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Julio Velasco es el dueño de una historia peculiar, rica en episodios y anécdotas, que trascendió del ambiente deportivo en Italia. A fuerza de ideas claras, se instaló en la galería de personalidades y es fuente de consulta, tanto de temas deportivos como de cuestiones empresariales. Su opinión es severamente escuchada y valorada. Señalado como el gran responsable del éxito del seleccionado italiano de voleibol, adquirió una popularidad que en la Argentina nunca llegó a tener.
Desde Bologna, donde vive actualmente, Velasco atendió a LA NACION LINE en una charla telefónica, en la que repasó su vida. Desde sus primeros pasos en este deporte, que hoy lo tiene como estandarte, sus logros con la selección italiana, hasta su pasado militante.
Estudiante de filosofía, presidente del Centro de Estudiantes y militante en el comunismo maoísta. Perseguido por la dictadura militar. A partir de allí se construye una verdadera historia de vida que ahora lo encuentra en una posición de privilegio en Italia, con un camino arduo transitado.
Su relación con el voleibol comenzó cuando tenía 15 años en Universitario de La Plata, donde practicaba, como otros tantos compañeros, "todos los deportes, fútbol sobre todo". Con el tiempo, su cariño con el voleibol se fue incrementando y comenzó a integrar un equipo juvenil.
A su vez, mientras desarrollaba su pasión por los deportes, trabajaba como preceptor en el Colegio Nacional, estudiaba filosofía en la Universidad de La Plata, militaba en el Partido Comunista Revolucionario y era presidente del Centro de Estudiantes. "A fines del 74 nos echaron a todos, me quedé sin trabajo e hice un curso de entrenador de voleibol con unos amigos en Buenos Aires. Cuando terminé el curso empecé a entrenar a los juveniles de Estudiantes de La Plata. En realidad empecé como entrenador un poco de casualidad", dice.
Cuando habla del proceso militar, Velasco cuenta con un tono de voz enérgico sobre cómo debió resguardarse en el deporte: "El voleibol no sólo fue un trabajo sino un refugio. Viví muchos años en semiclandestinidad y tuve muchos amigos que murieron, incluso mi hermano estuvo desaparecido dos meses. A mí me conocían, pero no sé si me buscaban realmente". De todas maneras, debió abandonar La Plata y perderse entre la multitud en Buenos Aires. "Me fui por seguridad y fui a entrenar un equipo de barrio, Defensores de Banfield, un club que conseguí por un famoso colega de ustedes (los periodistas), Osvaldo Ardizzone. Después dirigí a GEBA y ahí decidí dedicarme de lleno profesionalmente al voleibol".
Como otros tantos argentinos, también fue un buscavidas durante esos años y realizó diversos trabajos: limpiavidrios en un banco, vendió departamentos y fue profesor de filosofía y lectura veloz. En el olvido, por fuerza mayor, quedó sepultada su carrera en Filosofía. "No la pude terminar porque me faltaban 6 exámenes, pero a La Plata no podía volver por muchos años. Ni a la Universidad ni a la ciudad".
-Usted se negaba a dar su domicilio y le escapaba a las fotos
-"En los primeros años estaba muy atento porque no sabía cómo venía la mano en el mundillo del voleibol. Poca gente sabía de mi actividad en la Universidad, siendo dos ambientes muy distintos. La filosofía del deporte me permitió seguir trabajando sin hacerme notar mucho, sobre todo porque en los primeros años eran equipos chicos, sin ninguna repercusión periodística.
Al año siguiente de dirigir GEBA, a Velasco le llegó la posibilidad de conducir a Ferro Carril Oeste, y también fue ayudante del coreano Song, director técnico de la Argentina, en el Mundial que se disputó en nuestro país en 1982. Hasta que finalmente el anhelo de Velasco ("En mis tiempos de estudiante soñaba con tener un altillo en París, hacer la de Cortázar") se hizo realidad y lo llamaron para dirigir en Italia a Iezzi, un modesto equipo en Pianello Vallesino. "No era París, pero era Europa, al menos", recuerda.
Italia, la fama y la consagración
-Influyo el proceso en su decisión de ir a Italia o fue sólo la oferta laboral lo que tomó en cuenta para dejar la Argentina?
-"No, lo que pasa es que yo no me fui de la Argentina, vine a Italia que es algo muy distinto. Ya había pasado todo el quilombo de la dictadura y en esos años yo me quedé en el país y me fui cuando llegó el gobierno de Alfonsín."
-Entonces, usted quería quedarse en la Argentina
-"Sí, si no eran por razones de absoluta seguridad, yo quería quedarme en la Argentina porque lo consideraba una obligación, un hombre que había hecho entidad y había edificado a los demás a rebelarse. Pero si el peligro era inminente lo lógico era irse. Lo que pasó es que dije vamos a hacer una experiencia de tres años afuera y después vuelvo. Mi caso no es del que se fue por la represión política o por falta de trabajo; vine pensando que iba a quedarme un tiempito y después volver. Lo que pasó también es que durante esos años todos los jugadores argentinos se fueron Italia, España, y yo desde siempre quise irme a Europa, desde que tenía 17 años, pero por la facultad por la actividad política nunca lo hice".
-¿Antes de partir, se imaginaba que podía llegar tan lejos en Italia y tener un nivel de fama como el que tiene?
-"Yo no me imaginaba nada de todo esto. Yo sabía que Italia era una experiencia profesional importante y que económicamente estaba mejor que la Argentina. Quería poder hacer una experiencia de vida. Claro, que una vez que los chicos crecen uno tiene que tomar una decisión definitiva y yo no excluyo volver a vivir en la Argentina. Cuando pierda la gran motivación del trabajo vuelvo. Buenos Aires me encanta a pesar de todo, pero soy consciente de que yo a Buenos Aires la vivo desde una posición privilegiada, no la vivo desde alguien que no llega a fin de mes".
-¿Le costo adaptarse a su nueva vida?
-No, nunca me imaginé que me iba a adaptar tan bien. Sólo el primer año, que fue muy duro a nivel afectivo. Por ejemplo, siempre escuché mucho tango y en los dos primeros años jamás pude escuchar un disco porque era muy fuerte. Me ponía muy mal. El primer año uno extraña todo, hasta los defectos. Después se empieza a adaptar".
Ni él ni nadie hubiese augurado una carrera deportiva tan exitosa como la que construyó. Dirigió al seleccionado azurro entre 1989 y 1996 y ganó entre otros títulos: 2 campeonatos mundiales, 5 World Leagues, 3 títulos europeos y la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Atlanta 96. Estos logros le valieron transformarse en el técnico de voleibol más ganador de la historia en Italia. El ascenso de Velasco fue vertiginoso. Berlusconi lo buscó para que incursione en el ambiente del fútbol y dirija al poderoso Milan, fue manager de Lazio y también prestó sus servicios en el Inter, de Milán.
Pero la explosión "Velasco" en los medios italianos se produjo después de una breve aparición suya en la RAI. No fueron más que tres minutos que estuvo al aire, pero bastaron. En un aula magna fue invitado para que exponga y responda las preguntas de una sala llena de alumnos. Velasco exteriorizó su pensamiento sobre la vida, el deporte, el éxito y el fracaso. Todo en una sola idea que causó admiración.
A partir de entonces, este argentino talentoso en el ámbito del deporte, fue material de consulta de ejecutivos de empresas e ilustró tapa de diarios.
-¿Qué fue exactamente lo que dijo en aquella aparición suya en la RAI?
-"Simplemente dije algo que pienso. La vida no es un campeonato; el mundo no se divide entre ganadores y perdedores. La diferencia fundamental sigue siendo vivir entre buenas y malas personas. Entre las buenas personas hay ganadores y perdedores y entre las malas personas también. Hay que saber diferenciar lo que es un campeonato, lo que es una empresa y lo que es la vida de todos los días. A veces se pone demasiado el modelo deportivo para todos los aspectos de la vida y eso no es correcto".

