AUGUSTA.- Los sacos verdes van arropando distintos cuerpos con el transcurso de los años y Tiger Woods es testigo de que la gloria del Masters se la llevan otros. El californiano observó desde un plano secundario la victoria de Patrick Reed en Augusta, al culminar 32º y a 16 golpes de distancia. Pero en cierta medida disfrutó de la realidad del texano: fue uno de sus exitosos discípulos en la Copa Ryder 2016 y la Copa Presidentes 2017, en ambos casos con victorias sobre Europa y el conjunto Internacional, respectivamente. En los dos torneos, Tiger trabajó como asistente del equipo de Estados Unidos y vio especialmente en Reed a un golfista nacido para afrontar cualquier desafío, tanto en el juego por golpes como en la modalidad match play.
Pero al margen de recientes alianzas, Tiger también se mira a sí mismo a los 42 años y comprueba que se le reduce el margen para agrandar su leyenda. No hay récord más apreciado en el mundo del golf que la carrera por quién acapara más Majors, y allí todavía espera Jack Nicklaus, cómodo con sus 18 títulos grandes, cuatro de diferencia respecto del astro recuperado. El Oso Dorado consiguió el último título a los 46 años, justamente el Masters, en 1986. Una cuenta rápida indica que a Woods le quedan poco menos de cuatro temporadas para intentar superarlo, unos 15 majors de gracia para romper esa marca que se le volvió inalcanzable cuando parecía totalmente a mano en la década pasada.
El mojón del US Open
Se viene una fecha importante, porque del 14 al 17 en junio próximo –en pleno furor mundialista de Rusia 2018- se disputará el US Open en Shinnecock Hills y se cumplirán diez años de su última consagración en uno de los cuatro grandes. Los ojos del deporte en general se posarán en el know-how futbolístico de Lionel Messi con Argentina, pero el planeta golf en particular apuntará de lleno a ese aniversario al que Tiger nunca hubiese querido llegar. Imposible olvidarse de aquel US Open 2008, con ese gladiador herido que en Torrey Pines entabló un extenuante desempate a 18 hoyos con Rocco Mediate. Por momentos se doblaba de dolor debido a los pinchazos de su rodilla izquierda, todo un anticipo de lo que le tocaría en materia de salud en los años siguientes, amén de sus problemas extra golfísticos.
La historia puede venírsele encima a Woods, pero también hay muy buenas noticias. La sustancial diferencia es que ahora es capaz de pelearla desde adentro: ya no es aquel atleta maltrecho que vivía el golf desde un sofá y con el control remoto en mano. No hay aliciente mayor para él que haber terminado el Masters sin rastros de molestia y con una reconfortante vuelta de 69 golpes (-3), que reavivó los viejos rugidos del público entre los pinos de Augusta National. Un águila en el 15 y cinco birdies que son el reflejo de un milagro, para una estrella que hace unos seis meses evaluaba el retiro ante la frustración de no poder jugar dignamente.
"No podía levantar un palo de golf; la vida me dio una segunda oportunidad", confesó antes de Augusta. Un barajar y dar de nuevo gracias a una última operación en su espalda que fue todo un suceso, y que trajo como valor agregado una honestidad brutal desconocida en él. Le confió a ESPN Magazine: "Antes de la última cirugía tuve que ser ayudado durante seis meses para levantarme de la cama. Y hubo días que incluso aunque me ayudaran, no podía pararme. Me quedaba tirado en el piso o en la cama. Fue la parte más dura que me haya tocado vivir".
No solo se trataba de poder moverse y salir a jugar al campo, sino de reconstruir su swing, el factor más delicado para un golfista, la herramienta definitiva para trascender. Sucedió que las piezas se rearmaron como un mecano y en el Masters nunca descarriló con alguna ronda excesivamente alta. Si bien no pudo seguirles el imparable tren a Reed y compañía, esas tarjetas de 73-75-72-69 evidencian una regularidad, un juego a cubierto de los desparramos de pelota que padeció en tiempos no tan lejanos, cuando intentaba el regreso y debía volver a la inactividad por no tener el apto competitivo.
"Es un gran cambio. Si me decían hace un año que iba a competir de nuevo, hubiese respondido que era una locura. Fueron tiempos duros, me recuerdo sólo caminando y sentándome" comentó Tiger en el atardecer del domingo, rememorando también su funesta Cena de Campeones 2017 en Augusta, cuando intentaba intercambiar anécdotas durante la comida mientras una pierna y la espalda le quemaban por dentro. Es el optimismo creciente, el bienestar de su cuerpo y las respuestas de su juego los que empujan a Tiger a creer que realmente puede tener una segunda vida en el golf, para volver a hacer cosas importantes. Augusta supuso un paso adelante muy notorio, más allá de que muchos hasta lo daban como candidato y no respondió a ese particular llamado.
El repaso de su vuelta del domingo en el Masters: 69 (-3)
Watch @TigerWoods' final round in under three minutes. #themasterspic.twitter.com/590y4DqFaF&— Masters Tournament (@TheMasters) 8 de abril de 2018
"Extrañaba jugar el Masters y contra estos jugadores. Estoy agradecido de ser capaz de competir y pegarle a la pelota como lo hice", mencionó el californiano, únicamente disconforme con la forma en que jugó los hierros. En definitiva, ajustes que tiene pendientes en estas tres o cuatro semanas en la que se tomará un descanso, para emprender la carga en el resto de la temporada. Pero en él anida ese dictado interior que le dice algo así como: "Ya estás sano, salí al ruedo, divertite y ganá". Fiel a su estilo, no se conformará próximamente con victorias morales, sino que querrá ver su nombre bien arriba en cada tablero del PGA Tour.
La cara más humana del astro
Un físico que le responde, un swing sólido y sin desarticulaciones graves, un correcto enfoque en un torneo de máxima exigencia como el Masters y, como plus, su paz interior que se refleja en el vínculo con la gente. "Tiger está indudablemente más abierto, tanto en entrevistas como en la interacción con la gente en los torneos", asegura Bob Harig, editor de ESPN.com. Es un periodista que cubrió los siete torneos desde el regreso del crack al circuito y que caminó prácticamente al lado de él en cada hoyo. "Está más apto, por ejemplo, para reconocer y entender el interés de un joven fan que lo llama por su nombre del otro lado de las sogas". Y así se lo vio desde los días de práctica y en algunos pasajes del campeonato: sonriente cada vez que mereció la ocasión.
Acostumbrado históricamente al mutismo respecto de la agenda de su carrera –más allá de las gacetillas de su página oficial- en marzo pasado cambió de hábito y dejó de lado la autosuficiencia: luego de la última vuelta del Arnold Palmer Invitational: apuntó que antes del Masters visitaría Augusta National para trabajar en los greens de bentgrass, ya que no lo había hecho en más de dos años. En Florida, donde vive, el bentgrass no crece y los pocos torneos que pudo jugar en los últimos tiempos no tenían ese tipo de pasto. "En el pasado no necesitaba brindar esa información", apunta Harig.
Brandt Snedeker, uno de los golfistas que lo conoce más de cerca, explica su cambio: "Pienso que está más en armonía respecto del rol que desempeña en el golf y por la manera en que luce ahora. Hubo un tiempo en que él estaba tan focalizado en ganar todo lo que tenía enfrente que se perdió de entablar muchas relaciones. Es un modo de vincularse que recuperó últimamente, cuando fue asistente de los equipos de EE.UU. en distintas competencias y en su rol de mentor para algunos de los jugadores jóvenes". El veterano Gary Player, leyenda de varias décadas atrás, contempla admirado su recuperación: "Si viéramos su vida de los últimos tiempos cuadro por cuadro, es increíble lo que logró".
Después de la disputa del Masters, Tiger volvió a figurar entre los cien mejores del mundo: este lunes saltó del 103º puesto al 88º. Fue Nº 1 durante 683 semanas y a fines del año pasado aparecía en el 656º lugar
Si el Tiger-persona y el Tiger-golfista mantienen la feliz combinación que se apreció en el Masters, se puede pensar realmente que transita una segunda vida en el golf. Ya siente el disfrute de la competencia; ahora se lanza a la caza definitiva del 15º Major, en un circuito donde brotan las figuras.
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