Guillermo Enrique Hudson legó una entrañable descripción de la pampa
Amó a los pájaros, el viento en los matorrales y percibió el resplandor en la obra de Dios.
Con estas escuetas pero significativas palabras, Morley Roberts, Edward Garnett y Robert Cunninghame Graham despidieron a su entrañable amigo Guillermo Enrique Hudson, que el 18 de agosto de 1922 dejó la vida y algunas de las páginas más brillantes de la literatura inglesa, paradójicamente pensadas en castellano y en muchos casos inspiradas por la singular belleza de la pampa argentina.
Este gaucho de sangre británica y espíritu criollo nació en nuestro país el 4 de agosto de 1841, fue el cuarto hijo de padres norteamericanos de origen inglés, que desde 1833 residían en una pequeña estancia de Quilmes, bautizada "Los venticinco ombúes" -cuyo casco se mantiene en pie a pesar de su precariedad.
Allí y posteriormente en las cercanías de Chascomús, donde la familia se trasladó para montar una pulpería, surgió un vínculo indisoluble con aquella pampa vieja, ajena a las alambradas y los plantíos propios del mundo overcivilezed, que tan poco le atraía.
Sesenta años más tarde, las sensaciones de una infancia esplendorosa serán recreadas con conmovedoras precisiones en "Far away and long ago" (Allá lejos y hace tiempo, Londres, 1918).
A partir de 1859, luego de superar una enfermedad prolongada de la que supuso no poder recuperarse, debió soportar la muerte de su madre.
De allí en más vendrían quince años de trashumancia inspiradora de obras que, por su fluidez y claridad conceptual, se conservan como delicias de la literatura.
Estos escritos definen una personalidad consustanciada con la naturaleza que no sólo lo impulsó a la descripción científica sino también a innovar el acartonado estilo de laboratorio con que el positivismo definía a los seres vivos.
Argentine Ornithology (Ornitología Argentina, 1888/89), escrita en colaboración con P. Sclatler, y The Naturalist in La Plata (El Naturalista del Plata, 1892) son la expresión más acabada del conocimiento expresado con devoción a la vida, en particular el segundo trabajo, en el que protesta contra la desaparición de especies, producto del cambio en el sistema de explotación pampeana.
Del primero surgirá en 1920 Birds of La Plata (Aves del Plata), que podemos disfrutar en nuestra lengua a través de la magnífica traducción de Mauricio Earnshaw.
Vocación de peregrino
Viajero contumaz, no sólo nuestros campos consiguieron atraparlo durante largas temporadas. Mientras entremezclaba su vocación de observador con su oficio de peón, resero o esquilador, en 1868 marchó a la Banda Oriental atraído por las cuchillas, por el aguerrido espíritu de los pobladores y por una historia afín a la nuestra.
De allí surgirá The purple land England lost (La tierra purpúrea que Inglaterra perdió, 1885), obra que fue descubierta y recomendada por Jorge Luis Borges.
En esta novela, Hudson narra una historia de amor y de aventuras en el peregrinaje de un gaucho de origen inglés por aquel Uruguay ahogado en interminables guerras civiles entre blancos y colorados, que teñían de púrpura los campos soleados. El describe un pueblo que se dignifica por el respeto a sus valores, un pueblo dueño de un estilo propio y hasta superador de la pulcra cosmovisión europea.
En 1902 publicó "El ombú", libro de cuentos cuya narración homónima fue considerada por el escritor inglés Morley Roberts como "el cuento más notable escrito en lengua inglesa".
Hudson no tuvo formación académica. Su madre, algunos libros de la biblioteca familiar y un maestro rural que le daba clases sin demasiada regularidad, formaron a este hombre sensible y poseedor de una memoria singular, de la que se valió para escribir los libros que tienen a la Argentina como referente, luego de treinta años de retiro en Inglaterra, adonde partió en 1874, para no regresar.
El enigma de su partida aún no está resuelto, mucho menos las razones de su no retorno; aunque cabe pensar que le resultaba difícil soportar los cambios acontecidos en la pampa a partir de la Conquista del Desierto.
Lo cierto es que una suerte de extraña y autoimpuesta condena lo llevó a cambiar su caballo por una bicicleta, y a la pampa feraz por la prolija campiña inglesa.
Su inquietud naturalmente no cesaría. De aldea en aldea, en la pobreza o cerca de esa condición, deambuló por la patria de sus abuelos observando pájaros y aspirando aromas -según Cunninghame Graham- para encontrar alguna similitud con aquella tierra perdida.
Este otro escocés ilustre, gaucho de raza y amigo de los argentinos, para quien Hudson sufrió de "saudades" toda su vida, cuenta que el escritor se sentaba en una roca frente a las bravías costas de Cornwall, en Inglaterra, para escuchar el chillido de las gaviotas que "le traían a su memoria el grito también penetrante de los chajaes de Quilmes y Chascomús".
Hudson se sumergió en la agreste naturaleza pampeana y pintó un espacio físico que mutó con el tiempo y se desprendió de los colores, los perfumes y los sonidos que cautivaron a este personaje, que prefería "ver destruidas todas las obras de los griegos, antes que un animal pequeño desapareciese de la Tierra", tal como le escuchó decir Cunninghame Graham.
Crítica literaria
Hay quien opina que la literatura de Hudson no es argentina porque está escrita en inglés. Un juicio más sujeto a la incontinencia verbal que a una valoración equilibrada del trabajo de un naturalista y escritor que describió la pampa bonaerense del siglo pasado.
Más allá de los ditirambos dialécticos acerca del encuadre lingüístico de la literatura hudsoniana, el escritor tuvo algunos aliados que justifican el adjetivo imprescindible: los traductores Eduardo Hillman, Mauricio Earnshaw, Fernando Pozzo y Celia Rodríguez de Pozzo, entre otros.
Ellos han sido los mensajeros del espíritu de su obra y, por ende, los tributarios de este gaucho que, en lengua inglesa, aportó la más precisa descripción de aquella pampa que hoy sólo mantiene su aspecto original en los libros.