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Pensar que su alumbramiento fue producto de la casualidad no sería del todo cierto, aunque sí existió una alta dosis de imprevisión para la aparición del Hindú Club. Todo empezó hacia fines de 1919 (la fecha exacta de la fundación es el 18 de octubre de dicho año) en una obra de teatro protagonizada por alumnos del colegio La Salle. En cada cierre del ciclo lectivo, los estudiantes tenían como hábito realizar una pieza teatral. Pero la camaradería que existía en este grupo, traspasó las barreras de una relación más allá de los libros.
Este "elenco" de actores aficionados se autobautizó Hindustánicos, pues la obra que representaban en el Gran Splendid Theatre -como reliquia existe un folleto datado el 20 de junio de 1921- era de origen hindú. Las ambiciones de estos inquietos jóvenes se trataron en una reunión en la calle Alsina, y allí se planteó el gran objetivo: fundar un club. Y el sueño rápidamente se convirtió en realidad y así surgió Hindú Club. A poco de su existencia, consiguieron que les cedieran a préstamo un terreno en la calle Pedro Echagüe, donde construyeron una cancha de básquetbol, primera disciplina que practicaron y en la cual cosecharon importantes reconocimientos. La revolución era tal que, con la ayuda de sus padres y sus amigos, se pudo llegar a tener la sede social, una cancha de paleta y una pileta. La idea era echar raíces, por eso, se esforzaron por lograrlo. En el ocaso de la década del 30, por el empeño y el esfuerzo del inolvidable Francisco "Pancho" Borgonovo, pudieron adquirir 83 hectáreas en Don Torcuato, donde permanecen actualmente, además del campo de golf de los funcionarios ingleses del Ferrocarril Central Córdoba que llegaba a la zona. El deporte se convirtió en la esencia de la incipiente entidad y, de a poco, el abanico de las especialidades se extendió al rugby, al hockey, al fútbol y al tenis.
El rugby, que es la actividad que nos ocupa en este caso, transitó por infinidad de estados. Llevó su tiempo edificar el actual imperio, y el esfuerzo incondicional de varias generaciones es el que permite disfrutar de este magnífico esplendor. El equipo deambuló un buen tiempo en las divisiones de ascenso, pero, una vez que llegó a la máxima categoría, hubo un antes y un después del histórico 1996. Aquella temporada, con algunas rutilantes promesas, como los hermanos Nicolás y Juan de la Cruz Fernández Miranda, Gonzalo Quesada, Lucas Ostiglia (todos llegaron después a los Pumas), y otros aportes de jerarquía, como el del líder Gonzalo Pulido, Martín Grote, los hermanos Amaya y Pablo Pirán, por ejemplo, el club tuvo su refundación con la primera consagración como rey de la URBA.
Ese título cambió para siempre a Hindú y, a partir de dicho logro, hubo espacio para la "nueva historia", la que actualmente hace brillar a Don Torcuato. La unión es un emblema para los habitantes de la institución; ese lema de "gran familia" es un sello distintivo. Con esa fuerza movilizadora, los logros se repitieron: la conquista de la corona en 1998, con una actuación demoledora en la final frente al poderoso SIC, ha rubricado su clase, renovada con las vueltas olímpicas consecutivas en 2006 y en 2007. Más allá de verlo en lo más alto del podio, no hay duda de que esta década tiene marcada profundamente la huella de Hindú.


