Puso el hombro, pero más el corazón
El fútbol puede ser para muchos, pero un partido de despedida es para pocos. Detrás del ritual del último adiós hay una trayectoria, títulos, emociones, sentimientos, hechos, magia, alegrías, decepciones, carisma, identificación, compromiso, gloria. Es una construcción que lleva tiempo, llena de recuerdos y desprovista de olvidos. Tampoco se hace de hace de manera solitaria, sin el consentimiento popular.
Fernando Cavenaghi se había ido de River hace dos años, siendo campeón de la Copa Libertadores, pero el tributo y la gratitud del hincha se los había ganado mucho antes, cuando decidió que la primera de sus dos vueltas debía ser en el momento más aciago de la historia del club.
Estaba en el Bordeaux de Francia y no le faltaban ofertas para seguir en Europa, pero a mediados de 2011 el corazón le dictó que había que poner el hombro y su instinto goleador (19) para sacar a River de la B Nacional y devolverlo a Primera. Hasta se enfrentó con la necedad del entonces presidente Daniel Passarella para que le abrieran las puertas.
Cavenaghi está entre los 10 máximos goleadores (112) de la historia del River. Fue un N° 9 con clase y calidad. Y desde ayer, uno de esos pocos elegidos que llena un estadio para el saludo final.
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