Murió el prestigioso arquitecto Rafael Viñoly: del edificio de ATC y el puente de Laguna Garzón a la torre más alta de occidente y el Forum de Tokio
El uruguayo, formado en la Universidad de Buenos Aires, residía en Nueva York, donde funciona el importante estudio que desarrolló obras en todo el mundo; tenía 78 años
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Detallista, excéntrico, talentoso y respetado por colegas de diferentes generaciones murió ayer como consecuencia de una aneurisma mientras trabajaba en su estudio de Nueva York, el arquitecto uruguayo Rafael Viñoly. Formado en la Universidad de Buenos Aires (FADU-UBA), a la que recientemente donó el diseño del extraordinario pabellón Cero + Infinito, su reconocimiento internacional tuvo como puntapié el Forum Internacional de Tokio, un complejo de 145.000 metros cuadrados considerado por muchos como el centro cultural de referencia de ese país asiático.
Montevideano, diseñador en su país natal del Aeropuerto de Carrasco, el edificio Acqua de Punta del Este y el Puente de la Laguna Garzón, entre otros, tenía 78 años. Fue socio, en la década del 70, del estudio que conformaban Flora Manteola, Javier Sanchez Gómez, Josefina Santos y Justo Solsona. “Llegó al estudio cuando era alumno del taller de Jujo Solsona. El último diseño de la carrera lo rindió en forma libre, y aprobó con 10. Era distinto. Un docente nato. Y tenía tenía un magnetismo único que imponía respeto en sus clientes”, dice conmovido el arquitecto Carlos Sallaberry, director del estudio de Viñoly en América Latina.
En la Argentina, el Museo Fortabat, el edificio Plaza Alemania y Argentina Televisora Color (ATC) tienen su sello. En el resto del mundo, su nombre se lee en centros culturales, estadios, edificios de viviendas, universidades, centros de salud y aeropuertos: Kimmel Centre for Performing Arts de Pennsylvania, River campus de la Universidad Rockefeller, torre 432 Park de New York, Battersea Power Station de Londres, torre Samsung en Seúl, Mina Zayed en Abu Dhabi son sólo algunos de los proyectos creados por el estudio que fundó en la Gran Manzana, y que tiene oficinas en Londres, Manchester, Abu Dhabi, Buenos Aires, Chicago y Palo Alto.
“No esperaba de ninguna manera esta noticia sobre Rafael. La tomé como esas ideas geniales de él, como un viaje. Decidió viajar y se fue -dice Justo Solsona, uno de sus maestro y colega, de 91 años-. Un tipo brillante como artista, era músico, dibujaba bien, fue mi alumno. Cuando trabajaba con nosotros y decidió irse me pareció natural. Se había terminado ATC. Argentina desde entonces no ha cambiando y él aspiraba a mucho más. Y entonces lo vimos colocando un edificio al borde del Támesis. Y no es que me guste el edificio, lo que me gusta es que lo haya podido hacer”.
La obsesión de Viñoly por la calidad no era negociable. Si algo no le gustaba se ponía irónico, atrevido. Sin embargo, sus amigos cercanos hablan de una manera particular de cultivar la complicidad, de ser cálido, de acompañar y hasta de pedir opiniones sobre sus diseños con gran humildad, esperando la aprobación de sus más queridos. “Era sensacional, inteligente como pocos. Una de esas personas que tienen una fuerza de la naturaleza especial. Un hombre con múltiples talentos, y en constante búsqueda”, cuenta su amigo y arquitecto Guillermo Neuman.
Melómano indiscutido, admiraba a Daniel Barenboim y compraba los mejores pianos. Hasta pensó en que debía haber sido pianista. “Todo tenía que ser lo mejor en su vida. Y así era también como arquitecto: un hombre que marcó hitos”, agrega Neuman.
Aunque está entre sus creaciones menos conocidas, Viñoly también diseñó un piano, junto con el maestro Chris Maene. El Maene-Viñoly Concert Grand “tiene un teclado ergonómicamente curvo del instrumento, que coincide con el movimiento natural de los brazos de un pianista girando desde los hombros y facilita tocar sin esfuerzo en todos los registros”, dice un comunicado de la casa Maene.
Para los más jóvenes, la de Viñoly es “la figura del arquitecto experiente, triunfante en el exterior, alguien que miramos con gran respeto. En él se combinan la capacidad para entender el juego en las grandes ligas con el buen gusto, el rigor, la propuesta estética, el posicionamiento urbano -opina el arquitecto Mauricio López, cofundador de MAPA, estudio que reúne a una generación uruguaya con trayectoria y proyección internacional-. Cuando uno ve la torre en Central Park, más allá de lo que se la critica, ve un proyecto de gran sobriedad. Viñoly es un clásico. El hombre con sus varios pares de lentes, una personalidad avasallante, un conocimiento muy profundo de la disciplina, del arte, y una formación muy exquisita”.
“Era firme en su manejo con el cliente, tenía un modo particular de decir que no. Sabía explicarlo, quizá por esa veneración que tuvo siempre por la docencia y por la universidad pública -retoma Sallaberry-. Transmitía bien lo que pensaba, con un claridad sobre lo que era posible hacer, algo que demostró en la obra que donó a la UBA, en la que supo resolver y hacer con los recursos disponibles”.
No exenta de polémicas (como las que generaron el proyecto para la construcción de un nuevo edificio en el predio del exhotel casino de San Rafael, en Punta del Este, o las demandas por el funcionamiento de la torre 432 Park, en Nueva York) su obra arquitectónica no puede escindirse de esa condición de gestor de proyectos.
“Te guste o no, en él hay rigor, hay propuesta estética. Construyó ciudad y construyó arquitectura. Con todo lo controversial, para las nuevas generaciones todavía encerraba la figura del arquitecto-artista”, define Mauricio López.
Y agrega Solsona que “las ponderaciones empalagan. Pero digamos que Rafael era un intelectual completo. Me gustaría mucho saber si estaba contento en este último tiempo en el que no nos vimos. Ojalá que sí”.
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