Froilán Padilla y la medalla que le puede cambiar la vida

RIO DE JANEIRO.- Cuando Germán Muleck atajó el tercer penal, Froilán Padilla se arrodilló en el césped sintético carioca y empezó a llorar. "Coqui" Padilla, como lo apodan, no sólo llora porque los Murciélagos vencieron a China por penales y consiguieron la medalla de bronce en los Juegos Paralímpicos; también lagrimea porque ahora, como medallista en los Juegos, recibirá una gratificación económica, un sueldo hasta Tokio 2020, y tendrá una jubilación a partir de los 40 años.

"Tenía el partido acá y también jugaba sabiendo que con esto va a comer la familia. Yo vivo del fútbol", cuenta Padilla. "Cambié las lágrimas de tristeza por las de alegría. Son totalmente diferentes", dice el futbolista de 37 años, en relación a la semifinal perdida el jueves, frente a Irán.

En Nueva Esperanza, un pueblito ubicado a 200 kilómetros de la capital de Santiago del Estero, Padilla jugaba al fútbol con una pelota hecha de bolsas. Hacían ruido y le permitían tener un mejor sentido de la ubicación en el potrero. Por ese entonces, Padilla sólo veía hasta a un metro de distancia. A los 18 años se quedó ciego a causa de una retinitis pigmentaria. Cuando cumplió 25 años, se alejó de la sobreprotección familiar para irse a Buenos Aires: tenía que conseguir el certificado de discapacidad que le permitiría viajar gratis.

A través de Martín Demonte, DT de los Murciélagos, conocería el fútbol para ciegos. "Cuando me presentaron este tipo de fútbol estaba perdido. Tenía que usar gafas, la pelota tenía sonido, había reglas. Era todo nuevo", le dice "Coqui" a la nacion.

Recién en 2008 conseguiría que le dieran la piecita del barrio de Constitución en la que todavía vive: la comparte junto a su esposa y sus dos hijos. A pesar de recibir el apoyo del Enard y de la Secretaría de Deportes de La Nación, Padilla y su familia no tienen la posibilidad de mudarse a un espacio con mayor intimidad. Ahora, con los beneficios que le otorga la medalla, la situación financiera mejorará.

Padilla y los Murciélagos terminaron invictos en los primeros Juegos Paralímpicos disputados en América del Sur. No recibieron ningún gol en cinco partidos que disputaron: dos victorias y tres empates.