La inicial cautela china, ante un potencial conflicto comercial con los EE.UU., se transformó en las últimas horas en una inusual represalia comercial combinada con una dura retórica que amenaza con devolver golpe por golpe a Donald Trump.
Las exportaciones norteamericanas de bienes y servicios a China parecen una porción insignificante de su economía, ya que representan alrededor del 1 por ciento, siendo que la lista está encabezada por las ventas de soja, aviones, productos electrónicos y autos. La real amenaza es que el conflicto escale y se salga de control.
China no necesita imponer sanciones para disminuir las compras de productos de EE.UU. Sus empresas, bajo la autoridad del Partido Comunista Chino, solo tienen que redireccionar sus compras a otros proveedores para golpear la economía norteamericana. Sin embargo, ha decidido pasar un mensaje político claro a la administración de Trump.
La lista de productos bajo amenaza de tarifas adicionales impacta directamente en áreas geográficas políticamente sensibles que han votado mayoritariamente a Trump, siendo la soja el mejor ejemplo del corazón rural norteamericano, que votó por el presidente republicano. Los nuevos aranceles alcanzan también a otras exportaciones agropecuarias como el algodón crudo, harina de maíz, vino, frutas, carne vacuna y porcina.
Ninguna de las tarifas adicionales anunciadas por ambos países en esta pelea se han hecho efectivas todavía, por lo que se ha abierto un espacio para que el lobby de EE.UU. entre en acción, como ya lo han hecho la American Soybean Association, la National Association of Manufacturers y el US-China Business Council con llamados al dialogo constructivo entre los dos países.
Por otra parte, China es el tenedor de unos U$S1300 billones de bonos de EE.UU. y ha sido muy clara al indicar que no pretende poner en riesgo el valor de los activos del pueblo chino. La relación simbiótica chino-norteamericana, donde un país necesita financiar su déficit y otro colocar su superávit deja fuera del conflicto, por ahora, a la cuestión financiera.
Los potenciales aranceles adicionales a la soja aumentan la dependencia china hacia los restantes y escasos proveedores del mercado, ya que solo puede producir localmente un 10% de su consumo interno. La imparable demanda china ha disparado exponencialmente las importaciones de soja durante los últimos 20 años.
El 80% de la producción mundial de soja se concentra en tres países (EE.UU., Brasil y la Argentina) por lo que el gigante asiático no puede prescindir fácilmente de EE.UU. Un aumento de aranceles implicaría un aumento en sus precios domésticos.
Este año, China importará casi 100 millones de toneladas de soja, cuando el año pasado Brasil vendió un 40%, EE.UU. un tercio y la Argentina un 10%. La merma en la cosecha argentina hace más relevante la participación de EE.UU. en momentos que el conflicto comienza a escalar.
Las ventas de soja norteamericana al gigante asiático representan aproximadamente un tercio de su producción y están al tope de las exportaciones con aproximadamente un 10% de los U$S130.000 millones vendidos a China.
Estamos en presencia de una delicada coreografía donde los dos gigantes de la economía mundial están enfrentados para redefinir las reglas de su relación comercial para las próximas décadas. Sus decisiones pueden afectar el futuro del sector más competitivo de la economía argentina.
El autor escribió el libro "China. El gran desafío, ¿Conquistador o socio estratégico?"
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