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Kun Agüero, a corazón abierto: “Mi papá siempre dice que juego mal, también hoy”
El delantero habló sobre la muerte de Maradona, Guardiola, la salida de Messi y la marginalidad en Argentina
- 11 minutos de lectura'
Sergio Kun Agüero (Buenos Aires, 33 años) es cercano y carismático. Nada que no conozcan sus más de 3,5 millones de seguidores en Twitch (plataforma digital). Le gusta hablar y es divertido. Pero en la conversación tiene los brazos cruzados. El fútbol es su trabajo y las consolas, su pasatiempo. Se relaja cuando habla de su infancia, cuando recuerda el barrio de Los Eucaliptus, una villa en Quilmes, al sur de Buenos Aires. Entonces se apasiona. Busca explicarse y ya no le importa el reloj. Campeón de América, máximo goleador de la historia del Manchester City, Agüero aterrizó en un verano convulso en Barcelona y ahora está a punto de debutar tras recuperarse de una lesión en el gemelo derecho. Este miércoles ya disputó un amistoso.
-¿Cómo es la interacción con el público en Twitch y en una cancha del fútbol?
-Totalmente diferente. En el mundo virtual intento imaginar qué es lo que piensa la gente que está del otro lado. Intento buscar anécdotas y contarles cosas que me pasaron que les puedan resultar interesantes. Además, la interacción es directa: me escriben en el chat. Y, cuando me ven jugar [a videojuegos], se ríen. Parece que les gusta que sea malo.
-En la cancha seguro que malo no es.
-No, ahí me defiendo a muerte. En la cancha, la gente viene a ver lo que hice toda mi vida. No hablo, juego.
-¿Está cómodo exponiéndose?
-No tiene nada que ver lo que sentís cuando hacés un streaming respecto de lo que te pasa cuando ves que salís en los medios de comunicación porque tenés una determinada pareja. Eso sí que lo trato de evitar. En ese sentido, no me interesa exponerme. Pero también tengo claro que soy una persona pública.
-¿No la tuvo fácil cuando su pareja era la hija de Maradona?
-Si quería evitar exponerme, eso fue todo lo contrario. Me fui acostumbrando.
-¿Lo pasó mal?
-No. Es la hija de Diego y eso tenía una determinada repercusión. Lo que generaba Diego era inmenso.
-¿Cómo vivió la muerte de Maradona?
-Mal, muy mal. ¿Cómo lo podía vivir? Tenía partido de Champions ese día. Cuando me enteré, pensé que era mentira, como tantas otras veces. Pero como veía que cada vez lo decía más gente, le pregunté directamente a la mamá de Benjamín [el hijo de 12 años que tiene con Gianinna Maradona]. Me acuerdo hasta lo que le pregunté. “¿Es verdad o no?”, le escribí. Me contestó que sí.
-¿Qué hizo?
-Pensaba en mi hijo. En que lo tenía que llamar. Me preocupaba mucho cómo se iba a enterar de la noticia. Cuando pudimos hablar, ya lo sabía por un compañero de colegio. Diego y Benja se llevaban muy bien. Diego era un fenómeno con mi hijo. Y Benja lo amaba. Le pedí a mi hermana que lo fuera a buscar al colegio y que lo intentara distraer. Al día siguiente me escribió: “Papá, quiero ir a verlo”.
-¿Qué le dijo?
-La idea no me gustaba. Tenía miedo de que se quedara con un mal recuerdo. Pero como él quería, lo dejé ir. Fue al velatorio en la Casa Rosada con su madre.
-¿Le comentó algo al día siguiente?
-Sí, claro. Me dijo que le dio un beso y que se puso a llorar. Yo intentaba contenerme para que mi hijo no me viera mal. Fueron días muy difíciles. Al menos, Benja se pudo despedir de su abuelo.
-Maradona fue, en su momento, el mejor del mundo. ¿Usted se sintió entre los mejores?
-Jugaba para eso. En el City hice las cosas muy bien para que la hinchada y los periodistas me pudieran valorar como a uno de los mejores del mundo. Sé, claramente, que hay otros mejores y no tengo problema en reconocerlo. Pero me fue bien. Estuve a un nivel alto y gané muchos títulos.
-¿La diferencia entre usted y jugadores como Messi y Cristiano es técnica o mental?
-Futbolística. Ese talento viene de fábrica.
-¿El de Cristiano también?
-Es más delantero que Leo. Y lo que tiene él, como todo goleador, es que cuando está con confianza hace goles, goles y goles.
-¿A usted le faltó dar algo más?
-Muchas veces pensé qué era lo que me faltaba. Y un día le pregunté a Leo. Me dijo que para tener chances de ganar el Balón de Oro tenía que ganar la Champions. Y tiene razón. Es importante también el tema de copas con las selecciones. Mire el caso de Cannavaro, por ejemplo, cuando ganó el Mundial en 2006. Jugué grandes temporadas, metí muchos goles y gané muchos títulos, pero no estaba en la final de la Champions. Y, justamente, el año pasado cuando llegamos a la final, tuve el problema de la rodilla, el Covid y las diferentes lesiones.
-¿Y problemas con el entrenador?
-No. Nunca tuve problemas con Guardiola. Jamás discutí con él. Sí tuvimos que aclarar cosas. Cuando llegó, como no nos conocíamos, tuvimos una etapa un poco de tanteo. Los últimos tres años fueron fantásticos. Nada que decir. Es un entrenador que siempre quiere el máximo. Si tiene una idea de partido en la cabeza la hace. Le da lo mismo si tiene que dejar fuera del equipo al que había marcado tres goles en los últimos partidos. Le da lo mismo el nombre del jugador. Salvo que sea Messi. Siempre acepté cuando me tocó jugar y cuando no. Gabriel Jesús, en cuanto llegó a Manchester, empezó a jugar de titular. No dije nada.
-¿Pero en qué pensaba?
-En que ya llegaría mi momento, que tenía que seguir trabajando. Y no me olvido. Gabriel Jesús se lesionó en un partido contra el Bournemouth. No había delanteros y me tocó jugar. En esos tres meses metí 20 goles. Le di a Pep la confianza que necesitaba.
-¿Se arrepiente de haber fichado por Barça?
-No. Vamos a ser sinceros. ¿Qué jugador no quiere estar en Barça? Yo te diría que a la mayoría de los futbolistas les gustaría vestir esta camiseta, por más que Barça esté bien o mal. Llegué con la expectativa de jugar con Leo y de que se armara un buen equipo, que era lo que el club trataba de hacer. Cuando me llamaron pensé: “Me da igual lo que me paguen. Me pongo bien y voy a ayudar al equipo en lo que más pueda”.
-¿Como titular?
-Sólo te podés considerar titular cuando hacés las cosas bien y ayudás al equipo. Si no, no. Y eso es en lo que pienso. En ayudar al equipo con algún gol cada vez que me toque jugar. Más allá de los cambios que pasaron, que entre ellos está la salida de Leo.
-¿Fue difícil ese momento?
-Fue un momento de shock. Él estaba muy mal. Cuando me enteré no lo podía creer. Ese sábado lo fui a ver a su casa. Y, por mi personalidad, como no lo veía bien, intentaba hacer que se olvidara de lo que había pasado. Veía que estaba medio apagado y lo intentaba distraer. Le contaba de mi equipo de Esports y las cosas que estábamos haciendo.
-¿Cuál fue su primera consola?
-La Family Game. La del Mario Bros. Me la consiguió mi viejo. La compró usada. Todavía vivíamos en la villa.
-¿Y la primera pelota?
-La pedí para Reyes. Había que esperar un año para cada regalo. Yo siempre jugaba con la pelota de mis amigos. El problema que teníamos en el potrero era que atrás de uno de los arcos había una palmera. Y si tirabas la pelota ahí, se pinchaba. Era catastrófico. Yo a mi pelota la cuidaba. Era pillo: elegía a los buenos para jugar. Los malos la tiraban siempre a la palmera.
-¿Recuerda la última vez que fue a la villa?
-Tenía 16 años. Cuando pregunté por los chicos con los que me juntaba, uno estaba muerto, el otro preso, a otro lo buscaba la policía. Chicos de 15 años. Todavía mantengo contacto con algunos de mis amigos. Seguimos hablando, más de 20 años después.
-¿Cómo era su vida en el barrio de Los Eucaliptus?
-Escucho hablar a la gente de las villas y pienso que no tienen ni idea de lo que son. El que está ahí tiene otra vida. Está en su mundo. Hay como un sistema propio, con sus verdulerías, con sus carnicerías y con sus almacenes. Hay de todo. Y todo a un precio accesible para la gente de la villa. El problema es que es muy difícil progresar. Le pasó a mi viejo. Buscaba trabajo y muchas veces no se lo daban cuando decía el lugar en el que vivía. Y eso sigue pasando. Hay gente complicada, también. Claro. Pero también hay mucha, como mis viejos, que son gente de laburo, que quieren lo mejor para ellos y para su familia. Pero parece que quieren que nos quedemos siempre ahí. Que vivamos nuestra vida ahí.
-¿Y cómo se sale? ¿Con un talento como el suyo?
-Tenés que tener talento, sí. Y suerte. Mucha suerte. Necesitás a alguien que te ayude. Yo tenía a mi viejo, que conocía una persona que trabajaba en Independiente. Y todos los años le iba a romper las pelotas para que me hicieran una prueba. Si no hubiese sido por él, no hubiese llegado. He hablado con otros chicos, como Carlos Tevez, y todos vivieron una situación similar.
-¿Sólo se puede salir con el fútbol? ¿Y si se estudia?
-El que vive en la villa tiene que ir a un colegio público. Voy a contar lo que me pasó a mí. No sé cómo es ahora. Cuando pasé a Independiente, el club me mandó a un colegio privado. Tenía 12 años. En el privado estaban haciendo divisiones de tres cifras y yo en el público hacía de una. Imagínese la diferencia. No estaba capacitado para estar ahí. Y me empecé a sentir mal. No me sentía cómodo ni libre. Quería volver a mi lugar, en el que la maestra me entendía. Es una lástima que eso pase. Es una lástima que se tenga que recurrir a colegios privados.
-¿Hay una solución?
-Quizá la solución pasa por una mayor participación de las municipalidades. No tiene que ser un tema nacional. Un presidente no puede hacer magia. La propia municipalidad tiene que intentar darle trabajo a la gente. Yo no sé de política, pero sé lo que pasa en una villa. La gente habla mal de las redes sociales. Y puede ser que en algunas cosas tengan razón. Pero, al menos, en las redes sociales se muestra la realidad de lo que pasa. Antes la gente sólo podía ver lo que pasaba en la tele. Eso no es la verdad. Entonces, el que vive en la villa siente que le mienten. Yo viví en los dos lados. Sé cómo son las cosas.
-¿Le agradeció a su padre?
-Claro. A los dos, a mi mamá también. Pero a mi viejo le pregunté por qué me rompía tanto las pelotas. Siempre me decía que jugaba mal. Hasta el día de hoy.
-A Messi le pasaba lo mismo.
-Sí. Lo hemos hablado. Y nos cagamos de risa. Mi viejo fue muy estricto y buscaba que no me relajara. De grande le pregunté: ¿Che, por qué me cagabas a pedos? ¿Por qué no me dejabas ir a jugar a la pelota?
-¿Qué le contestó?
-Que lo hacía porque se daba cuenta de que yo tenía mucha calidad y que sacaba mucha diferencia. Quería meterme en la cabeza que me encantara el fútbol. Cada vez que me prohibía jugar, a mí más me gustaba jugar a la pelota, más quería ir a entrenar. Hoy cambió mucho todo.
-Por ejemplo...
-Antes, en mi época, había mucho respeto a los más grandes y al entrenador, obviamente. Si te decían algo, o te pegaban una patada, te la aguantabas. Si algún grande te hacía una broma, te quedabas callado. Pero todo eso que nosotros sufrimos, ahora no lo hacemos. Y, como hoy a los jóvenes los tratamos diferente, ellos se pasan de confianza. A veces hay que poner un poco de límites. Hoy a los jóvenes les afecta mucho lo que se les dice. Se ofenden cuando les decís que jugaron mal. Y hasta les baja la moral. Es increíble. Tengo buena onda con los más chicos y busco la manera de decirles las cosas para que no se lo tomen mal. Yo quiero ganar. No quiero un compañero bajo de moral. Pero me pasa lo mismo con mi hijo. Si le digo algo, se enoja.
-¿Juega bien?
-Juega bien. Pero si te gusta el fútbol tenés que tener otra mentalidad. El sacrificio es muy importante. La última vez que vino a verme me preguntó: “¿Nunca faltaste a un entrenamiento?”. Nunca, le contesté. Le cambió la cara. La mayoría de los jugadores que llegan es por la disciplina, por el respeto que muestran y porque son muy responsables. Me gustaría que Benja fuese futbolista, pero si no le gusta quiero que estudie. Que tenga la posibilidad que yo no pude tener.
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