La cosecha gruesa se recupera luego de una campaña 2017/18 azotada por una de las peores sequías de la historia. Las últimas proyecciones del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés) y de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires convergen en una mayor producción de 31 millones de toneladas para la soja y el maíz (adicional respecto del ciclo pasado), que representan unos US$8000 millones de dólares. Hace unos días, en tanto, el Ieral calculó un ingreso total de más de US$33.000 millones para la cosecha total.
Música para los oídos de un Gobierno escaso de buenas noticias que apuesta no solo a un efecto derrame sobre el resto de la economía sino también a engrosar sus arcas con una presión fiscal inaudita.
Tal como sucedió con la cosecha fina (trigo y cebada) se espera una buena venta de la "gruesa" por parte de los productores. La precaria posición financiera del campo, producto de la pobre cosecha anterior, está obligando a los productores a acelerar sus ventas para hacer frente a las deudas del año pasado así como a los compromisos comerciales y financieros de la actual campaña.
Sin embargo, la mayor cosecha de este año no se va a traducir necesariamente en la venta de todo el stock de granos a los traders. Si bien el producido de los primeros lotes cosechados serán vendidos rápidamente para cancelar deudas, el volumen de la gruesa va a generar excedentes que se sumarán a la oferta en función de las necesidades de caja de cada productor y de la atractividad del mercado.
Las más de 100 millones de toneladas que aportará la cosecha gruesa (solo con la soja y el maíz) permitirán a los productores tener un excedente financiero que se transformará en silobolsas con los que esperarán las mejores condiciones del mercado para decidir su venta.
En todo caso, el despacho de granos será considerablemente superior al año pasado por lo que la oferta de dólares de los exportadores será muy importante en el período abril-julio. Esta abundancia puede presionar la cotización del dólar en su banda inferior y deprimir los precios locales.
Esta situación puede desincentivar la venta, a medida que avance la cosecha, a la espera del período eleccionario nacional que se inicia con las PASO de agosto y finaliza en noviembre con la segunda vuelta.
La venta del stock sobrante estará sujeta a una combinación altamente compleja donde, además de las expectativas de cada uno de los productores, juegan el contexto financiero internacional, la evolución de los precios de los granos en el exterior, el conflicto comercial China-EE.UU, la cotización del dólar, los vaivenes del mercado granario doméstico, la maltrecha economía local y la incertidumbre del proceso eleccionario. Mientras tanto, el gobierno le sigue prendiendo una vela al campo.
El autor es consultor
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