El mejor arranque para Independiente: venció a Brown de Adrogué y sueña con la vuelta
Con goles de Parra y Pisano, ganó 2-1; el Pocho Insúa volvió al Rojo, que le sacó cuatro puntos de diferencia a Crucero del Norte
Ahora que respira aliviado, más firme en los puestos de ascenso, con cuatro puntos de distancia sobre el cuarto, Crucero del Norte, Independiente puede descalzarse las botas de trabajo, las más rústicas, algo torpes y de suela alta. Apenas si le dejan sensibilidad. Se las puso en el entretiempo para aguantar las arremetidas de Brown de Adrogué , que se envalentonó con el bajón físico de un equipo que empezó para la goleada y que terminó con ampollas en las manos. Independiente, hasta entonces, había jugado con zapatillas de ballet: había logrado movimientos sincronizados, elásticos y elegantes; había anotado dos goles, uno de lujo, en apenas 15 minutos y se había presentado como un holgado vencedor... pero la pieza clásica se volvió una percusión de palas y picos. Otra muestra de cómo es la B Nacional .
La función de los Rojos duró hasta que se apagó Insúa . En su vuelta, alcanzó el tope del rendimiento hasta poco después de la media hora. Le siguieron intermitencias y acciones mucho más erráticas. Se volvió atrapante hasta que Pisano, maltratado con foules y agarrones, se mantuvo en la cancha. El chiquitín debió salir después de un pisotón y de un choque con Maidana, cuando ya corría la segunda parte. Se mantuvo sin cortes hasta que Parra tuvo oxígeno para aguantar la pelota y para pelear contra todos. Sólo faltó que Montenegro se encendiera a pleno: los chispazos no fueron suficientes como para que se hiciera notar.
En ese lapso, y pese a que el Ruso Rodríguez salvó dos veces ante Fabro y una ante Aparicio, Independiente hizo una diferencia sustancial en la jerarquía de las definiciones. Primero, Parra, quien se despabiló tras la falla de Echeverría y quien convirtió con un tiro de zurda y esquinado. Después, Pisano, quien le dio el toque final a la gran obra de Pocho Insúa: corrida, caño, gambeta y asistencia. Estuvo cerca del tercero con un taco de Insúa en el que se demoró Montenegro y con un pelotazo de Rolfi a Pisano, cuyo remate salió muy cerca. El sistema 4-2-3-1 de De Felippe funcionaba a la perfección. El talento y la experiencia le daban resultado, pero el desgaste y el calor le quitaban reacción. Eso sí: Zapata corrió por él y por sus compañeros.
Brown, lejos de desmoralizarse por sus quilates menos, resopló y, aun con un andar tosco, avanzó y obligó. Guerreiro y Lemmo, con molestias, fueron emblemas del sacrificio. El descuento de Guerreiro, tras una linda combinación, no sólo acabó con el récord de Diego Rodríguez, quien llegó a los 819 minutos sin que le hicieran goles, sino que le dio más fuerza al conjunto de Adrogué. Mucho más con la expulsión de Tula, por doble amonestación. El humilde intentó un empate heroico y el poderoso mutó para protegerse. El ingreso de Cáceres por Insúa reordenó la defensa, y la presencia de Adrián Fernández por Parra refrescó el ataque. No funcionó Miranda (por Pisano), quien se perdió un mano a mano increíble.
Cualquier cosa pudo haber pasado en esos minutos de vértigo y desorden. El empate hubiera estado bien desde algún centro revoleado desde la izquierda o la derecha. O un marcador más amplio, si es que acertaban el paraguayo Fernández o Mancuello en cualquiera de sus escapadas por la izquierda. De Felippe no podía creerlo. El bigotón Vicó maldecía y golpeaba el aire.
Nadie discutirá la valía de los tres puntos. Así es la B Nacional, dicen. El duro torneo del cual trata de escapar el gigante de Avellaneda. Se siente cerca del cielo cuando despuntan los que son de otra categoría, los que volvieron para tenderle la mano. Pero se vuelve terrenal cuando la fatiga empareja las intenciones y cuando, a lo lejos, todos se ven iguales, como laboriosas hormiguitas.
Nada de público neutral: al rojo vivo
La gente de Independiente no tuvo inconvenientes en mostrarse ni en pronunciarse: pese a la prohibición de la concurrencia del público visitante, ocupó a viva voz la popular que da al polideportivo de Temperley e, incluso, una parte de la platea. Hubo aliento, cánticos y ademanes hacia los hinchas de Brown, de Adrogué, que reaccionaron con algún botellazo al aire. También se vieron algunos amagos de corridas. La policía debió ubicarse en la tribuna y, terminado el partido, los hinchas de los Rojos esperaron media hora para irse, medida que se anunció por los altavoces.
Los goles
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