
El fuego cruzado entre productores y molineros por la distorsión en el mercado del trigo no es otra cosa que la consecuencia de las decisiones de política económica que adopta el Gobierno.
Quienes creen livianamente que la economía crece sólo por el superávit fiscal y el "dólar alto" desconocen las consecuencias que tienen algunas de las prioridades que eligen las autoridades políticas y económicas. Que no son inocentes, por cierto.
Si hoy la industria molinera aparece como supuestamente privilegiada, lo es porque el Gobierno cree que hay que favorecer la transformación de materias primas en productos con mayor valor agregado y que la prioridad del abastecimiento la tiene el mercado interno. Bajo esas premisas se subordinan todas las decisiones posteriores.
¿Quien le podría discutir, con argumentos políticos, que la prioridad la tiene quien paga más, no importa que viva en el país o en el exterior? Pocos, seguramente. En cambio, lo que estas decisiones de política económica no tienen en cuenta es que con la distorsión de los mercados, interviniendo en los precios o aplicando subsidios, finalmente, lo que se pone en riesgo es la propia producción de las materias primas. ¿Crecerá el área sembrada con trigo en la campaña 2008/09 si no habrá posibilidades de recibir el "precio lleno? En la campaña 2007/08 se sembró casi un millón menos de hectáreas que en el ciclo 2004/05 y es el segundo año en el que se padecen las intervenciones del Gobierno. Curiosamente, o no tanto, en el resto de los granos, que tienen una menor incidencia en el mercado interno, hubo una expansión del área sembrada.
Alguien, con un criterio extremo, podrá argumentar que mientras la cosecha no baje de los 5/7 millones de toneladas, necesarios para abastacer el mercado interno, no habría de qué preocuparse. Lo importante es que haya harina o pastas. Esta idea, exagerada, podría completarse al punto de que no haya productor al que le interese sembrar trigo porque el precio interno tampoco le conviene.
Diferente sería la situación si el Gobierno tuviera una visión integral de la cadena y equiparara los beneficios y los costos para que todos aprovechen el excelente momento que ofrece un mundo que demanda alimentos. Y que no haya consumidores perjudicados.






