El día que Carlos Bianchi espió detrás de los árboles cómo José Luis Chilavert pateaba tiros libres y lo eligió
Tres veces fue distinguido José Luis Félix Chilavert como el mejor arquero del mundo. En 1995, 97 y 98, el único sudamericano de la historia entre apellidos como los de Dasáyev, Pfaff, Zenga, Schmeichel, Kahn, Barthez, Buffon, Cech, Casillas y Neuer. “Nosotros atajábamos bien, pero tú le diste jerarquía al puesto. Saliste a patear penales y tiros libres, saliste a hacer goles, y ese es el gran sueño de todos los arqueros”, me dijo Dino Zoff, mi ídolo, cuando la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol (IFFHS) me premió por primera vez”, cuenta Chilavert.
En la memoria quedará que rompió el molde. Convirtió 70 goles: 62 en partidos y ocho en definiciones por penal. De tiro libre fueron 17, otros 43 de penal y dos tras rebotes en el penal. Gritó con la selección paraguaya, con Zaragoza, con Racing Estrasburgo, con Peñarol y con Vélez , donde festejó 48.
En aquel partido contra Deportivo Español teníamos que ganar sí o sí si queríamos seguir peleando el título, y en el minuto 92 Bianchi me gritó ‘José, andá a patear vos’
“Siempre me preguntaba: ¿por qué el arquero no puede hacer goles? Si somos 11, un gol del arquero vale lo mismo. Si tiene una virtud para patear penales o tiros libres, ¿por qué no utilizarlo? Pero el DT te tenía que dar la oportunidad y el grupo avalarte, para que no se pusiera celoso ni se sintiera ofendido. Yo tuve el cariño y el respeto de Carlos Bianchi para hacerlo, él me dio esa oportunidad. En aquel partido contra Deportivo Español teníamos que ganar sí o sí si queríamos seguir peleando el título, y en el minuto 92 Bianchi me gritó ‘José, andá a patear vos’. En mi carrera ya había hecho cuatro de penal, pero de tiro libre nunca. ¿Por qué él tomó esa decisión? Porque se escondía detrás de los árboles para espiarme cuando yo me quedaba solo después de las prácticas entrenando los tiros libres. Yo ponía en cada ángulo unos chalecos atados, y agregaba la barrera de hierro… La pelota tenía que entrar por ahí, sacudiendo los chalecos. Pateaba 40 del lado izquierdo, 40 del derecho y 40 del medio. Y después pateaba penales, buscando siempre los postes. Algunos compañeros se iban corriendo, se duchaban, y cuando dejaban el predio me decían ‘José, ¿para qué haces eso? ¡Andá a bañarte, si nunca lo va a hacer en un partido…!’ Uno siempre tiene que estar convencido de lo que hace y perseverar”.
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