Los cultores indígenas de la guinda
FORMOSA.- El nexo entre los aborígenes y el rugby no se limita al gesto que Agustín Pichot tuvo para con los tobas de Derqui.
Resulta que en el barrio El Pucú ("largo" en guaraní) de la ciudad de Formosa, ubicado cerca del aeropuerto internacional y a unos siete kilómetros del centro, se erige la sede de Aborigen Rugby Club, que, pronto a cumplir un lustro, agrupa unos 100 jugadores entre todas sus divisiones, de los cuales unos 70 son wichis y tobas. La primera, que tiene un 60% de indígenas, participa desde hace cuatro años en los torneos de la Unión de Rugby de Formosa y fue tercera en el último Clausura, con un rasgo sobresaliente: sus rivales temen enfrentarse con ella por la fortaleza física de sus integrantes, que los hace una suerte de rocas a la hora del choque.
El club se encuadra dentro de la Escuela-Albergue Aborigen Rugby Club, una institución dedicada a cobijar a los indígenas que provienen del interior de la provincia, a los que se los hace combinar la actividad deportiva -extendida al fútbol y la natación- con la formación laboral y educativa, en la que se los hace llevar adelante distintos oficios, en especial la horticultura y quehaceres de granja, con la idea de que los pupilos desarrollen un efecto multiplicador para con sus parientes y con aquellos a quienes visiten en sus pagos. Esto, sobre todo en los hábitos alimentarios, muy restringidos a las carnes, por ejemplo.
Así, el objetivo último es incorporar progresivamente a los aborígenes a la sociedad -en la que aún suelen hallar resistencia y marginación- y crearles el sentido de responsabilidad y disciplina que tan extraño resulta a su idiosincrasia y su forma de vida.
Hoy, algunos jugadores que pertenecieron a la entidad se han marchado a otros clubes porque Aborigen Rugby Club afronta los efectos de la desaparición de la subvención estatal nacional y provincial que recibía desde que en 1998 el ex presidente Carlos Menem inauguró su complejo, del que por entonces se convirtió en padrino.
De todos modos, nadie les quita a los rugbiers ni a Eduardo Rossi, creador de todo esto y su exigente entrenador, el gratísimo recuerdo de cuando, gracias al programa televisivo "Sorpresa y Media", viajaron a Nueva Zelanda para cumplir el sueño de compartir algunos entrenamientos con el seleccionado local y disputar algunos partidos en la tierra del rugby por antonomasia. De allí que el uniforme de Aborigen Rugby Club sea todo negro, como el de los All Blacks, salvo por un detalle de identidad: la camiseta es cruzada por tres franjas horizontales, una celeste, una blanca y otra celeste. Un sano orgullo del equipo indígena, que es único en su condición en el continente americano.
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