
El clásico poema visto por el genovés Mario Zavattaro
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Como no podía ser de otra manera, el primer ilustrador de buen nivel del "Martín Fierro", el único que halló tema plástico en los treinta y tres cantos del poema -"que es la mesma edá de Cristo"- fue un italiano llamado Mario Zavattaro, filiación útil siquiera para dar razón de aquello clásico de "pizzicando la mandola...", o mandolina.
Zavattaro fue un muy interesante artista nacido en Génova en 1876 e instalado entre nosotros desde los albores del siglo XX. Trabajó en Caras y Caretas y en El Hogar, en Crítica y en LA NACION.
Dejó una obra extensa que últimamente hasta mereció los honores de una muestra panorámica en su ciudad natal, en tanto que aquí se han hecho reediciones de aquella porción de ella que más nos interesa, merced a un esfuerzo de recuperación de ese material por el editor Francisco Montesanto.
Temas camperos
La historia es curiosa y su consideración no puede prescindir del hecho de que pasó tres décadas ilustrando temas camperos, casi la exclusiva variante que resultaba aceptable para las artes gráficas argentinas de aquella época. Murió en 1932 y póstumamente vio la luz una memorable serie de trabajos suyos en los almanaques publicitarios de Alpargatas entre 1937 y 1939.
Son 36 acuarelas, de impecable factura y donde el paisaje gaucho tiene una representación excepcional: caballos y ranchos, aguadas y pastizales, guascas y taleros, enseres y vestimentas, que corresponden a un mundo preciso y dramático.
Es muy significativo este dato porque -al menos para la comprensión actual- contrasta abiertamente con el tan característico esfumino conceptual de Hernández, empeñado en que veamos a sus personajes como realidades recortadas sobre la irrealidad del entorno. Pero ésta ha sido una noción posterior del "Martín Fierro", y Zavattaro refleja otra anterior, ahora perdida.
Porque si de Lugones acá, hasta Martínez Estrada y cien otros, se ha terminado por conformar en el compartido imaginario de los argentinos un Martín Fierro metafísico, provisto de inagotables significados y dueño de cuanto símbolo quepa atribuirnos, la visión del genovés es distinta.
La imagen del héroe
Con entera evidencia, Zavattaro pintó un aventurero afín a Juan Moreira, a Hormiga Negra y a todos los olvidados hijos de Eduardo Gutiérrez.
Pendenciero, retrancado y perpetua víctima, su destino de gaucho cantor era entretener y soliviantar.
Vivía, pues, en crispación constante, entre jactancias y desafíos y rodeado de pintoresquismo, por demás ajeno a la introspección resignada que habría de llegar a ser su rasgo arquetípico.
Valiosas desde muchos puntos de vista, esas ilustraciones lo son asimismo para comprender cómo se fue elaborando, poco a poco, la imagen del héroe.
Después Fierro llegó a ser el filósofo del desamparo, pero Zavattaro lo había conocido como alguien más sencillo: un hombre duro y altivo, plantado ante la injusticia y la persecución.
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