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River campeón: Lucas Beltrán, el goleador que nadie imaginaba, le ganó la pulseada a Demichelis y juega en el espejo de Julián Alvarez
Se fue a Colón, volvió, Gallardo lo ponía y lo sacaba y Demichelis lo tenía como tercera opción; la historia de superación del número 9 millonario, indispensable en el título
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Jugaba en las divisiones menores de Instituto. A los 15, instalado en la pensión millonaria, compartía sueños de primera con Julián Alvarez, un hermano de la vida, el espejo futbolero. Cuando asomó la cabeza en el gigante, debió pasar una temporada a préstamo en Colón. Volvió recargado, pero Marcelo Gallardo lo ponía y lo sacaba. Goleador, segunda punta, un campeón de la solidaridad: lo que había que hacer, lo hacía. Lo que hay que hacer, lo hace. Y cómo lo hace.
No era la primera opción de Martín Demichelis. Tampoco, la segunda. Sin embargo, Lucas Beltrán, el artillero del campeón, con 11 gritos, se ganó a todos. Al técnico, a sus compañeros. A los hinchas, a los dirigentes. Hasta a los adversarios, que no saben cómo marcarlo. Vivía a contramano del arco, de espaldas a la realidad y, en un pestañeo, se convirtió en un delantero formidable. El nuevo Julián, más allá de que esa comparación le arranca una sonrisa. El gol decisivo contra Estudiantes, el que abrió el título, es una poesía de primera, un detalle parecido a su antiguo camarada.
“Puede ser... Yo no soy quien tiene que decir eso, yo trato de hacer mi trabajo, tengo una gran amistad con Juli desde hace muchos años, hemos pasado muchos momentos juntos en la pensión, en las fiestas, tenemos una gran amistad. Puede ser que, por compartir tanto, nos hayamos copiado cosas. No soy quien tiene que decir eso, yo solo hago mi trabajo con esta camiseta que amo mucho”, dijo más de una vez. Si Julián Alvarez, el campeón del mundo, fue la figura estelar del único campeonato local logrado por Marcelo Gallardo, el Vikingo es la revelación del primer gran grito de Martín Demichelis, la Liga Profesional.
“Soy un delantero que hace goles y me gusta arrancar fuera del área. Pivotear, aguantar la pelota y llegar a definir desde atrás”, contó Beltrán cuando ya jugaba en las divisiones inferiores del club de Núñez. Algo de eso se ve en el campo de juego, pero con una respuesta implacable en el área: la voracidad la consiguió en los últimos meses. Se mueve por todo el frente de ataque, sale a buscar la pelota hacia los costados, aporta movilidad y explosión en la fase ofensiva, cómplice del colega de ataque de turno y es el primer defensor a la hora de presionar la salida rival. Casi, casi, como Julián, aunque la distancia con el crack de Manchester City, que enamoró a Pep Guardiola, sigue siendo muy grande. Eso sí: de a poco, va en su encuentro.
Apenas se fue Alvarez, Gallardo buscó recuperarlo, cuando Beltrán había encontrado en Colón una oportunidad extraordinaria. Y volvió con una mentalidad ganadora: dejó de pedir permiso, de aceptar plácidamente un lugar reservado en el banco de los suplentes. En el Sabalero sumó 2086 minutos en 39 partidos, anotó 6 goles y dejó una excelente imagen.
Rubio de pelo casi al ras, grandote más allá de que mide “solo” 1,77m, con el acento cordobés que le perdura, pícaro aunque de pocas palabras y perfil bajo, Beltrán tiene su prólogo juvenil. Actuó desde los 7 a los 14 años en las categorías menores de Instituto, hasta que le llamó la atención a Juan José Borrelli en un partido de la novena división frente a River.
Con el poder de la billetera y el ojo clínico de vislumbrar el futuro, arribó a Núñez en 2016, a cambio de 1.200.000 de pesos por el 90% del pase y se incorporó en la octava división. Tenía 15 años y simpatizaba por River. Después de haber sido buscado por Boca, Racing, Lanús y Banfield, entre otros equipos, se puso la banda roja sobre su pecho.
Admirador de Gonzalo Higuaín, próximo a Paulo Dybala por lazos familiares, debutó en 2018 (2 de diciembre, un 3-1 sobre Gimnasia), se destacó en la reserva en 2019 y comenzó a tener más protagonismo en primera entre 2020 y 2021. En junio, fue a Colón por 18 meses. Volvió al año, por necesidad y urgencia: parecía otro.
El Vikingo se nutre del gol como todo delantero. Sin embargo, los técnicos que lo dirigieron en las divisiones inferiores siempre recalcaron una serie de virtudes que suele verse en el campo de juego: es un definidor de jugadas, pero le suma diversas cualidades complementarias que lo transforman en un jugador de equipo. No sólo llega bien ubicado para rematar, sino que también puede arrancar fuera del área, pivotea, aporta movilidad y explosión, entiende cómo jugar de espaldas al arco para cubrir y pasar la pelota (se excedía en ese rubro en tiempos de Gallardo, lejos del área) y es siempre la primera fuerza de presión en campo ajeno. Molesta, desgasta, estorba a los defensores rivales. Les gana por cansancio.
Su carta aparecía en el tercer mazo en el nuevo ciclo. Y se ganó un lugar con eficientes ingresos desde el banco de suplentes; les ganó la pulseada a dos pesos pesados como Miguel Ángel Borja (casi nunca falla) y Salomón Rondón (no suele destacarse), en la consideración de Martín Demichelis.
Fue suplente en los primeros cinco partidos oficiales de la era del DT formado en Alemania–entró en cuatro y no lo hizo ante Argentinos Juniors–, tuvo su primera posibilidad como titular en la caída por 2-1 contra Arsenal y, tras un gran ingreso en el 2-0 sobre Lanús en el que River arrancó una racha de ocho éxitos en fila sin goles en contra, el Monumental se rindió a su esfuerzo. A partir de entonces, nunca salió.
“Tiene un gran espíritu competitivo. Cuando todos lo daban como tercer delantero, yo siempre lo incluí. Lucas va a todas las jugadas al 110%, entonces trato de cuidarlo un poco más porque tenemos mucho por delante”, se justificaba en su momento el DT, que aceptó la invitación del cordobés de ser parte exclusiva del equipo de gala. Hasta lo reconoció Borja, que suele entrar con éxito en los pocos minutos que juega. “Somos un equipo, Lucas tiene un nivel espectacular”, advirtió.
Un año después de arribar al Monumental, con apenas 16 años, le decía a un cronista de la página oficial del club: “Juego de centrodelantero y me gusta vivir del gol. No me genera presión para nada. Para ser delantero de River tenés que hacer goles. No hay ningún tipo de excusas”.
No tiene presiones, no tiene tapujos. Beltrán es el número 9 de River, con todo lo que eso significa. Y es el goleador del campeón: por si hacía falta rubricarlo una vez más.
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