrupa recuerdos de su vida a través de temas y lugares. Repasa, así, anécdotas de su llegada a Buenos Aires, sus viajes, su paso por la comunidad religiosa, los cafés, entre otras escenas de su vida.
En julio de 1998 donó la casa que había adquirido con esfuerzo en Larroque, donde atesoraba libros y recuerdos, a la municipalidad local, que la convirtió en centro cultural.
Identificada con la promoción de la cultura como motor de desarrollo de los pueblos, disfrutaba del contacto directo con sus lectores y todos los años participaba con entusiasmo en la organización de la Feria del Libro. Fue directora del Fondo Nacional de las Artes.
Enfermedad
Víctima de cáncer, María Esther de Miguel estaba internada en el Instituto Argentino de Diagnóstico y Tratamiento. En los últimos años, mientras el país atravesaba su crisis más profunda y ella luchaba con su enfermedad, fueron incesantes sus llamados a la esperanza
En diciembre de 2001 -diez días antes de la caída de De la Rúa- animó a una "esperanza activa y positiva", y a no quedarse con los brazos cruzados.
En mayo último, un día antes de la asunción del nuevo gobierno, escribió en LA NACION el artículo "El tambor de la patria", en el que invitaba a todos a participar de la reconstrucción del país y exhortaba a "la búsqueda del bien común, que no es noticia ajena sino prioridad".
Estaba casada con el editor Andrés Bravo, con quien formó un hogar lleno de felicidad.
El dolor de su desaparición se puso de manifiesto anoche, en una misa celebrada en la parroquia de la Merced. Hoy sus restos serán conducidos a Larroque, donde serán sepultados.
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