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Pádel: en qué se diferencian una cancha de profesionales y una de amateurs y cómo eso cambia la técnica
Martín Di Nenno, Franco Stupaczuk y Juan Tello, figuras mundiales, cuentan cómo es jugar en los mejores campos respecto a los que usan los aficionados
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MENDOZA.– El estadio Aconcagua Arena vibró prácticamente repleto. Los espectadores gritaban, coordinaban cánticos, silbaban, aplaudían. El público electrificaba el aire de esta mole de concreto que toma su nombre del pico más alto de América, y que lo emula en su imponencia. La bóveda que lo cubre tiene 7600 metros cuadrados (tres cuartas partes de una típica manzana urbana); debajo, en una cancha de apenas 200 metros cuadrados, cuatro jugadores encendían ese polvorín que eran las tribunas durante el Mendoza Premier Padel. ¿Qué tan distinta era esa cancha vidriada, escenario de las estrellas de este deporte, a aquéllas en las que juegan los miles y miles de aficionados que practican pádel en la Argentina y el resto del mundo? Las mismas figuras cuentan algo que sólo ellas saben: las diferencias entre los “teatros” del show de este deporte y las canchas de clubes que usan los simples mortales.
“No es todo como se ve”, advierte Juan Tello, que para el mundo del pádel es “el Gato” y que hace hincapié en que por muy rápido que se vea el juego en las pantallas, en la cancha los piques son muy lentos y sólo con una gran técnica se puede acelerar tanto la pelota. “Desde afuera parece muy fácil pegarle tan rápido y sacar la pelota de la cancha o traerla de vuelta, pero antes hay que trabajar un poco... Creo que el amateur hoy en día piensa «voy a practicar pegarle todo por tres» [y sacarla de la cancha], pero no es solamente eso. Incluso nosotros, que somos jugadores agresivos, no hemos pegado tanto”, sostiene el cordobés, que junto a su compañero, Alejandro Ruiz, llegó a una semifinal en Mendoza.
Hay más diferencias. Martín Di Nenno, nacido en el partido de Ezeiza, se entrena en un lugar más simple cada vez que está en la Argentina. Antes del Mendoza Premier Padel contó: “Llegué un domingo y me entrené el lunes y el martes en el club de mis viejos. La cancha tiene paredes de ladrillo [a diferencia de las profesionales de blíndex]. El césped vuela [por lo rápido]. Hay arena por todos lados, así que uno se patina un poco. La reja tiene unos parantes que hacen que a veces la pelota salga para cualquier lado... Y es así. No está mal; ahí nos formamos. Pero sí: es completamente distinto a donde jugamos ahora”.
Martín llegó a la final en Mendoza junto al chaqueño Franco Stupaczuk, que agregó sobre el tema: “La diferencia principal es la salida de pista. Los clubes necesitan meter más pistas y no tienen ese espacio para jugar por afuera”. Franco, campeón del Mendoza Premier de 2022 (en esa ocasión, junto a Pablo Lima), se refiere al espacio lateral que hay fuera de la cancha, y que los profesionales usan mucho, ya que salen del rectángulo de blíndex para recuperar la pelota y mantener el juego. Así como lo hizo Mike Yaguas para convertirse en “Superman”.
La espectacular volada de Mike Yaguas
Como los aficionados rara vez pueden realizar ese tipo de jugadas, los clubes aprovechan esa área para otro fin. “Entonces, ya no se puede practicar cierto golpe. Si uno juega contra un zurdo en un amistoso en un club, él tiene toda la ventaja porque puede sacar la bola por tres y no hay salida de la cancha... Al ser diestro, eso se dificulta”, dice Stupazuck.
Este cronista tuvo la oportunidad de probar la cancha principal. Desde la mirada amateur, la mayor disimilitud que se nota es que el césped sintético se encuentra colocado sobre un entablado que hace que se amortigüen los impactos, a diferencia de lo que sucede en las canchas convencionales, en las que la alfombra es colocada sobre una carpeta de cemento. En el caso del campo para profesionales, transitarlo se siente como caminar sobre el escenario de un teatro. Incluso, al picar la pelota para sacar, hay que darle un impulso extra, porque, si no, el rebote es muy bajo.
Y la otra gran distinción es que la alfombra no tiene arena. La gran mayoría de las canchas de césped sintético que utilizan los amateurs sí requiere ese material.
Claro que la diferencia principal, más allá de la superficie, está en la habilidad de quienes la pisan. Otra técnica, otra velocidad, otra lectura de juego.
Franco Stupaczuk y Martín Di Nenno, desde su adolescencia los “Superpibes”, se enfrentaron en una final vibrante del Mendoza Premier Padel con Arturo Coello y Agustín Tapia, en el Aconcagua Arena. Y Agustín (ganador por 6-2 y 7-6 junto a Coello) marca una ventaja del rubro profesional que, más allá de toda inversión económica, ninguna cancha de aficionados logrará nunca: “Lo que cambia todo es la gente. Yo creo que los amateurs no pueden terminar de imaginar cómo es jugar con tanta gente, que grita, que se vuelve loca en cada punto. Es una sensación única estar parado en las pistas centrales”.
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