El caballo de carrera desahuciado que aprendió a pintar y salvó su vida
La imagen de los caballos suele verse estampada en lienzos tras haber posado como modelos, pero la historia de Metro Meteor es la excepción a la regla. Aun cuando su figura haya estado en cuadros que compraron en tardes triunfales algunos de sus propietarios anteriores a Ron Krajewski. Fue éste quien lo adoptó en 2009, cuando el animal tenía lesiones en sus rodillas. Por entonces, su vida competitiva estaba acabada y pocos creían que fuera capaz de sobrevivir al dolor. Incluso, algunos veterinarios aconsejaban sacrificarlo para que no sufriera. Aprender a pintar, al zaino le salvó la vida.
Nacido en Nueva York el 13 de marzo de 2003, Metro Meteor no trascendió demasiado en lo deportivo, pero tampoco resultó un negado. Si bien nunca pasó por un ring de ventas, varios se interesaron por tenerlo en sus cinco temporadas en las pistas, entre julio de 2005 y junio de 2009. Ganó ocho de sus 27 cotejos y acumuló premios por 299.420 dólares. Llegó a correr nueve clásicos, pero casi nunca dio pelea en ellos, a excepción del With Anticipation de Saratoga, el primero que corrió, donde fue adelante hasta la recta final y terminó segundo.
Uno de sus triunfos, en Belmont Park
Cuando ya había vencido en cinco ocasiones, comenzó a cambiar de dueños con corta frecuencia. En pruebas de las denominadas claiming, donde se puede "reclamar" a los caballos que están en oferta, sucedió tres veces: cheques de 50.000 dólares depositados en la tesorería de Belmont Park llevaron su nombre en mayo de 2007, al mes siguiente y en julio de 2008. Más allá de los nuevos éxitos, iba de mano en mano entre quienes pronto le perdían la fe. Sobre el final de su campaña, tras una transferencia privada en mucho menor valor, nadie ofertaba ni 7.500 dólares por ese ejemplar castrado y dolorido.
Dos traslados unieron a Metro Meteor y Krajewski, quien de adolescente trabajaba los veranos en los botes de pesca de uno de sus abuelos en Alaska y luego tuvo un largo recorrido por la fuerza aérea estadounidense. En los nueve meses que pasó en Arabia Saudita durante la llamada Tormenta del Desierto, el conflicto bélico librado contra Irak en respuesta a la invasión al Estado de Kuwait, Ron se interesó por el dibujo y especialmente por retratar animales domésticos. De regreso a Estados Unidos conoció a Wendy, una azafata con la que se casó y que, al ver sus trabajos, lo motivó a dedicarse a la pintura profesionalmente. Allí fue cuando se mudaron a Gettysburg, al sur de Pensilvania, y conocieron al caballo que había dejado Nueva York meses atrás y estaba lesionado y desahuciado. Los Krajewski tenían un campo a un puñado de kilómetros de su casa. "Estábamos buscando un caballo para que pudiese montar Wendy y creo que fuimos un poco ingenuos. Pronto descubrimos que Metro tenía lesiones mucho peores de lo que pensábamos", aseguró Ron.
Un veterinario les dijo que, en dos años y por la osteocondritis, se le unirían los huesos de la rodilla por completo, y no quedaría otra opción que sacrificarlo. "No quería dejarlo pastando y olvidarme de él. Por aquellos días estaba pensando en cómo podíamos pasar más tiempo juntos. Yo había notado cómo movía la cabeza para llamar la atención y cómo levantaba cosas con su boca, y pensé que, quizá, podía convencerlo de agarrar un pincel. Primero, le enseñé a tocar el lienzo con la nariz dándole un premio, y luego a tomar un pincel. Podría haber tocado el lienzo con el pincel y luego soltado y ahí terminaba todo. Afortunadamente, empezó a hacer pinceladas y parecía disfrutarlo", recordó.
Metro Meteor fue medicado durante el tiempo en el que además cumplió una rehabilitación. Un par de herraduras especiales lo ayudaron a caminar lo mejor posible. Cuando la radiografía reveló que se le estaban uniendo las articulaciones, su veterinario creó una técnica para aplicar una droga llamada Tildren directo en la zona afectada. "A los pocos meses, los estudios mostraron que el crecimiento óseo se había detenido y que el tratamiento le agregó años a su vida", aseguró Ron a la revista literaria y cultural The Atlantic.
Metro Meteor pintando en Pensilvania
Para entonces, Krajewski había descubierto que en la familia había otro artista que hasta allí había llevado una vida muy disímil. Casi un lustro más tarde, Metro (como lo llaman sus actuales dueños) recibió en su potrero a otro purasangre, Pork Chop, que había pasado por los hipódromos con resultados menos alentadores. Allí aún se los puede ver a ambos galopando, revolcándose en la tierra, en el pasto o en los charcos de agua. Cinco días por semana, el matrimonio va a visitarlos. En dos de ellos, Ron se pone el delantal y su caballo con blancos muy notorios en patas y la cara se dedican a pintar. "Tiene un sector en el establo al que llamamos su estudio. Está todo preparado para que pinte. También lo intenté con Pork Chop, pero no le interesó", explicó, risueño. Incluso, en algunas tardes lo hacen en medio del campo. Metro Meteor ve el atril y, curioso, se acerca. Sabe que tras las buenas pinceladas habrá comida de premio. "Pongo el caballete, deja de pastar y se para frente a él."
Ron es quien lo asiste. Le elige los colores, moja el pincel antes de acercárselo. El caballo lo muerde y hace unas breves pinceladas. A veces lentas, otras bruscas, muchas traspasan los límites. También, en algunas ocasiones se mancha el hocico o el pincel termina en el suelo. Son tres o cuatro lienzos los que producen durante unos 20 minutos. "Siempre me mantengo a su izquierda, así pinta de izquierda a derecha. Si le doy el pincel en la esquina superior derecha, ahí es donde lo hace. Trabajamos dos minutos en un lienzo, luego cambiamos a otro... Tiende a manchar todo, y es por eso que hacemos unas pinceladas azules, luego esperamos que se sequen, y después, por ejemplo, añadimos un naranja. Eso va creando las capas", describió a BBC. Es un compañero de pasiones Metro Meteor, aquel que competía con unas anteojeras y tras abandonar las pistas ya no volvió a utilizarlas ni en las caminatas por la huella que los automóviles han dejado marcada alrededor del campo de los Krajewski.
El caballo comenzó a crear obras de arte que Ron consideró lo suficientemente buenas como para poner en venta en la galería de la ciudad. Las primeras cuatro pinturas se vendieron la misma semana que estuvieron en exhibición. "Las pinceladas de Metro no se parecen en nada a las que puede hacer una persona, porque no piensa qué va a hacer. Sus pinceladas son gruesas, aleatorias y a veces rotas, lo cual hace que los otros colores se puedan ver. Todo eso vibra en el lienzo", explicaba Ron en 2014, cuando ya 150 personas estaban en lista de espera para comprar los dibujos del artista equino. Fueron esas ventas las que permitieron financiar aquel tratamiento experimental para tratar la lesión en sus articulaciones.
Ron imprimió libros con las acuarelas creadas por el caballo. Cada primera página tiene un pincelazo como firma de Metro Meteor. Él le suma un sello y le escribe la palabra Metro sobre cada creación. Se convirtió en la celebridad que no llegó a ser en los hipódromos. En las exposiciones, la gente va a tomarse fotos junto al caballo. Un negocio abierto en la ciudad ofrece sus pinturas y libros; además, remeras o tazas con su imagen. "Le encanta pintar. No sé en realidad cuánto puede ver, ya que los caballos tienen un punto ciego frente a su hocico. Creo que le gusta la sensación de pasar un pincel", evaluó Krajewski.
El éxito de esa alocada experiencia fue la salvación de muchos otros. "Son pinturas de distintos tamaños, que van desde los 50 dólares hasta los 500, y vendemos a razón de dos por semana. La mitad de las ganancias van a una ONG que reentrena y reubica a otros caballos de carrera que ya no compiten". Claro que el resto, no tiene en su naturaleza también el don de pintar.
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