Rumbo a la final de Palermo: cómo juega la cabeza de uno y otro
No faltan aquellos que, con un incipiente hartazgo por los choques entre La Dolfina y Ellerstina, sostienen que la solución pasaría por barajar y dar de nuevo. Establecer reglas que permitan distribuir los mejores jugadores en distintos equipos, para de esa manera generar un torneo dotado de mayor imprevisibilidad. En un mundo idealista, hasta sería una simpática propuesta para debatir. La realidad marca que los clásicos existieron desde siempre, con una polarización sostenida en mayor o menor tiempo, y que encierra su encanto, con un atractivo irresistible para el marketing. Sería injusto, para Cambiaso y los Pieres, decirles autoritariamente que tienen que formar equipos nuevos y todos diseminados. No pasó con Venato Tuerto, El Trébol, Coronel Suárez, Santa Ana, La Espadaña, Chapaleufú. ¿Por qué sería lógico, y sobre todo justo, ahora?
Se viene el 9° clásico de las últimas 11 finales de Palermo. El primero con el nuevo modelo de Ellerstina. Que empieza a dar señales de funcionamiento una vez asimilada la decisión más importante desde que perdió a Juanma Nero: pasar al fondo al crack (Facundo Pieres) que le resolvía todos los problemas adelante. Los momentos más nublados del equipo fueron los debuts en Hurlingham y en Palermo, justo después de perder con La Dolfina las finales de Tortugas y de Hurlingham. El residual psicológico, podría denominarse.
Imposible no pensar en la final 2015 sin relacionarla con la definición más reciente. Fue cuando con un polo abierto y decidido, acorde con su forma de sentir el juego y no cambiando de partitura por el rival en cuestión –que no es cualquier adversario, sino el mejor equipo del lustro–, Ellerstina casi derrumba el objetivo de la tri-Triple Corona de La Dolfina. Utilizar a favor ese partido y no recordarlo como un fantasma puede ser la llave para el impacto que necesita desde hace 3 años, cuando sorprendió a todos, incluso a sí mismo. Tiene un problema: La Dolfina tomó nota y sabe que las diferencias se acortaron. Y otro: un deseo irresistible de que nadie se interponga en el día más importante de su historia.
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