Godoy Cruz-River. Marcelo Gallardo le encontró el interés al torneo local: un tubo de ensayo con táctica y nombres fuera de órbita
River es el club más ganador en el fútbol doméstico. Es su marca registrada, lo que exhibe la leyenda. Sin embargo, el último certamen local que consagró a la entidad millonaria tuvo lugar hace demasiado tiempo, si se espía su grandeza: el Torneo Final de 2014, con Ramón Díaz como entrenador, terminó en una vuelta olímpica que resultó un canto a la emoción, porque el gigante había dejado atrás su etapa más oscura.
Marcelo Gallardo no sólo cambió la tónica: se convirtió en el entrenador millonario más influyente de la historia con diversos títulos internacionales, algunos conseguidos luego de superar a Boca, el rival de siempre. Más allá de que el DT levantó la Copa Argentina (un lauro que exhibe por triplicado), la liga local es una cuenta pendiente.
El asunto, en realidad, es otro: qué relevancia le da Gallardo –con un plantel curtido en batallas internacionales– a este experimento, la Copa Liga Profesional. La problemática va más allá de pretender jugar en su sofisticada sede de entrenamiento y concentración, el River Camp, de Ezeiza.
Mucho más que triunfos. Mucho más que un DT. ¡Feliz Día, Muñeco! [R]#DíaDelDT [R] pic.twitter.com/JBzOa9dUA8&— River Plate (@RiverPlate) November 13, 2020
Una sombra frente a Banfield (perdió por 3 a 1) y una inquietud ante Rosario Central (se impuso por 2 a 1) le abrieron secuelas al entrenador, siempre ocupado por aumentar la excelencia. En este tiempo, la preocupación es mayor: se trata de transformar una formación apagada, lineal, carente del colmillo competitivo que casi siempre tuvo, sobre todo en las pruebas en el exterior. La ausencia de los caciques que andan dando vueltas en los seleccionados por las eliminatorias (Franco Armani, Gonzalo Montiel, Robert Rojas, Paulo Díaz y Nicolás De La Cruz, el único que mantiene su nivel) les abre el juego a la hipótesis, a los cambios de nombres, a la transformación de la táctica.
Al fin de cuentas, el DT le encontró el interés a una competencia a la que suele poner en duda, por los indescifrables manejos de la AFA y, ahora, de la Liga Profesional. Le sirve como tubo de ensayo, como una prueba piloto rumbo a lo que más lo interesa, la Copa Libertadores.
Paranaense será el rival en los octavos de final. Primero, en Brasil, el martes 24, y luego, en Avellaneda, el 1º de diciembre. Más allá de que River es superior en dos premisas decisivas del juego –nombres e ideas–, su rendimiento actual es tan bajo que cualquier adversario entonado le provoca cosquillas que, paradójicamente, le quitan la sonrisa. Por la zona 3 del nuevo certamen, jugará esta noche, a las 21.15 y en Mendoza, contra Godoy Cruz, con nombres propios inesperados y una táctica que abre el debate. Para algunos, es un 5-3-2; para otros, repite la fórmula que le dio más de un dolor de cabeza: 4-3-3. Los ensayos fueron tan intensos y cambiantes que algunos creen que es un moderno 4-1-4-1.
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Sin embargo, lo más llamativo está en algunos protagonistas. Como Enrique Bologna, que vuelve a atajar tras hacerlo por última vez el 4 de marzo, en la derrota por 3-0 en Quito contra Liga por la Copa Libertadores; aquel día el arquero fue expulsado. Como Leonardo Ponzio, titular esta vez luego de siete meses. Y hasta la asombrosa pareja de zagueros, Enzo Pérez-Santiago Sosa, para custodiar al errático Javier Pinola. Todo un tubo de ensayo... profesional.
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