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Roberto Perfumo: el Mariscal que jugaba contra “la modestia calculada” de los futbolistas
Es considerado uno de los mejores marcadores centrales de la historia argentina. Sus hazañas con la Academia, River y el eterno recuerdo de los hinchas
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“¿Sabe qué me gusta de la gente? La humildad. No la modestia calculada, porque eso es tan fulero como ser fanfarrón. Lo que yo quiero es la gente que sabe estar, que se sabe mover… ¡Usted no se imagina para lo que ha servido este éxito en el fútbol!”, decía Roberto Perfumo en 1967 durante una entrevista con El Gráfico. Era el hombre serio, modesto, con cara de nene, que, como marcador central, no dejaba pasar al rival. Era el “Mariscal” que estaba a punto de darle a Racing una de sus máximas alegrías.
El 4 de noviembre de ese mismo año, el “Equipo de José” [Pizzuti] -con figuras como Alfio Basile, Norberto Raffo, Juan Carlos Cárdenas y, por supuesto, Perfumo- se consagraba campeón del mundo tras vencer al Celtic de Glasgow por 1 a 0, una hazaña que quedaría para siempre en la historia del club.
Los hinchas recuerdan al defensor de Sarandí como un jugador muy habilidoso, prolijo, correcto pero, en la cancha, si tenía que frenar al contrincante, no le quedaba más opción que bajarlo. Era un moderno para su época, definido por Pizzuti como “ligero, fuerte y buen sacador con las dos piernas”.
Sus momentos futbolísticos más felices fueron tres: la Intercontinental con La Academia; y con River el torneo Metropolitano en 1975 y el consiguiente Campeonato Nacional. “Lo de Racing fue inolvidable porque lo disfrutó el país. Lo de River fue también muy emotivo. Conseguimos enterrar una mala racha que ya sumaba dieciocho años”, recordó ya retirado en una entrevista con LA NACION.
“Pasa la pelota o el jugador”
Futbolista, director técnico, licenciado en Psicología Social, secretario de Deportes, comentarista y periodista, Perfumo dedicó gran parte de su vida a su máxima pasión: el fútbol. Había estudiado hasta cuarto año en una escuela técnica de Avellaneda y trabajado además en matricería y en talleres de precisión.
“Cuando era pibe, ser futbolista significaba todo porque era lo único que quería ser. Lo único que me interesaba. Lo único en que pensaba”, escribió el Mariscal en su libro “Jugar al Fútbol”, una especie de manual del deporte con apuntes biográficos.
El contexto en el que creció era humilde. En su barrio no había luz eléctrica ni asfalto y “apenas alcanzaba para morfar”. ¿Los juguetes? Los hacían él y sus amigos con lo que tenían al alcance. Las pelotas de fútbol eran medias rellenas de papel. Hasta que sus pies consiguieron patear una redonda de verdad.
Sus primeros pasos como profesional fueron en la quinta división de River Plate, donde debutó en 1960 después de ser rechazado en Independiente y Lanús. A sus 21 años, llegó la hora de ponerse la camiseta de la Academia para jugar el Torneo Internacional de Chile. “No lo podía creer. Era mi club, mi barrio... ¿Cómo iba a jugar mal para Racing? Era el destino”, rememoró después.
La mayor gloria la alcanzó en 1966, cuando Pizzuti lo colocó a la derecha del campo y conformó con Basile un inolvidable dúo de zagueros. Según sus palabras, entonces “pasaba la pelota o el jugador, pero los dos juntos nunca”. Ese año Racing fue campeón del torneo local y de las copas Libertadores e Intercontinental en 1967.
En el Cilindro de Avellaneda se sentía en casa. “Cuando jugaba en Racing y entrenaba casi todos los días en el estadio, me guiaba por los carteles de publicidad. Sin mirar tiraba la pelota y decía: ‘En Fernet Branca está Cárdenas; en Renomé, Maschio; en Cinzano, el Toro Raffo. Les ganaba un tiempo a todos porque no apuntaba para pasar la pelota, tenía el registro interno de toda la cancha de Racing”, contaba sobre sus años en la Academia, el club que se había ganado su corazón.
La selección, Brasil y la vuelta a River
Las experiencias más olvidables Perfumo las tuvo con la Selección argentina. Disputó los mundiales de 1966, en Inglaterra, donde jugó los cuatro partidos y fue eliminado por el local en cuartos de final; y de 1974, en Alemania, donde no pasó de la fase de grupos y se le escapó lo peor: un gol en contra ante Italia.
En el medio quedó una Copa del Mundo, a la que el seleccionado nacional no logró clasificar. “Todos los futbolistas tenemos algún partido que quisiéramos olvidar. Yo lo tuve en la cancha de Boca en 1969, cuando empatamos 2-2 con Perú y la Selección argentina quedó eliminada del Mundial de 1970, en México. Lo cierto es que aquella vez sentí ganas de dejar el fútbol, de irme lejos donde nadie me conociera”, reconoció años más tarde.
“Cómo quemaba jugadores la Selección, era una cosa asombrosa”, declaró alguna vez a LA NACION y criticó la realidad que se vivía entonces: “Era un descalabro total de organización. No se entrenaba, no se preparaban las cosas, no estábamos entrenados con la garra, las ganas, el entusiasmo que se precisaba. Las organizaciones nuestras en los seleccionados fueron lamentables, a la hora de entrenar comíamos, a la hora de comer entrenábamos, íbamos en dos aviones porque se olvidaban de sacar los pasajes, llegábamos al hotel y no había reservas”.
Tras su éxito en Racing llegó su pase a Cruzeiro, donde jugó entre 1971 y 1974 y consiguió tres campeonatos Mineiro y una Copa Mina Gerais. Y volvió a la Argentina para darle alegrías a otro local: River Plate.
El paso de Perfumo por el Millonario fue destacado, sobre todo, porque consiguió cortar con una sequía que atravesaba el club de 18 años sin títulos cuando ganó en el ’75 el torneo Metropolitano. Después vino el campeonato nacional y, dos años después, de vuelta el Metropolitano.
Una de las anécdotas más destacadas con River, que demuestra su carácter firme en la cancha, se dio en una de las finales de la Copa Libertadores de 1976 ante Cruzeiro. Fue en la revancha en el Monumental (el brasileño había ganado 4 a 1 de local en la ida) cuando el Mariscal le dijo al técnico Ángel Labruna que tenía que salir por una inflamación en la ingle y éste le contestó: “Roberto, aguantá un poco que está calentando Daniel Lonardi. Va por vos”.
Sin embargo, a Perfumo se le ocurrió “llevarse” a Jairzinho, que se estaba luciendo en el encuentro. “Jairzinho dejó atrás a [Pablo] Comelles, lo crucé fuerte y él respondió con un golpe de puño. Expulsados los dos, ninguno estuvo en la final”, relató el defensor a Télam. Ese partido River lo ganó 2 a 1, pero el desempate en Chile fue para Cruzeiro (3-2) que levantó entonces la Libertadores.
La anécdota con Maradona y su vida después de futbolista
Aunque los registros de video y de formaciones futbolísticas nunca pudieron comprobar su veracidad, Diego Armando Maradona contó una vez en el programa “Mar de Fondo”, de Alejandro Fantino, una aparente anécdota con Perfumo cuando ambos jugaban en Argentinos y River, respectivamente.
“Jugábamos en cancha de Huracán contra River, que tenía un equipazo, jugaban todos. Ellos tiraban siempre el achique. En una, yo me despierto, hago así (gesto con la mano como que elude a dos rivales) y lo veo al Mariscal de frente. Y quiero enganchar para atrás. Te juro, se la tiré para la derecha para poder salir por la izquierda y me pegó acá (se golpea en el pecho). Caí como a 50 metros. Se acerca Roberto y me dice: ‘¿Nocierto que no tenés nada, nene?’. Y me levanta. Le digo: ‘No, Roberto, ¿estás bien del pie?’”, relató Maradona, que hizo reír con el cuento a los periodistas.
El 10 recordó entonces “la patada” que recibió de Perfumo y rememoró: “Cada partido que jugué con Roberto fue una maravilla. Esa personalidad... Era jugar con alguien que interpretaba el fútbol de una manera maravillosa”.
Pero, al ser consultado por tal anécdota, el Mariscal no la recordaba, aunque después confirmó la versión de Maradona y hasta detalló una conversación previa al partido que tuvo con Reinaldo “Mostaza” Merlo sobre el “pibe” de 16 años que prometía.
“¿El pibe ese juega bien?”, le preguntó el Mariscal a Mostaza. “Sí, Roberto, sirve”, le contestó. Según Perfumo, cuando Merlo decía “sirve”, era Zidane. “Pero, ¿estás seguro que sirve?”, insistió el ex Racing. “Quedate tranquilo que sirve. Hay que marcarlo, eh”, le advirtió. A lo que el defensor concluyó: “Bueno, habrá que darle un ‘estatequieto’”.
Si bien nunca se pudo comprobar si el encuentro entre ambos existió, ellos se encargaron de hacerlo real. “A mí me quedó de Diego esta impresión: no es un jugador de fútbol, es El Fútbol”, lanzó alguna vez Perfumo.
Después de futbolista fue director técnico de Sarmiento de Junín, Racing, Olimpia (Paraguay) y Gimnasia. Con este último consiguió la Copa Centenario pero, en general, su desempeño como entrenador no fue tan bueno como el que demostró como jugador.
Explotó su faceta periodística como columnista en el Diario Olé, conductor de “Hablemos de Fútbol”, en ESPN y, más tarde, como comentarista en las transmisiones de Fútbol para Todos.
Incursionó en la política como secretario de Deportes bajo la gestión de Néstor Kirchner en 2003, aunque su labor como funcionario duró menos de un año. Había sido elegido para el cargo después de que Ubaldo Matildo Fillol y Gonzalo Bonadeo rechazaran tal propuesta. Asumió pero renunció a 35 días de los Juegos Olímpicos de Atenas en medio de polémicas con los deportistas del Cenard que se quejaban de la falta de infraestructura y por su mala relación con el subsecretario Claudio Morresi.
Después de renunciar, le dijo a Víctor Hugo Morales: “Es la noche más tranquila de los últimos diez meses. Fue un ciclo que se cumplió. La función pública es dura y difícil”. Quizás el Mariscal solo se sentía cómodo cerca de un campo de juego. Y así es, en verdad, como todos prefieren recordarlo, sosteniendo al equipo desde atrás y con ese semblante serio pero siempre amigable.
Perfumo murió el 10 de marzo de 2016 a los 73 años por una fractura de cráneo y de cabeza tras caerse de las escaleras en un restaurante de Puerto Madero. Ese día el fútbol argentino lloró y le rindió el homenaje que se merecía: un minuto de silencio por el Mariscal que ya formaba parte de la historia y de la memoria de miles de hinchas que lo recuerdan hasta el día de hoy como el gran jugador que supo ser.
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