Vida de Santiago Avendaño, colaborador de Catriel
A los siete años, Santiago Avendaño (1834-1874) fue raptado por los indios pampas en una estancia en el sur de la provincia de Santa Fe. Vivió entre ellos hasta los 14 años y finalmente escapó. Aprendió, claro está, el idioma mapuche, y conoció la cultura de los indios. Hombre inteligente y activo, escribió sus memorias con gran calidad literaria.
Curiosa vida la de Avendaño: fue raptado por indios amigos de Manuel Baigorria "el cacique blanco" unitario, y fue éste mismo quien le indicó el camino de escape desde las tolderías. Pero la sombra negativa de Baigorria todavía se haría sentir en su vida... Avendaño huyó siendo muy joven, en una exhaustiva travesía de siete días. Llegó a San Luis y fue a Buenos Aires en busca de su familia. El gobernador Juan Manuel de Rosas lo tuvo preso en Palermo durante casi dos años: el padre de Santiago era unitario, y desconfió de alguien a quien Baigorria había ayudado.
Libre después de Caseros, le fue útil a la provincia de muchas maneras por su gran conocimiento de la frontera sur y de los indios. Inicialmente como intérprete oficial, nombrado por el gobierno en 1852, y más tarde como gestor de intercambios, acuerdos y tratados con el título de "intendente de indios", que ejerció con el grado de capitán del Ejército desde 1871 hasta su muerte, en 1874. En el tiempo intermedio fue proveedor del cacique Catriel y hasta fue comisario de policía de Azul, donde vivía.
Avendaño fue un fiel colaborador -entre traductor, consejero y secretario- del cacique Cipriano Catriel, que peleaba del lado de los cristianos, porque se había separado de Calfucurá, el gran caudillo pampa. Cipriano era el quinto jefe de la dinastía Catriel.
Un trágico destino
En la batalla de San Carlos, cuando Calfucurá ataca al Ejército (marzo de 1872), Cipriano Catriel había combatido fieramente contra sus hermanos de raza. En efecto, como gran número de sus indios se negaba a pelear contra el señor de Salinas Grandes, Catriel ordena que una escolta de cristianos mate a los indios que quisieran escapar. Quien le traduce la orden -que obviamente se cumple- al general Ignacio Rivas es Santiago Avendaño. La suerte estaba echada... una derrota significaría la muerte.
Cuando se produce la revolución del general Mitre contra Avellaneda, Cipriano Catriel pelea del lado mitrista a las órdenes del citado general Rivas, que finalmente es derrotado en La Verde (noviembre de 1874). Del lado opuesto, en favor del presidente electo, también pelea un contingente de 600 indios, al mando de otro Catriel, Juan José.
Santiago Avendaño, que acompañaba a Cipriano como le era habitual, huye con él a Olavarría, donde los apresan, y son finalmente entregados prisioneros al coronel Julio Campos, jefe de las fuerzas gubernamentales.
Los pampas triunfadores exigen la entrega de Cipriano Catriel. Para peor, el cacique que buscaba venganza era hermano del derrotado. Se da una confusa situación. Finalmente tanto Cipriano como Avendaño fueron entregados a los indios enemigos. En épica se fue constituyendo la figura de Cipriano, que dirigía horrendas miradas a sus enemigos y los maldijo hasta el momento de agonizar. Abandonado por el Ejército, los vengadores de Cipriano trataron también a Avendaño como indio traidor.
Testigos presenciales cuentan que "los indios, armados de sus chuzas formaban cuadro, galopaban y hacían mil evoluciones. Catriel se paseaba envuelto en una manta azul y echando una mirada terrible sobre los indios. Avendaño temblaba y suplicaba que no lo mataran. Pero los indios echaron pie a tierra y los atravesaron a lanzasos, degollándolos inmediatamente". Sus cabezas fueron llevadas a Azul por sus verdugos y arrojadas en sus respectivas casas.