Mientras OpenAI avanza en su reestructuración como empresa con fines de lucro, Musk busca frenar el cambio: dice que es una traición al objetivo original de la compañía. El CEO de Tesla todavía no tiene éxito en lo legal, pero sí logró desacelerar los objetivos de su contrincante
6 minutos de lectura'

La jueza federal de San Francisco, Yvonne Gonzalez Rogers, rechazó la última orden preliminar de Elon Musk que buscaba bloquear el plan de OpenAI para transformarse de una organización sin fines de lucro a una exclusivamente lucrativa, de acuerdo con el New York Times. La solicitud se había presentado en noviembre y apuntaba principalmente contra Sam Altman, el director ejecutivo de OpenAI, con quien Musk tiene una relación turbulenta desde hace unos años.
Si bien la acción legal fue catalogada como extraordinaria, la jueza destacó que tanto Altman como Greg Brockman, presidente de OpenAI, hicieron compromisos fundacionales para no enriquecerse con la empresa. Consecuentemente, Rogers dijo que el tribunal está dispuesto a ofrecer un juicio acelerado este otoño para resolver estas disputas. Así, el dictamen final deja entreabierta la puerta judicial para Musk y no permite que OpenAI baje su guardia de forma definitiva todavía.
El origen del conflicto se remite a 2015, cuando Musk cofundó OpenAI con Altman. Tres años después, en 2018, el CEO de Tesla y SpaceX decidió irse por tensiones en relación con el manejo de la compañía. Desde que se creó, OpenAI se planteó como una empresa sin fines de lucro que tenía como misión fundamental desarrollar inteligencia artificial en pos del beneficio de la humanidad.
Pero en 2019, para poder recaudar el dinero necesario OpenAI Inc. creó una subsidiaria llamada OpenAI LP, que funciona como una empresa con fines de lucro bajo un modelo especial de “beneficio limitado” —en inglés conocido como capped-profit—. Este modelo permite que los inversores obtengan rendimientos sobre sus inversiones, pero con un límite de ganancias previamente establecido. En este modelo empresarial (vigente hasta hoy), la parte sin fines de lucro, OpenAI Inc., tiene el control final sobre la parte con fines de lucro, OpenAI LP. Es decir, la misión del beneficio humanitario está por sobre el beneficio económico.
Sin embargo, hace ya un año, Altman está intentando reestructurar la empresa una vez más y establecer un modelo puramente lucrativo para OpenAI, dejando atrás los días de hacer tecnología en exclusiva para el bien público. Sus intereses y los de una compañía que quiere generar ingresos entran en la ecuación como prioridad. Esto último enfureció a Musk, quien acusó a su excolega de querer traicionar la misión fundacional de la empresa para enriquecerse a sí mismo con las ganancias que genera (y generará) con la nueva tecnología.
Así es como comenzó una espiral de denuncias a cargo de Musk. La primera surgió luego de que Microsoft anunciara una inversión millonaria en la empresa de Altman el pasado febrero. Según Musk, este pacto financiero tenía como objetivo el desarrollo de la inteligencia artificial general, una tecnología capaz de razonar como un ser humano. El CEO de Tesla aseguraba que esto podía ser una amenaza para la humanidad, más si se hace con motivos lucrativos.
No obstante, OpenAI le dio batalla cuando demostró que Musk había intentado transformar la empresa sin fines de lucro en una lucrativa antes de abandonar el barco a comienzos de 2018. En detalle, según expuso OpenAI, cuando el directorio coincidió en crear una subsidiaria, Musk dijo que quería la mayoría de las acciones, control inicial del consejo, ser el director ejecutivo e incluso sugirió que OpenAI estuviera asociada con Tesla. Sus pedidos fueron rechazados y así fue como se retiró de la entonces startup.
Aunque luego Musk desistió de esa primera demanda en junio, dos meses después presentó una nueva acción legal contra Altman y sus asociados por comportamiento anticompetitivo, dejando en evidencia otra preocupación, menos humanitaria: OpenAI representa una amenaza para sus negocios. En respuesta, OpenAI atacó y presentó una demanda en la que acusaba a Musk de montar una campaña de acoso.
En noviembre, Musk redobló la apuesta cuando presentó una orden preliminar contra OpenAI para que la corte judicial frenase su transformación hacia una empresa con fines de lucro. Aunque hoy ya rechazada, esta acción legal tiende a buscar una resolución judicial temporal que se dicta durante el proceso de una demanda para evitar un daño irreparable antes de que el caso se resuelva por completo.
En este marco, hace tres semanas Musk sumó una oferta para comprar las acciones de la empresa sin fines de lucro por 97.000 millones de dólares. La propuesta fue irónicamente rechazada por Altman en redes sociales: “No gracias, pero si querés te compro Twitter por 9740 millones de dólares”, escribió el director de OpenAI. Aunque Musk se jacta de que hizo esta jugada para mantener la misión fundacional de OpenAI, su intención fue vista como un intento de tomar el control total del ecosistema de la inteligencia artificial generativa.
Aunque Musk no logre tener éxito legal (por ahora), hay daños implícitos que surgen como consecuencia: el CEO de Tesla está desacelerando, aunque no prohibiendo, la metamorfosis de OpenAI. “Lo que hay en el fondo es un juego de poder: mientras más tarde OpenAI en convertirse en una empresa totalmente lucrativa, más le costará seguir recaudando los millones que requiere para estar a la vanguardia”, explicó Freddi Vivas, ingeniero y docente de inteligencia artificial en la Universidad de San Andrés, para LA NACION. “Eso es una ventaja para xAI, que evidentemente busca ocupar ese lugar”, agregó.
Según Vivas, OpenAI lidera el desarrollo de la inteligencia artificial generativa y, aunque Musk haya logrado crear su propia empresa, xAI, dedicada a esta tecnología con un equipo muy competitivo, no es lo mismo. Esto mismo puede estar desatando una insistencia irracional. De hecho, xAI anunció hace poco el lanzamiento de Grok 3, su bot conversacional que, en teoría, supera a todos los modelos de OpenAI. Aún con esos datos de respaldo, ChatGPT sigue siendo la IA más utilizada.
“Musk y Altman representan dos visiones diferentes sobre el presente y futuro de la IA. Mientras que el primero busca regulaciones y desarrolla una IA políticamente incorrecta, el segundo quiere la innovación sin límites gubernamentales y ofrece una IA más progresista”, reflexionó Vivas. “Más allá de las cuestiones de poder y negocios, ambos quieren que su visión sea la que impere en el futuro de una tecnología que está cambiando el mundo”, concluyó.
Otras noticias de FuturIA
- 1
La revancha del petróleo y el gas: la transición energética pierde fuerza y la IA revoluciona la productividad de las empresas
- 2
Menú libre. El formato gastronómico que fue furor en los 90 y vuelve con platos para paladares exigentes
- 3
Identificaron a la mujer que dejó el cuerpo de una beba en un contenedor de basura en Belgrano
- 4
Uruguay vs. Argentina: el vínculo que une a Lionel Scaloni con Marcelo Bielsa