Cuando el golf rompe la tradición: cómo es el hoyo más ruidoso del PGA Tour

PHOENIX, Estados Unidos.- Se está jugando el torneo que rompe con todos los códigos de conducta del golf. Si este deporte es sinónimo de silencio, concentración y quietud detrás de las sogas, el Phoenix Open da rienda suelta al descontrol del público, particularmente en el hoyo 16 del TPC Scottsdale, por lejos el más ruidoso del circuito. Es cierto que los norteamericanos se enfervorizan en el US Open y en The Players al compás de la ingesta de cerveza y otras bebidas alcohólicas. Pero en el desierto de Arizona, la agitación de la gente se potencia al máximo, un factor que hasta termina siendo un buen negocio en materia de recaudaciones. El debate es hasta qué punto resulta tolerable ese comportamiento, que se manifiesta por ejemplo en cientos de latas arrojadas hacia el campo.

Este certamen del PGA Tour es el de mayor asistencia en el calendario y las cifras siguen en aumento: en 1987 –primer año en el que la sede fue el TPC Scottsdale - hubo 257.000 personas durante la semana; en 2015 la cifra trepó a 564.368 y el año pasado alcanzó el récord de 618.365 a lo largo de los siete días. El sábado es siempre la jornada más exitosa y en 2016 hubo 201.003 fans que recorrieron el campo, aunque cerca de 20.000 se concentraron en el coliseo del hoyo 16. En octubre de 2014 comenzó la construcción definitiva de esta suerte de estadio alrededor de este par 3 de 163 yardas que cobra vida como ningún otro, y hasta genera polémica. Fue tanta la demanda que se levantó esa enorme estructura para sponsors, invitados especiales y público en general.

El Phoenix Open fue el torneo que más rápido consiguió auspiciantes tras la crisis de Wall Street en 2008 y la baja de FBR, una entidad financiera que le dio nombre al certamen hasta 2009. Los directivos de Waste Management, el sponsor principal desde 2010 y que continúa hasta hoy, encontraron fuertes dividendos en este contexto de carnaval alcohólico, manifestaciones eufóricas y atuendos de toda clase. Se pueden ver a chicas caracterizadas como vaqueras, hombres vestidos con los mamelucos blancos que usan los caddies en el Masters , ropas multicolores y sombreros gigantescos, además de fanáticos portando carteles con grandes rostros de los jugadores.

Emiliano Grillo firmó 70 golpes (-2) en la tercera vuelta del Phoenix Open y acumula 211 (-2), a 14 golpes del puntero, el surcoreano Byeong Hun An

Al momento en que el jugador pega desde el tee del 16, no hay matices: se pasa de los gritos desaforados a los abucheos sin contemplaciones, una actitud considerada impropia en la gran mayoría de torneos de golf. Seguramente, una de las ovaciones más fuertes en la historia de este deporte se haya escuchado en el Phoenix Open de 1997, cuando Tiger Woods logró un hoyo en uno en ese tramo de la cancha. Por entonces, el californiano tenía 21 años y meses después ganaría su primer Major, el Masters de Augusta, que lo encaminó definitivamente a ser uno de los más grandes de la historia.

Tiger –que hoy pena por un nuevo retiro del circuito, después de su deserción en Dubai- no paró de festejar desde el momento en que vio cómo su pelota se escondía en la taza y escuchó ese alarido, aunque todavía no estaban construidas las tribunas. Para muchos jugadores es un hoyo realmente intimidante, porque los pone en una situación de presión que no se asemeja a ninguna otra en el golf. A varios, incluso, los lleva a actuar de distinta manera, como ir a chocar palmas con la gente de las tribunas, hacer flamear una bandera, bailotear o estar a favor de los abucheos, tal como reconoció en su momento Anthony Kim, hoy fuera del circo del PGA Tour: "Esto es lo más semejante a estar en el Staples Center o adentro de un domo de fútbol americano".

"Me encanta ese hoyo. Es en el único momento del año en que nos sentimos estrellas de rock. Es algo increíble", contó Scott Piercy, una idea que resume un sentimiento. D. H. Trahan coincidió: "Para nosotros es una experiencia única, no hay nada parecido en el circuito. Es un poco loco, pero divertido". Jonathan Kaye, que ganó en esta cancha en 2003, comenta: "Ellos (el público) saben todo de uno, literalmente. Saben tu día de cumpleaños, cómo son tus hijos, el nombre de tus mascotas. No sé muy bien de dónde sacan esos datos, pero saben todo".

En verdad, gran parte de la gente que ocupa esas butacas y se enfervoriza no es muy entendida del golf. Es común escucharlos preguntando reglas básicas, como qué significa un birdie o un bogey. Además, muchos grupos de amigos se quedan hasta que cae el sol en esas tribunas y reaparecen muy temprano al día siguiente, no importa el estado en el que estén. Lo prioritario, al parecer, es acompañar los avatares de cada jugador que atraviesa por ese infierno de gritos y todo tipo de exclamaciones. Los golfistas profesionales ya lo saben: deben pasar esa prueba de fuego del 16 para recibirse en el circuito de "mentalmente fuertes".

La locura tras el tiro de Matsuyama

Lo mejor del viernes en el hoyo 16