Pareto todoterreno: en solo dos semanas, escaló el Aconcagua y ganó una medalla de plata en Rusia
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"La verdad es que no esperaba semejantes resultados. Y tampoco subir el Aconcagua". Luego de ganar el oro olímpico, en Río 2016, la Peque planificó darle prioridad a su carrera, especialmente a la residencia de medicina que realiza en el Hospital de San Isidro. Pero, claro, la judoca es tan inquieta, que cualquier cosa puede pasar. Por eso no extraña que en el Grand Slam de en Ekaterinburgo que finalizó el fin de semana pasado haya sido medalla de plata y que pocos días antes estuviera en el medio de la montaña más alta de América, caminando hasta 18 horas por día. En ese caso, claro, no subió hasta la cima porque para una misión tan difícil es necesario un entrenamiento específico, pero aceptó la invitación de Fabricio Oberto de sumarse al grupo de deportistas que lo intentaron y se dio el lujo de llegar hasta Plaza de Mulas, ubicada a 4.300 metros –la cima está a 6.960–.
Fue un grupo de 20 personas, entre ellos 12 deportistas que superaron importantes problemas de salud. "Fue increíble ver a Silvio Velo (futbolista no vidente) pasar por lugares que a mí me costaba, por ejemplo. A otro le faltaba una pierna, a otro un pulmón... No sé cómo lo hacían. La clave, como en el deporte de alto rendimiento, es la mentalidad, más que lo físico. Hay que bancarse muchas horas de caminata, pero lo difícil es no caerse mentalmente tras pasar varias semanas durmiendo poco por la altura, viviendo en carpas, pasando frío. Una incomodidad permanente, día a día, que te puede hacer flaquear", analiza. Pareto lo hizo sin tener la base de entrenamiento para escalar. "Lo mío es lo opuesto. Yo hago circuitos específicos de judo, de pocos minutos y muy explosivos. Escalar es una carrera de fondo, nunca te agotás, pero no parás... Yo nunca caminé tanto en mi vida y pasé tanto frío. Llegó a hacer ¡10 grados bajo cero!", precisa Paula.
De los invitados apenas llegaron dos (el conductor Julián Weich y Ezequiel Baraja) en una tarea épica para personas que no son montañistas o profesionales en ascensos. El resto se fue quedando en el camino, como Oberto y Velo (llegó a los 6.000).
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En Pareto se despertó un interés especial por la ayuda social. Ahora se encuentra ayudando en la infraestructura del Comedor Virgen de Itati y Gauchito Gil de Pacheco. Antes iban 30 chicos carenciados y hoy asisten 200. Allí no sólo comen sino que reciben contención. Mientras, regresa feliz de Rusia por otro nuevo gran resultado. "Lograr medalla en cada torneo, en una categoría tan difícil y sin entrenar al 100%, no era lo que esperaba. Pero creo que ahora estoy luchando más con mi experiencia, con oficio y viveza. También es cierto que elegí bien los torneos y pude organizar bien mi tiempo", explica.
Y enseguida valora el segundo puesto conseguido en Rusia. "Uno siempre se queda con un poco de bronca al perder una final, pero para esta clase de competencia es un resultado muy bueno, más sabiendo que fue el primer torneo del año y lo tomaba más que nada para agarrar ritmo competitivo. Por suerte las luchas previas a la final fueron positivas, porque fui corrigiendo cosas que en el año pasado me faltaron. En la definición mi rival, la japonesa Hiromi Endo, me plantó una buena estrategia y yo volví a sufrir por una vieja lesión mía en el brazo derecho. Pero bueno, una final no es poco pensando en la temporada recién empieza", razona. En abril disputará el Panamericano y a mitad de año comienza la clasificación para llegar a los Juegos Olímpicos de Tokio. A los 32, la Peque no afloja. Ni en el tatami ni afuera. Una deportista todoterreno.
LA NACION