Fue medallista en los Juegos Olímpicos de la Juventud 2018 y acaba de ganar el WALA; alegrías y padecimientos de una jugadora con mucho futuro
A Ela Anacona le gusta hacer ruido en el golf desde muy chica: a los cuatro años, curiosa, acompañó a su papá a practicar y poco tiempo después se sintió preparada para empezar a competir. A los seis años se animó en los Torneos Metropolitanos y luego, a los 13, se lanzó a los certámenes internacionales en representación de nuestro país. Aunque ya a los 11 se entrenaba en el centro de alto rendimiento de la Asociación Argentina de Golf (AAG), un refugio en Pilar Golf al que considera su segunda casa. Siempre quiso evolucionar; siempre mejoró.
“El golf es mi pasión, mi vida. Nunca podría estar sin este deporte”, remarca esta chica que se crió en el country Maschwitz. Obtuvo la medalla de bronce en equipos mixtos en los Juegos Olímpicos de la Juventud 2018 y a los 18 años desplegó sus alas para estudiar en la Universidad de Arkansas, donde se recibió de licenciada en Economía. La tricampeona del Abierto de la República de Damas viene de ganar el título regional más importante para una golfista aficionada, el WALA (Women’s Amateur Latin America), que le dará derecho a jugar tres majors junto con las profesionales en 2024. “Estoy cerrando un año hermoso, lleno de emociones. Ahora estoy terminando mis finales y planeando el año deportivo que se viene. Personalmente viví uno de los años en los que más aprendí, y estoy muy agradecida y feliz por eso”, comenta Ela (23 años) en la charla con LA NACION.
-En Instagram hiciste bastante mención a los problemas que atravesaste a nivel mental, físico y técnico y que el golf te pasó factura en los últimos años. ¿Cómo los fuiste piloteando y cómo estás ahora en este aspecto?
-En mis cuatro años de college pasé por muchas barreras difíciles, como el desapego de la familia, una conmoción cerebral por un accidente en el gimnasio, lesiones por el golf, momentos mentales muy feos en la cancha y hasta un choque de auto. Superarlos fue una pelea constante del día a día; no se superan las cosas así en una noche. Fue cuestión de poner mi granito de arena cada día que me despertaba. Realmente estoy en un buen momento ahora, pero siempre trabajando en todas las áreas, porque la vida te presenta obstáculos constantemente.
-¿Cómo explicarías una de tus frases? “No valgo el score que hago”.
-Desde que me fui de mi casa a los 18 años me di cuenta cómo la sociedad te categoriza sobre la base de una serie de cosas y te asigna el valor como persona según eso. Considero que la mayoría de estas cosas son números: cuánto ganas, los resultados de las competencias, notas en el colegio o la universidad, cuántos seguidores tenés, cuánto pesás… Otras son tus orígenes y la familia que tenés, tu nacionalidad y tu color de piel. Y realmente es muy difícil vivir así, porque hay muchas de estas categorías que no las podés controlar y menos en el deporte. Una puede hacer las cosas muy bien, pero hay alguien que las hace mejor. Y llega un punto que queriendo encajar en todas estas clasificaciones, te olvidás de quién sos vos, qué te mueve como persona y cuál es tu identidad. Por eso es que escribí en su momento en un posteo: “El golf no es mi identidad, no valgo el score que hago”.
-¿Y en el deporte cómo influye?
-Encontrar tu identidad cuando creciste tratando de cumplir con tantos estereotipos es muy complicado. En un ambiente tan competitivo como el deporte, esto se potencia. Y cuando las cosas no se dieron, muchos deportistas tuvimos el sentimiento de pensar que somos “nadie”. Cuando crecés con algo tan marcado como resultó para mí el golf, es difícil separar y entender que ésa no es tu identidad. Pero fue lo que aprendí en todos estos años, que tenés que saber lo que te hace a vos, vos. Entender que la gente solo se va a acordar de cómo los hiciste sentir. Que todo lo intangible de tu persona también cuenta: tu disciplina, esfuerzo, amabilidad, empatía, gratitud. Y que vos sos quien se tiene que dar créditos por esas cosas, porque es muy difícil vivir sin un poquito de amor propio, aunque sea.
-¿Cuáles fueron las cosas que aprendiste en el college?
-Haberme ido a vivir a Estados Unidos cuando tenía 18 años me enseñó muchísimo. Entendí que la vida te va a poner a prueba cuando menos lo esperás y con un problema que ni estaba en tu radar. Aprendí muchísimo sobre perspectiva: a veces nos hacemos problema por cuestiones muy pequeñas o que no podemos controlar, como el tránsito o una larga fila para hacer algo. Pero vas creciendo y entendés que no vale la pena gastar energía en esas emociones, porque la vida va mucho más allá de todo eso. Muchos amigos me cargan porque hablo mucho de los niñitos de África. Cuando me quejo de algo tonto o mis amigos lo hacen, siempre trato de recordar que un problema real son todos esos chiquitos, que no solo no tienen para comer, sino que muchas veces ni siquiera tienen agua potable. Esas son las cosas verdaderamente tristes.
-¿Cómo fuiste equilibrando en todo este tiempo para compatibilizar tu carrera de Economía con el golf y no desatender alguno de los dos frentes?
-Fue probablemente el desafío más grande que tuve este semestre, en el que me encuentro haciendo una maestría en Business Analytics, jugando al golf tanto para la universidad como para Argentina, además de trabajar veinte horas en la semana en una oficina de inclusión en la universidad. Encontrar el equilibrio es difícil, porque esos días te levantás a las 5, y son las ocho de la noche y recién volvés a tu casa… También sos una persona. Te merecés el tiempo de hacer algo para vos, de llamar a tu familia o cenar con un amigo. Pero a veces te metés tanto en la rutina -y yo siendo tan perfeccionista como soy-, que no te hacés esos tiempos. Es ahí cuando bajás el rendimiento en alguna de tus responsabilidades. Creo que lo manejé bastante bien y aprendí mucho sobre poner mis propios límites.
-¿De qué maneras viviste el desarrollo del WALA en noviembre pasado, en esa lucha en las primeras vueltas con María Olivero, y el desenlace?
-El WALA lo viví muy tranquila y feliz. Era mi último año jugándolo en “casa” y quería disfrutarlo al máximo. Haberlo compartido con María Olivero fue un orgullo para mí. Juego torneos con ella desde que soy muy chica y siempre la consideré un ejemplo, me ha enseñado mucho. Jugué toda la semana para ganarme a mí misma y enfrentar mis propias batallas, y el desenlace fue muy lindo.
-¿Qué te representó haber ganado en Pilar Golf Club, más allá de la recompensa deportiva?
-Significó mucho porque ese club es mi casa. Hace doce años me llamaron para que empezara a entrenarme allí, en el Centro de Alto Rendimiento de la AAG, y sigo recordando ese día porque fui la chica más feliz del mundo. En ese lugar fue donde pasé todas las tardes de mi adolescencia y es realmente el lugar que me vio crecer. Me hice amigos y formé relaciones que mantengo hasta ahora. Es el lugar que me acogía cuando estaba mal y el que me abrazaba cuando estaba bien. Ganar ahí y con mis papás en el green del 18 es algo que no voy a olvidar jamás. Pilar Golf y mis papás son y significan mi casa completa en mi corazón.
-¿Qué opinás del horizonte general que se te abre en 2024 a partir de este triunfo?
-El WALA es un torneo que te abre muchísimas puertas y estoy muy feliz de poder vivir estos nuevos caminos que se me abrieron. Van a ser experiencias únicas e inolvidables y estoy feliz de ya estar preparándome para todas estas experiencias.
-¿Cómo te ves en cada uno de los majors? El primero es el Chevron Championship, que se va a jugar en abril en Carlton Woods, Texas.
-Este torneo aparece en el medio del calendario de torneos de la universidad, así que estoy contenta porque voy a llegar super en ritmo. Me encanta jugar en Estados Unidos, me gustan los tipos de cancha y creo que va a ser el major en el que me encuentre -de alguna manera- más familiarizada con todo.
-A fines de julio llega el Amundi Evian Championship, en Evian-les-Bains, Francia.
-No hay una persona que no hable de lo hermoso que es este lugar. Muchos comentan del gran ambiente que se forma en este torneo, así que estoy feliz de poder vivir la experiencia pronto.
-¿Y el AIG Women’s Open, en agosto?
-No puedo explicar en palabras la emoción que me genera el solo hecho de pensar que voy a jugar este evento con tanta historia y en St. Andrews, Escocia. Mi coach va a estar ahí conmigo también, con lo que será aún más especial. A nivel golfístico es la cancha que más desafíos presenta, ya que en América estamos acostumbradas a algo superdiferente a la hora de jugar. No puedo esperar a aprender más para llegar lista.
-¿En qué facetas del juego te sentís fuerte y en qué querés mejorar?
-Desde que soy chica, siempre mi fortaleza fue de tee a green. En el WALA, si bien jugué muy bien esa parte, mi cabeza resultó todavía más importante. Pero quiero mejorar arriba del green. Creo que puedo hacer mucho ahí, es un área en la que queremos ponerle mucho trabajo con mi equipo. A su vez, quiero seguir mejorando mi juego corto y forjando mi mentalidad.
-¿Qué modelos de golfistas mujeres tomás y cuál es el mejor consejo que te dio alguna de ellas, también con relación a hacerte profesional a mediano plazo?
-Annika Sorenstam es realmente mi mejor modelo. Tuve la oportunidad de verla bastante y charlar con ella en algunas oportunidades. Lo que ella hace es único: no solo es un ícono del golf, sino que genuinamente se preocupa por la siguiente generación. Una vez jugué uno de sus torneos en Suecia y realmente no me sentía nada cómoda. Con mucha vergüenza me acerqué a hablarle para decirle cómo me sentía. En esos momentos siempre te sentís que lo que te está pasando, solo te pasa a vos. Y ella, con mucha tranquilidad, me dijo que todos atravesamos momentos malos y buenos en el golf, que a ella también le sucedió de sentir que no le podía pegar. Pero que lo más importante es levantarte al otro día y seguir, porque nunca sabés cuándo estás en el driving y de la nada cambiaste la sensación en el golpe. Que en días así, me vaya a casa y vuelva al otro día con más tiempo para el driving y arranque de cero.
-¿Por qué creés que a la Argentina le cuesta tanto catapultar golfistas mujeres al máximo nivel, a diferencia de lo que ocurre con los hombres? ¿En qué creés que se está fallando en el golf femenino en nuestro país?
-Creo que culturalmente somos un país que le gusta jugar deportes en equipo, y el golf puede verse como muy solitario. Yo empezaría por romper con ese mito, porque en verdad yo tengo amigos que considero hermanos, y es un deporte en el que existe mucha empatía. También es romper con la presión de la familia. Lamentablemente he conocido muchísimas chicas de toda Latinoamérica con más talento que ninguna, que las han castigado un montón y se quemaron la cabeza. Esto es algo que en los hombres no se da tan seguido como en las mujeres. Nosotros siempre tratamos de dar lo mejor, nadie quiere jugar mal. Y creo que en el rol de padres hay una fina línea entre apoyar, querer lo mejor para tu hijo, y decir cosas que terminan afectando a largo plazo.
-¿Qué hacés para despejarte del golf en tus tiempos libres?
-Me encanta desconectar pasando tiempo con amigos hablando. Me gusta mucho tener charlas no superficiales, argumentar temas, hablar de miedos, deseos, sueños, inseguridades, hablar de lo que te hace único. También disfruto mucho escribir, ver documentales y escuchar música.
- ¿Cuál es tu aspiración definitiva en el golf? ¿Con qué soñás?
-Mi aspiración final con el golf es hacer una “diferencia”. Inspirar a generaciones futuras y ayudar a que más gente se una al deporte. Seguir representando a Argentina y cada vez en escenarios más grandes.
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