
Un bastión de libertad
JUEGOS INOCENTES, JUEGOS TERRIBLES Por Graciela Scheines (Eudeba)-158 páginas-($ 15)
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EN la trayectoria de la autora de Juegos inocentes, juegos terribles , que obtuvo el Premio Ensayo 1977 del Fondo Nacional de las Artes, el tema del juego tiene un lugar privilegiado. Graciela Scheines se doctoró en la UBA con su tesis Fenomenología del juego , y al menos dos de sus obras publicadas, Juguetes y jugadores (1981) y Los juegos en la vida cotidiana (1985) giran en torno al tema.
En estos momentos en que el juego es tema de simposios y congresos internacionales, la autora busca recuperar su auténtico sentido, su esencia ontológica y existencial: "Jugando nos relacionamos con el ser, con la vida y la muerte, el más allá y el más acá, lo visible y lo invisible [...] Restauramos los lazos entre uno y el universo, entre uno y los otros". Con ese norte inicia el periplo de este ensayo, del que se van desprendiendo múltiples unidades temáticas, que van desde las que definen, en general, el juego mismo (el "campo" de juego, las "reglas" que fundan un orden, etc.) hasta las variantes de juego típicas de nuestro cono sur (la fiesta del fútbol, los juguetes del tango), pasando por la violencia lúdica, por los juguetes y su representación en el cine (los juguetes del futuro, los muñecos del terror), y por el juego en la literatura. Cuatro de los últimos capítulos del libro están dedicados a Calvino, Bioy Casares, Cortázar y Kundera.
Múltiples son los temas, y múltiples las referencias del ensayo, que convoca a filósofos, antropólogos y escritores en un vasto tejido intertextual de citas, epígrafes, notas y alusiones. Scheines basa su argumentación, también, en la experiencia personal de la infancia (la suya propia, la de Alberto Laiseca), en su experiencia como observadora, en el cine y en los cuentos infantiles. El resultado es un tablero bien nutrido de ideas, del que es imposible dar cuenta en estas escasas líneas. Sí es posible señalar una de ellas: el verdadero juego es un bastión de libertad, la libertad que le permite al niño -en principio- sustraerse por un tiempo al estado de total dependencia en que se encuentra. Dos formas de libertad hay en el juego: "la absoluta (que se ejerce en el momento de tomar la decisión de jugar) y la condicionada por las reglas mientras jugamos". Cuando el orden del juego es reemplazado por la orden autoritaria, cuando la libertad está condicionada por el terror y no por las reglas, estamos en presencia de un "antimodelo" del juego. Scheines lo ejemplifica con "El juego de cróquet de la Reina" (cap. VIII de Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas ), en el que ve la parodia de un modelo político y social, y critica además la animación autoritaria de los talleres lúdicos o de las fiestas infantiles.
La libertad del juego supone el ejercicio de un sujeto activo: no es lo mismo "jugar" que "ser juguete". Somos juguetes de la diosa Fortuna cuando apostamos en los juegos de azar. Somos juguetes de otras fuerzas, y de otro modo, cuando participamos en un juego cuya finalidad es la "domesticación". La "fiesta del fútbol", con sus desbordes, es un recurso del establishment "para domesticarte mejor" (para encauzar la agresividad que podría dar lugar a lo que la autora llama "espíritu guerrero"), y múltiples técnicas lúdicas se aplican en todos los terrenos, actualmente, para "domesticar" a quienes supuestamente juegan, para hacerlos encajar en los moldes del sistema. El juego, que es pariente del "hacer inútil" y del "perdedero de tiempo", se vuelve un instrumento eficaz para ganar tiempo y experiencia, para "entrenar ejecutivos, planear estrategias de mercado, políticas y diplomáticas" y, especialmente, "para encauzar a los infantes dentro del sistema de la vida adulta". Entre otros temas, la crítica de Scheines a la utilización de técnicas lúdicas en la enseñanza y su enfoque de la "violencia lúdica" pueden dar lugar a la polémica. La posibilidad de despertar polémicas es un rasgo que hace a un buen ensayo. Otro, que en este caso merece ser destacado, es la escritura misma. Las frases de Scheines, sintéticas, cortas y ágiles, apuestan frecuentemente a la definición ( "Jugar es apropiarse de un territorio y convertirlo en campo de juego"), y se encadenan a veces ("El juego es pura apariencia. Se juega con lo que aparece."), de tal suerte que el lector puede detenerse en cada punto, para pensar como lo hace un jugador de ajedrez antes de mover su pieza.
Para leer, como para jugar, es preciso "abrir un agujero en el Orden del Mundo, recortar un espacio y meterse adentro". Quien se "meta adentro" de este ensayo, al volver al "Orden del Mundo", habrá aprendido algo más sobre el tema, se habrá puesto de acuerdo con la autora o habrá entrado en polémica con ella. Pero seguramente no se habrá aburrido.
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