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Ali y Trump, el campeón fallecido y el candidato racista
El candidato le organizó al campeón una fiesta de cumpleaños para quinientas personas. El candidato fue luego el gran invitado a una cena de homenaje al campeón. Fue también la figura central en una gala benéfica para su centro de Parkinson en Phoenix. Y el campeón asistió después a la fiesta de la última boda del candidato. El candidato racista y el campeón fallecido que fue símbolo en la lucha por la igualdad fueron grandes amigos. En sus tiempos de oro, el boxeador, que creció negro y discriminado en su natal Louisville, tuvo opiniones más incendiarias que Trump. "Una mujer blanca que se acuesta con un negro –llegó a decir- debe morir". Tenía 22 años. Tan duro, que se animó también a decirle no a la Guerra de Vietnam. Vivió negro y murió negro, pero con el tiempo renunció a los radicalismos. "Un hombre que ve el mundo a los 50 igual que a los 20 ha perdido 30 años de su vida", dijo una vez. Trump, en cambio, creció cómodo en Nueva York, con los privilegios del poder. Hoy no puede excusarse en la juventud. Cumplirá 70 años el martes. Está en campaña. Pero no se anuncia su presencia el viernes en Louisville en el funeral de su amigo. Habrá demasiados demócratas. Demasiados negros. Demasiados musulmanes.
El primer contrapunto de la amistad entre el negro musulmán y el candidato racista se produjo en diciembre pasado, después de un ataque de extremistas islámicos en San Bernardino, California, que provocó catorce muertes. "Hay que prohibir el ingreso de islámicos en Estados Unidos", clamó Trump. Musulmanes estadounidenses, replicó Obama, son "nuestros amigos, vecinos, héroes deportivos". "¿De qué deporte habla? ¿De quiénes?", subió la apuesta Trump. "Yo –intervino finalmente Alí con un mensaje público- soy musulmán y no hay nada islámico en haber matado gente inocente…Un verdadero musulmán sabe que la violencia absurda de los jihadistas va en contra de las creencias de nuestra religión". Y agregó: "nuestros líderes políticos deberían usar su posición para traer entendimiento acerca del Islam". Trump dijo que no se sintió aludido porque su nombre no aparecía en el comunicado. Y Bob Gunnell, vocero de la familia Alí, aclaró que el mensaje era para los jihadistas, no para Trump. El Alí de la vejez, sin voz pública por el Parkinson, habló siempre a través de terceros. Cuidó siempre su rol de Embajador de la Paz. La prensa que lo odió en los ’60 pasó a tratarlo como un santo.
Alí ya había explicitado claramente su postura antiviolencia el mismo día del ataque de 2001 a las Torres Gemelas. "Son racistas fanáticos que se hacen llamar musulmanes. El Islam -le dijo a Howard Bingham, amigo y biógrafo- es una religión de paz, no promueve el terrorismo ni el asesinato". Y remató: "ríos, estanques, lagos y arroyos tienen diferentes nombres, pero todos contienen agua. Las religiones tienen diferentes nombres, pero todas tienen verdad". El niño Cassius Clay preguntaba a su madre por qué Jesús y todos los santos eran blancos. Tenía 14 años y se impresionó en 1955 con los fotos que mostraban desfigurado a Emmet Till, un adolescente de su edad, brutalmente asesinado, baleado en la cabeza y arrojado a un río, acusado de habérsele insinuado a una joven blanca. En los Juegos de Roma 60, Cassius defendió a Estados Unidos ante las preguntas de un periodista soviético. Volvió campeón, pero otra vez fue discriminado en su propio barrio. "The Olympic Nigger", como le decían, no podía siquiera entrar a restaurantes de blancos. Su ira en aquellos tiempos de pura violencia y de Ku Klux Klan encontró refugio en el discurso radical y separatista de La Nación del Islam. Se distanció de Malcolm X y Martin Luther King llegó a llamarlo "campeón de la segregación racial". Muhammad Alí, como exigió ser llamado, pronunció en 1964 su frase célebre: "Seré lo que yo quiera ser, no lo que ustedes quieren que yo sea". Hay que leer en estos días los foros en los diarios. Miles y miles que recuerdan el gesto siguiente que a ellos y a sus padres los hizo dignos: su renunciamiento histórico a combatir en Vietnam.
Trump tampoco fue a Vietnam. Cadete en una prestigiosa academia militar de Queens, buen deportista según fotos de la época, el niño acomodado invocó en un certificado médico un espolón que, supuestamente, le impedía realizar actividades físicas exigentes. Años después expresó su oposición a la guerra. Hoy quiere construir muros, expulsar inmigrantes, prohibir a musulmanes y jugar a la guerra. Todo, dice, para que Estados Unidos recupere la "grandeza perdida". Tan incendiario que hasta el golf, que lo tiene como uno de sus principales financistas, decidió darle la espalda. El PGA Tour anunció días atrás que el World Golf Championship no sólo dejará de jugarse en el Trump Doral de Miami. Sino que, además, se mudará a partir de 2017 a México. El otro gran deporte de Trump es el boxeo y el que sí lo votará es el otro campeón pesado, musulmán y negro más célebre después de Alí, Mike Tyson. "El Islam comenzó a fascinarme a partir de ver a los musulmanes en prisión", cuenta Tyson en su autobiografía (Toda la verdad). Fue primero violento con quienes no compartían su religión. Investigó y entendió al Islam como "amor, paz y sumisión", que no quiere decir "débil", sino "humilde". Eso sí, no cree en un "cielo" donde sólo haya musulmanes. En todo caso, señala, preferiría ir al "infierno" si allí estarán también sus amigos. Y, aunque Trump haya pedido prohibir el ingreso de musulmanes al país, votará al magnate. "Soy un negro hijo de puta del lugar más pobre del país. Lo conozco desde 1986 por mis peleas en sus hoteles y lo votaré. Somos una misma persona. Y puedo hacer que veinte mil personas voten por él".
Como Alí, también Estados Unidos puede cambiar. Una encuesta reciente publicada por The Washington Post estableció que nueve de cada diez estadounidenses no consideran ofensivo que el popular equipo de football americano de la capital mantenga su nombre histórico de Redskin. Poblaciones indias, periodistas célebres y hasta el propio Obama pidieron que se cambie un nombre que recuerda una masacre. Es el mismo equipo que en 1962 fue el último en aceptar jugadores negros. Justo los años en que el entonces Clay comenzaba a decir que ser negro era ser bello. "Dark Gable", se llamaba a sí mismo con su humor eterno. Años en los que en Miami, donde ya se había radicado, estaba de moda un medicamento para blanquearse la piel, según recordó Ferdie Pacheco, su médico histórico, que tuvo que ir a sacarlo de una cárcel, porque un policía lo había detenido simplemente por el color de su piel. En Miami comenzó a fascinarse con los sermones de Elija Muhammad, de La Nación del Islam. "Clay –afirmó días atrás el Miami Herald- nació en Louisville, pero Muhammad Alí nació en Miami". Nació también el gran promotor de sus peleas. El poeta. El niño que hacía trucos de magia a los niños. El rey del carisma. El bailarín que ganaba a los noqueadores. El hombre que ofrecía conciertos, no peleas.
La ceremonia del viernes será presidida por el imán Zaid Shakir. Portarán el ferétro, entre otros, Ibn Alí y Komawi Alí, familiares del campeón. Hablará Bill Clinton. Fue invitado Obama. Irá Greg Fischer. Es el alcalde demócrata de Louisville. Días atrás, anunció su decisión de remover un monumento que homenajea a los soldados de la Confederación y que lleva 120 años en el campus de la Universidad. "Representa la esclavitud y el racismo". Los reclamos para remover el monumento crecieron tras la masacre del 17 de junio de 2015, cuando un joven blanco de 21 años, en medio de gritos racistas ("violan a nuestras mujeres, se apoderan de nuestro país"), mató a nueve personas en una iglesia metodista de Charleston, Carolina del Sur, que fue clave en la lucha por los derechos civiles en los ’60. Una campaña pide ahora que, en el lugar del monumento Confederado se erija una estatua de Alí. "El boxeo –escribió una vez Joyce Carol Oates- no es una metáfora de la vida. La vida es una metáfora del boxeo". Un político local pidió a la justicia que frene todo. Se llama Everett Corley. "No podemos borrar la historia derribando monumentos. Eso –afirma- lo hacen los talibanes". Corley, claro, pide a sus seguidores que voten por Trump. Uno de los tantos foristas que lo apoya escribe: "Más allá de sus opiniones políticas, Alí, al menos era estadounidense. Barack Hussein (por Obama) es un extranjero que se hace pasar por un estadounidense".
efm/jt
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