Luján RC, el rugby como experiencia religiosa
El rugby tiene una experiencia religiosa en Luján. Un club puesto en marcha por un grupo de personas que nunca habían tocado una pelota ovalada, ni siquiera padres que lo hubieran hecho, y que hoy, 47 años después, vive con orgullo que los actuales jugadores sean de la segunda generación de rugbiers formados bajo una misma camiseta. Una historia que nació el 8 de julio de 1972, en las cercanías de la Basílica, y que posee un simbolismo que se registra en contados casos: lleva el nombre de la ciudad.
Luján Rugby Club tiene un prócer: Ernesto Schiaffi, que llegó a la localidad como jugador de Liceo Militar y transmitió a ese grupo de jóvenes "la pasión y la locura", como define Alejandro "Nano" Salas, uno de los históricos del club que actualmente protagoniza la primera C de la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA). Esos sentimientos perduran y ocupan, como sucede en todos los clubes de la Argentina. Los clubes son el lugar donde transcurre lo más importante que ocurre en el rugby argentino.
Los cultores de Luján Rugby han hecho literalmente a pulmón todo el club. Construyeron los vestuarios y el quincho, pintaron las canchas, plantaron los postes. Más aun: durante la pretemporada el plantel superior ayuda a pintar y arreglar escuelas y otras dependencias de la ciudad, a la que se compromete a representar en cada partido, además del club. También lleva adelante una campaña para cuidar a este deporte, consistente en que en cada encuentro reparte caramelos con una leyenda en la que figuran los dos equipos, la fecha y el siguiente mensaje: "Los fallos del árbitro no se discuten. El rugby es el juego del respeto". Ese texto también está en los individuales que son utilizados en el tercer tiempo.
Con honores y orgullo los integrantes de Luján RC han recibido en las canchas del anexo –cercano al Acceso Oeste; la otra sede, la central, está en pleno centro– a los Pumas Classic y a los integrantes de Banco Nación que le ganaron a Inglaterra –la foto de Hugo Porta es conservada como un tesoro–. Y en una ocasión especial, que ameritó alquilar otro terreno, cobijaron un partido del entonces Top 14 entre el SIC, que tenía suspendida su cancha, y Newman. En todas esas circunstancias, el tercer tiempo se llevó a cabo en el Museo de Luján. Ahora esperan ansiosos la visita de los Pumas del ’65.
El club, luego de un recorrido de años en canchas prestadas y tratando de juntar rugbiers, ingresó a la URBA en los años ochentas y empezó a actuar en un campo de juego propio que por entonces tenía un quincho con apenas dos paredes. "Los árbitros venían a bañarse a nuestras casas", recuerda Salas. Hoy, la situación es muy diferente. El anexo tiene tres canchas de rugby y una sintética de hockey. Mil socios hacen de todo, pero Salas reconoce: "en la comisión directiva somos siempre los mismos. Vamos cambiándonos los cargos". Hay allí rugby en su esencia.
Los colores de la camiseta, azul, celeste y blanco, surgieron de un encuentro entre los fundadores, en una confitería del centro. ¿Cómo los eligieron? Por un pulóver que llevaba una chica que pasaba por ahí. Este año hubo fiesta porque Francisco "Tute" Minervino, pilar formado absolutamente en el club, se convirtió en el primer jugador en la historia de Luján Rugby en llegar a un seleccionado nacional. Formó parte de los Pumitas que salieron cuartos en el Mundial de menores de 20 en Santa Fe. Cuando lo vieron en una foto grupal en la que cada chico llevaba su camiseta de origen, los que llevan adelante el día por día del club lloraron de emoción.
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