Antoniska: "Vivimos un Mundial soñado"
A 10 años de Perth 2002, la ex arquera y ahora médica recuerda un hito inolvidable de las Leonas y el deporte argentino
De un pestañeo ya pasaron diez años del día en que las Leonas se consagraron campeonas del mundo por primera vez. El 8 de diciembre de 2002 atronó un grito del otro lado del planeta, en Perth, Australia. Un sacudón histórico que ubicó a la Argentina en lo más alto del hockey sobre césped, después de la victoria en la final del Mundial por 4-3 en los penales, tras el 1-1 en tiempo reglamentario y el alargue. Holanda cayó rendida ante esa muralla con nombre y apellido: Mariela Antoniska. Fue ella la que desató la locura, una vez que estiró sus piernas como un resorte para la atajada frente a la rubia Fátima Moreira de Melo.
"En cada penal de esa definición me tiré al lugar adonde iba dirigida la bocha. No me jugué de antemano a un palo o a otro, como en el fútbol. Me salió bien. Y justo ante Fátima, que me había festejado un penal previo en la cara sin que yo me diera cuenta", relata hoy Mariela, médica pediatra del hospital Garrahan y retirada del hockey hace dos años.
Cuando Antoniska detuvo el último disparo, el sol de la tarde pegaba fuerte en Perth, pero aquí eran las 3.50 de la mañana. Sin embargo, fue un seleccionado que mantuvo en vilo a todo a un país, al borde de un ataque de nervios frente a la TV por la tensión de los penales.
Quedará por siempre en el recuerdo aquel conjunto capitaneado por Karina Masotta, en el que brilló Cecilia Rognoni en zaga con Magdalena Aicega. Ese mismo plantel dirigido por Cachito Vigil en el que Luciana Aymar ya desplegaba magia en grandes dosis y Soledad García descollaba con goles tras su fulgurante aparición en Sydney 2000.
La garra y el arrojo se resumían en Mechi Margalot, Pachu Ferrari y Claudia Burkart. Todas, a su manera, aportaban lo suyo, como Inés Arrondo, quien dio el toque final para la apertura del marcador en el duelo definitivo frente a Holanda. A dos minutos del cierre, llegaría el empate, pero las Leonas forjaron su raza de campeonas en los penales.
"Vivimos un Mundial soñado, porque salió todo perfecto. Cada una de las 18 jugadoras estábamos en nuestro pico de rendimiento en la parte técnica, física y mental. La única nota triste fue la lesión de Vanina Oneto en el primer partido. Pero después se infiltró la mano –que no sé cómo aguantó, porque ella es muy impresionable– y jugó la última parte del Mundial con ese enorme guante de protección."
—¿Qué significó para el deporte argentino aquella conquista en Perth 2002?
—Aquél fue el año de los mundiales. Al seleccionado de básquetbol, los árbitros le habían robado la final de Indianápolis. El fútbol quedó eliminado en la primera rueda en Corea/Japón; también pasó el voleibol y quedábamos nosotras como las salvadoras del año deportivo u otro seleccionado que no llegaría al objetivo. Por suerte, terminó siendo bárbaro, por nuestra condición de mujeres y porque se dio a fin de año; había mucho que festejar.
—¿Cuándo empezaron a caer?
—En el viaje de regreso hicimos una última escala en Chile y allí ya se contactaron con Claudia Médici, la jefa de equipo, porque querían hacernos una nota. Ahí mismo vimos que todos los diarios argentinos nos habían puesto en la tapa. ¡Increíble! Y jamás esperábamos semejante cantidad de gente en Ezeiza; ahí el tema directamente nos desbordó.
—En Madrid 2006 jugaste tu último torneo. ¿Te costó dejar el seleccionado?
—No tanto porque pasé a tener una carrera paralela como lo es la medicina, que me insume mucho tiempo. Llegué a estar 36 horas de guardia. Es duro, porque pasás de viajar y jugar al aire libre con el hockey a estar encerrada en el hospital. No es fácil, pero después te acostumbrás; aparte, es mi otra pasión.
—¿Cómo ves a las Leonas hoy?
—Lo mejor es que siempre hubo un recambio. Las más chicas empezaron a crecer en la cancha sintética y agregaron otro ritmo de juego. Junto con las de más experiencia, la Argentina se mantuvo en los primeros lugares y hoy lo disfrutamos.
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