La casa natal del artista holandés, en Amersfoort, recrea su estudio parisino y ofrece una experiencia 3D sobre su vida en Nueva York
Con su aspecto medieval casi intacto, cuando era un importante centro de industria textil y alojaba varias fábricas de cerveza, la ciudad holandesa de Amersfoort guarda un secreto. Un túnel del tiempo ubicado en esa casa frente al canal, donde nació en 1872 y vivió hasta el fin de esa década uno de los artistas más relevantes del siglo XX. La austera fachada engaña: hace pensar que el museo dedicado a Piet Mondrian será otro más dedicado a exhibir antiguos objetos personales. Nada más lejos.
Sí, ahí están, por ejemplo, la cuna y los anteojos de uno de los pioneros del arte abstracto, que llegaría a influir sobre diversos movimientos y disciplinas. También la clásica línea de tiempo y sus primeras obras, menos conocidas. Pero ése es apenas el comienzo de un viaje que transporta al visitante hasta París y Nueva York, con ambientaciones inmersivas que integran diseño, música y videoarte.
En un edificio pequeño, las tecnologías del nuevo milenio permiten que Mondriaanhuis tenga todo lo que se espera de un museo del siglo XXI. "Somos diseñadores de experiencias, creando mundos asombrosos para gente curiosa -dice el grupo holandés Tinker, responsable del proyecto, que comenzó a trabajar con Inteligencia Artificial hace casi tres décadas-. Diseñamos y construimos espacios narrativos. Historias vibrantes que atraen, inspiran e incluso transforman a visitantes de todas las edades".
Nada de eso se anticipa en la planta baja, destinada al café y la tienda de merchandising, espacios habituales en cualquier museo del mundo. La primera sorpresa llega en la sala que aloja sus pinturas figurativas, de colores sombríos, muy distintas de la vibrante Broadway Boogie Woogie que pertenece al Museo de Arte Moderno de Nueva York. "Lo genial de trabajar en una institución como esta es que si querés incluir un Mondrian, sólo tenés que pedirlo", dijo el año pasado a LA NACION la argentina Inés Katzenstein, curadora de arte latinoamericano del MoMA, frente a esa pieza incluida en la muestra Sur moderno: los caminos de la abstracción.
¿Quién era Mondrian? ¿Un hombre austero, sencillo como su obra? ¿Un ermitaño, solitario en su estudio? ¿O más bien un ávido bailarín, siempre en movimiento?
Mucho antes de convertirse en "un Mondrian" codiciado, que llegaría a influir también sobre la arquitectura, la moda y el diseño, el trabajo del artista consistía en paisajes, naturalezas muertas y retratos. Por ejemplo el que realizó en 1901 por encargo de su amigo y mecenas, el comerciante de café Cees Bergman, como regalo de boda para su futura esposa. Hasta fin de año se exhibe también en el museo, dentro del programa de muestras temporarias.
"¿Quién era Mondrian? ¿Un hombre austero, sencillo como su obra? ¿Un ermitaño, solitario en su estudio? ¿O más bien un ávido bailarín, siempre en movimiento? ¿Un mujeriego, fácilmente atraído por mujeres jóvenes? -son las preguntas que plantea el sitio mondriaanhuis.nl-. Circulan varias versiones sobre la personalidad del artista. Vivió una vida de contrastes. Mondriaanhuis muestra muchas de sus facetas".
Uno de esos principales contrastes llegó en 1911 cuando se mudó a París, donde realizó experimentaciones cubistas y decidió quitarle una "a" a su apellido de nacimiento: Mondriaan. El comienzo de la Primera Guerra Mundial lo sorprendió durante una visita a Holanda, y lo forzó a quedarse allí hasta 1918. Entonces conoció a Theo van Doesburg, colega con el que fundaría De Stijl (El estilo), periódico en el que publicó su teoría del "neoplasticismo". Devenido movimiento, reunió a artistas y arquitectos que abogaron por la búsqueda de la armonía universal a través de la abstracción y las formas esenciales: apelaron a una gama de colores primarios, junto con el blanco, el negro y el gris, y simplificaron las composiciones a una grilla de líneas verticales y horizontales. Confiaban así en la creación de un nuevo orden para la era de posguerra, que integraría arte y vida.
Con esa sólida base Mondrian regresó a París, para iniciar otra importante etapa de su carrera. Muchas de sus composiciones abstractas más célebres fueron creadas entre 1921 y 1936 en su pequeño estudio de la 26 Rue du Départ, diseñado con las mismas formas y colores de sus pinturas, y recreado en tamaño real en el museo de Amersfoort. La experiencia de haber viajado en el espacio y el tiempo en cuestión de segundos se vuelve aún más real cuando el visitante se enfrenta con la proyección de la figura del artista interpretada por el arquitecto Bob Kauffmann, autor de esta cuidada reconstrucción.
Y hay más. Lo que espera en otra sala es una videoinstalación que parece una obra de arte en sí misma. Montada con trece pantallas de alta definición, colocadas en orden vertical y horizontal entre líneas negras como lo hubiera hecho Mondrian, permite ver un show de cinco minutos sobre la transformación gradual de la producción del artista. En un efecto hipnótico, unas pantallas se encienden mientras otras se apagan, para luego iluminarse todas a la vez y volver a comenzar de nuevo al ritmo de piezas de grandes músicos como Ludwig van Beethoven, Maurice Ravel, Igor Stravinsky, Claude Debussy o Duke Ellington.
El vínculo de la obra de Mondrian en el jazz se hace aún más evidente en el último piso, donde espera el clímax del recorrido. Una sala que aloja un cubo gigante como una tela de pintura en 3D, sobre la que se presenta mediante la técnica del mapping una síntesis de su vida en Nueva York mientras suena Pinto Mondern, pieza compuesta especialmente por Ivo Witteveen para Mondriaanhuis. Y también de la búsqueda artística que según el museo lo llevó a su "obra maestra absoluta": el Victory Boogie Woogie. Una pintura iniciada en forma paralela a Broadway Boogie-Woogie (1942-43), que aún no había terminado cuando murió en 1944 y que desde 1998 integra la colección del Museo Municipal de La Haya.
Liberadas de la grilla de líneas negras, ambas están compuestas por pequeños cuadrados de color que producen una vibración óptica, y parecen moverse sobre la tela como si fuera una pieza de blues. Y tal vez lo sean. "Esto es una partitura", opina el pianista y compositor Jason Moran en un video del MoMA dedicado a Broadway Boogie-Woogie, en el que "interpreta" la pintura en el piano. "El Boogie-Woogie es un blues -explica-. Los más cool es lo que hace la mano izquierda: lo que parece ser la parte boogie de la pintura son los cuadrados más pequeños, que se despliegan sobre la tela de izquierda a derecha, y la mano derecha serían los más grandes. Es una conversación entre ambas manos sobre cómo perforar el espacio blanco".
Imposibilitado de exhibir esas grandes obras, el pequeño museo de Amersfoort se las ingenió para incluirlas de una manera innovadora. Hizo realidad aquella ilusión de movimiento hasta desplegar las formas coloridas por toda la sala, en una experiencia envolvente que fascina a grandes y chicos. Para estos últimos hay, además, un espacio destinado a talleres educativos. El combo perfecto para un programa familiar, que permite integrar arte y vida.
Para saber más
"Pinturas como esta, y la música que documenta, son un sendero para darme cuenta de que hay una salida. Todos los buenos artistas nos han mostrado formas de salir", dice el compositor Jason Moran en un video producido por el MoMA (moma.org/collection/works/78682), donde interpreta al piano la pintura Broadway Boogie Woogie. Otros videos permiten recorrer el interior de la casa natal del artista, en Amersfoort, en tinker.nl/projecten/mondriaanhuis y en mondriaanhuis.nl/nl/doe-mondriaan/te-zien/de-wereld-van-piet-mondriaan.
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