Riquelme agiganta su imagen en cada partido
El N° 10 se lució contra River y día tras día juega mejor; se fue con bronca porque no ganó
TANDIL.- El N° 10 no podía creer cómo un clásico tan favorable para Boca en el juego terminó con la Copa Desafío en las manos de River. Justo ahí, a un minuto del final, cuando parecía que nada podía alterar el desarrollo, más allá de la exigua diferencia de un gol. Juan Román Riquelme masticó bronca sentado en el pasto y, más tarde, de rodillas, se besó con fuerza la cruz que siempre lleva consigo para implorar pidiendo que sus compañeros no fallen los penales y dándole ánimo al Pato Abbondancieri para que frene, por lo menos, algún intento millonario. Pero no pudo ser. El volante, que tuvo una actuación casi perfecta, sintió que se fue con las manos vacías pese al 1 a 1 en el estadio Malvinas Argentinas de Mendoza.
Porque la amargura que sintió Riquelme cuando Fonseca clavó el empate de tiro libre para River en el final, fue indescriptible. Sabía que nada sería igual en el desenlace del primer superclásico del año. Más allá de que Boca hubiera ganado por penales. Por eso, no bien Giménez dio por terminados los 90 minutos, Riquelme pensó que el partido se había terminado y fue a cambiar la camiseta con Ortega. Claro, se las volvieron a intercambiar para ejecutar los penales...
El Maestro Tabárez le tocó la cabeza y le dijo: "Ya está; hay que pensar en el próximo". Y Riquelme, hombre que no es de hablar mucho, se sintió identificado con las palabras de su entrenador: "Es lógico que no puedo quedarme conforme cuando se pierde un clásico en el último minuto", había dicho el uruguayo.
Riquelme dejó su sello con pisadas, amagues, cambios de frente de más de 40 metros. Una vez más y ante un rival importante. Sólo en una oportunidad no le fue bien contra River; ocurrió en el Monumental, por el torneo Apertura 99, cuando el equipo de Ramón Díaz se impuso por 2 a 0. Después, cada vez que le quisieron buscar un duelo con otro protagonista millonario, lo ganó claramente . Ya sea ante Pablo Aimar, Marcelo Gallardo, Javier Saviola, Ariel Ortega, Andrés D´Alessandro o el que se ubique enfrente.
Riquelme se fue afirmando cada vez más durante el exitoso ciclo de Carlos Bianchi, desde 1998, y no por nada Tabárez lo definió como el "líder" del equipo, por encima de la figura de Chicho Serna o de Guillermo Barros Schelotto.
Ahora, además, como el equipo no juega con un N° 9 definido, más allá que el Chelo Delgado trate de cumplir con esa función, Riquelme pisa más el área y llega seguido al gol, como ante Gimnasia, en Mar del Plata, o como anteanoche frente a River, en Mendoza. Desde el 14 de junio de 2001 hasta hoy, el N° 10 disputó 20 partidos (un match cada nueve días), marcó diez goles y obtuvo un promedio de 7,05 puntos de calificación de LA NACION por encuentro jugado.
Ya de regreso en esta ciudad, Riquelme siguió masticando bronca, a tal punto que en el entrenamiento vespertino que el plantel realizó en el estadio de Ferrocarril Sud estuvo solo en un costado; sentado en el pasto, cruzado de piernas, en cuero, mirando cómo sus compañeros se distendían con un partido de fútbol-tenis, y tratando de atenuar el intenso calor con varias botellas de agua. De frente, la única bandera que decía "Román te amo" y que estaba firmada por Cruz. Igual, ni siquiera los 33 grados de sensación térmica bajo el sol de Tandil lograron molestarlo más que el sabor de la derrota con River. Así es Riquelme .
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