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La Argentina, campeón mundial de polo. Lo que debería ser algo natural, ya que este país domina con amplia supremacía este deporte, no sucedía desde hacía 13 años. El cuarto título celeste y blanco llegó después de una esforzada victoria por 12-11 ante Brasil, a quien el ganador ahora supera por una conquista en el historial. La consagración, que deja a salvo el orgullo nacional al ganar como locales el certamen jugado en Estancia Grande, San Luis, invita a una reflexión: ¿de cuánto vale este título para la Argentina en una competencia en la que, para algunos, participar implica un retroceso y hasta una pérdida de prestigio?
Para la Federación Internacional de Polo, el Mundial tiene un objetivo excluyente: ampliar la base del deporte. La premisa es darles un espacio a países en los que se está dando los primeros galopes y por eso resultó un éxito que este certamen haya sido el primero en contar con 10 equipos en lugar de ocho. Claramente nuestro país no encaja en este esquema. Sin embargo, como dominador absoluto, se debe entender que existe una obligación de jugar y de marcar el camino desde su lugar para elevar el nivel del juego. Y esta conquista ayuda a ratificar el papel argentino en el planeta polo.
Desde hace meses, el coach Martín Zubía tenía el compromiso del armado del plantel de la selección para jugar en el certamen de San Luis. En un deporte donde la importancia de los entrenadores es relativa, su desempeño cobraba trascendencia. A la vista de los resultados, su trabajo resultó impecable.
Pese a la diferencia de edad entre los integrantes del cuarteto titular, armó un sólido equipo, con la velocidad de los dos hombres de adelante, Pablo Llorente (21 años) y Alfredo Cappella Barabucci (19) -mejor jugador del partido, muy efectivo a la hora de la ejecución de las faltas-, la experiencia en el manejo de Martín Inchauspe (35, el capitán) y la solidez del back Salvador Jauretche (14 años), que este año jugará la clásica Copa Potrillos para menores.
El buen funcionamiento del equipo permitió levantar un partido que comenzó de manera adversa y que, hasta su mitad, tenía un panorama desalentador. Es que Brasil presentó un potente equipo, reflejo fiel del crecimiento que tiene el polo en ese país. Con Pedro Zacarías como líder, autor de ocho de los 11 goles del perdedor, el visitante sacó ventajas y se fue al descanso del entretiempo con una ventaja de 7-4.
Ahí se vio la mano de Zubía. Pasó a Jauretche como primer delantero y a Cappella de back. La variante posicional dio sus inmediatos frutos y la selección tuvo un vuelco impresionante. Hubo una levantada en el cuarto parcial y a los 55 segundos del 7° chukker la Argentina pudo igualar en siete. Y en la pulseada del epílogo, logró doblar el brazo del rival y quedarse con el título por cuarta vez en su historia.
"Si no ganamos será un fracaso", había anunciado Inchauspe en La Nacion antes de la final. El título quedó en casa. Y el orgullo, que siempre debe tenerse en alto en el polo, también.
Eduardo Heguy, jugador de Indios Chapaleufú II que este año cumplirá su 27a participación en el Argentino, debutó ayer como comentarista de ESPN en la final del Mundial. El back seguirá en esa función y comentará los partidos de Palermo en los que no juegue su equipo.
Formaciones:
Argentina: Pablo Llorente 4 (3), Alfredo Capella 4 (6), Martin Inchauspe 5 (1), Salvador Jauretche 1 (2): 12
Brasil: Beto Junqueira 1 (1), Pedro Zacharias 5 (8), Xande Junqueira 4 (2), Joao Novaes 4: 11
Progresion (Argentina): 1-3, 4-5, 4-7, 6-7, 10-9, 12-11



