Faltan pocos días para que se defina quién nos gobernará los próximos cuatro años. Pese a las buenas lluvias, el campo también espera con ansiedad los resultados. Es que si gana la “continuidad” y el Dr. Massa sigue en el poder es poca la esperanza, al contrario, ya amenaza con aumentar la carga impositiva al sector. Por el contrario, si triunfa el “cambio”, se abre un marco de posibilidades realmente positivas para el sector agropecuario, que es vital para el retorno a la senda del progreso del país.
Humildemente, creo que los personeros del cambio, más allá de las medidas macroeconómicas que deberían tomar y que afectan al sector, principalmente en materia cambiaria e impositiva (brecha cambiaria, derechos de exportación y otros impuestos distorsivos), deberían recurrir a seis verbos para la acción concreta de transformación del sector:
El primero de ellos sería liberar los mercados, eliminando los cupos de exportación de todos los productos (granos, carnes, etc…), los llamados volúmenes de equilibrio para los granos, los fideicomisos (como el de harina y el aceite), las trabas a la importación de insumos (mediante las SIRA) y la mayoría de los registros y exigencias de inscripción para operar en el comercio de productos agropecuarios (RUCA).
El segundo de ellos sería reducir el tamaño de las áreas de Gobierno que afectan al sector, revisando todos los pases de empleados de planta temporaria a permanente de este último tiempo, elaborando un conjunto de leyes y normas comunes a la reducción del tamaño del Estado, definiendo la utilidad del mantenimiento de ciertos Institutos y produciendo su reducción o cierre (como el de Agricultura Familiar y Economía Popular), Fondos (como el del tabaco), sistemas de Laudos (como el de la yerba mate), subsidios, etc…
El tercero de ellos sería desideologizar todas las áreas de Gobierno, básicamente partiendo, entre otras, de algunas premisas sencillas para aplicar a los procedimientos futuros, como: el respeto irrestricto a la propiedad privada; la valoración del sector privado como único generador de riqueza y progreso; la cooperación con el mundo libre, democrático y republicano; el carácter de “servicio” de la función pública; la cooperación ineludible con la actividad privada; la valoración del mérito y el esfuerzo, etc…
El cuarto de ellos sería auditar todo lo actuado por el Gobierno en los últimos años con distintas medidas tomadas que afectaron al sector a fin de poner ante la justicia a los funcionarios que se enriquecieron, defraudaron o empobrecieron al erario público mediante su accionar, tales como: el Programa de Incremento Exportador (dólar agro), los fideicomisos, los distintos planes de subsidios, los programas con financiación internacional, los roleos de Declaraciones Juradas de Venta al Exterior, etc…
Por último y quizás junto con el primero, el más importante, sería el de crear y recrear objetivos, no sólo para las áreas de Gobierno vinculadas al sector (Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca, Senasa, INTA, etc…), sino en las propuestas tendiendo a fomentar la apertura de nuevos mercados (tanto en materia arancelaria, como sanitaria y fitosanitaria), los avances de las nuevas tecnologías, la bioeconomía, la sustentabilidad y el cuidado de la huella de carbono, el mayor desarrollo de los mercados a término (liberando a los inversores del impuesto a las ganancias), las instrumentación de seguros de mayor cobertura agrícola, el apoyo a los programas público y/o privados de inversión en infraestructura y logística, etc.
Ojalá la gente del sector en su conjunto elija el “cambio” frente a la mediocridad y la decadencia que nos ofrece la “continuidad” en el Gobierno de quien, pese a negarlo como si fuese alguien nuevo en la política, es el gran responsable del retroceso de la economía y del país, principalmente en los últimos quince meses en los que creció la inflación, el endeudamiento y la pobreza.
El autor fue subsecretario de Mercados Agroindustriales y Agropecuarios durante el gobierno de Mauricio Macri
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