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Estudiantes: equilibrio, goles y un entrenador que dignifica su profesión, las virtudes de un equipo que todavía no conoce su techo
El actual Estudiantes tiene rasgos del Estudiantes de siempre, el que hace un culto de la pelota parada, el que posee buenos cabeceadores y defensores fuertes, el que es aguerrido y expone amor propio y orgullo
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25 puntos en 12 partidos. Líder destacado de su zona y ya clasificado para cuartos de final. Una sola derrota en el año. Equipo más goleador del torneo. Los números obligan a quitarse los encasillamientos (saludable y muy recomendable ejercicio) y girar la mirada hacia Estudiantes de La Plata para confirmar aquello que dicen las estadísticas: estamos frente a un conjunto tan interesante como estable, una virtud poco habitual en nuestro fútbol.
A todo hincha le gusta ir a la cancha con la certeza de que se sentirá identificado con lo que le ofrecerán los suyos, y esto va más allá de paladares, historias, tradiciones o estilos de juego. Hoy el simpatizante Pincha disfruta de esa sensación, porque el actual Estudiantes tiene rasgos del Estudiantes de siempre, el que hace un culto de la pelota parada, el que posee buenos cabeceadores y defensores fuertes, el que es aguerrido y expone amor propio y orgullo. Nada de esto garantiza el éxito, pero es sin duda un muy buen punto de partida para subir la tribuna sabiendo que su equipo le discutirá el encuentro al rival de turno, incluso cuando lo componen suplentes y juveniles, como ocurrió el viernes en Santa Fe frente a Colón. No es poco en los tiempos que corren.
Son varios los factores que explican cómo hizo el conjunto platense para alcanzar semejante estatus. El primero se sienta en el banco de suplentes. Ricardo Zielinski me parece un entrenador que dignifica la profesión. Un buen gestor de grupos que genera en el jugador un compromiso extra a partir de ser llano, auténtico, de no tener dobleces. En esta época tan cruel en la que se buscan culpables cuando los resultados no llegan, al técnico Pincha nunca se le escapa una excusa, una declaración que pueda intoxicar el ambiente interno.
Después, solo después, viene el estilo. Desde los prejuicios, a Zielinski se lo cataloga como defensivo, aunque él prefiere hablar de equilibrio, una palabra cuyo significado ha ido deformándose, pero que está en la cabeza de todos los entrenadores del mundo, de Pep Guardiola para abajo.
El Ruso, es verdad, prefiere llegar al equilibrio a partir de una mirada muy precisa sobre el orden defensivo, pero esto no implica ni resignarse ni limitarse solo a la contención. Por algo siempre ha armado equipos consistentes, rendidores, mentalmente duros, que pueden no elaborar demasiado el juego pero poseen variantes para lastimar al adversario. En este caso se agrega la contundencia ofensiva, facilitada por la presencia de un delantero como Mauro Boselli, que no suele desaprovechar las posibilidades que se le presentan; un complemento como Leandro Díaz, capaz de buscarse la vida por su cuenta o acoplarse al resto del equipo; más la dosis de inteligencia e ingenio que aporta Gustavo Del Prete. Puede faltarle el refinamiento de otros equipos, pero ataca, busca, tiene potencia ofensiva... y golea.
En Estudiantes también se dan otros factores que no deben soslayarse, como el clima familiar que se respira en el club. Independientemente del estilo que pregonen, hay entrenadores -también jugadores- que se sienten más cómodos en ámbitos sin el nivel de discordia y ruido que suele rodear a los clubes grandes. Nadie está exento ni de urgencias ni de obligaciones, pero en sitios donde no son desmesuradas resulta más sencillo crear un entorno de bienestar y pertenencia que ayude al trabajo del técnico y le dé un sitio protagónico a futbolistas que en otros lugares cumplen roles secundarios. El caso de Fernando Zuqui, el arquitecto de este equipo, es un buen ejemplo al respecto.
Boselli aporta muchos goles
Estar en el foco tiene sus pros, pero también sus contras: cuando todo es materia de análisis y cuestionamiento, el riesgo de la desestabilización siempre está presente. El actual plantel del Pincha parece estar a salvo de este peligro a favor de la personalidad que brinda un grupo de jugadores con mucho recorrido en sus mochilas.
En el fútbol actual, los técnicos necesitan de un plantel con cierto poder de autogestión. Es imposible que una sola persona sea capaz de responder a todas las exigencias que impone la preparación para competir. Contar con una mayoría de jugadores que ronda o supera los 30 años, que están maduros y son capaces de cooperar en la tarea del director del vestuario allana muchos caminos. De esa manera, los chicos más jóvenes, como Pellegrini, Rogel o Zapiola pueden ocupar el papel que históricamente les cupo a quienes se iban incorporando al equipo de Primera: acompañar a esa base de expertos que deben ser los encargados de asumir las responsabilidades del juego.
El combo completo redondea un equipo cuyo techo es todavía imposible de aventurar. Cuenta con un muy buen técnico que está en el mejor lugar posible para él y con futbolistas fiables que conocen los secretos del juego. Al conjunto de Zielinski todavía lo esperan rivales de mayor jerarquía que lo pondrán a prueba y medirán su verdadero estatus. Solo una cosa es segura: todos ellos se encontrarán con un adversario duro, que dará la cara y le jugará de igual a igual, tal como lo exigen los hinchas y la propia historia de Estudiantes.
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