La escalada del conflicto comercial entre EE.UU. y China ha elevado el nerviosismo de las principales economías del planeta, donde el consenso general es que a largo plazo todos pierden en este tipo de confrontación.
La respuesta china a las barreras norteamericanas por US$ 60.000 millones ha sido muy medida, dejando abierta la puerta al diálogo. El gigante asiático tiene muy presente su relación simbiótica con los EE.UU .y está buscando una salida consensuada.
Dentro de esta moderada respuesta no se han detectado barreras a productos tales como soja y sus derivados, maíz y carne vacuna donde podríamos encontrar alguna oportunidad para la Argentina. Dentro de los principales alimentos hay, en principio, tarifas adicionales para la carne porcina.
El gigante rojo tiene a su disposición una amplia variedad de herramientas para contestar contundentemente una aplicación efectiva de sanciones comerciales por parte de EE.UU. La posición cautelosa que ha tomado lo deja en una posición expectante frente a la belicosidad norteamericana.
La respuesta china no necesita traducirse necesariamente en un aumento de aranceles, ya que también puede acudir a trabas paraarancelarias o al cambio de origen de las compras al exterior, ya que las principales empresas importadoras están controladas por Beijing. Con solo redireccionar parte de sus compras hacia países competidores de EE.UU. tendrá el efecto deseado.
También puede recurrir a un boicot de consumidores a productos como ya lo ha hecho en el pasado contra productos japoneses o puede imponer restricciones regulatorias y operativas a empresas de EE.UU. que operan en China. Todo esto sin mencionar que Beijing es el principal tenedor de bonos americanos por la friolera cifra de 1,3 billones de dólares.
El gobierno chino va a analizar cuidadosamente la imposición de mayores aranceles a los alimentos provenientes de EE.UU. para evitar un innecesario aumento de precios. Así vemos que en el caso de la carne porcina China se autoabastece en un 97% y el restante 3% de importaciones está muy distribuido en varios países, por lo que el impacto en precios locales es insignificante.
China importa unos 120 millones de toneladas de granos y oleaginosas por año donde la soja representa un 80% de volumen total. Asimismo, se estima que durante el 2018 importará un millón de toneladas de carne vacuna y 1,6 millones de toneladas de carne porcina.
El gigante asiático no puede prescindir totalmente de EE.UU. en materia alimentaria. Los chinos importan el 88% de su consumo de soja siendo EE.UU., Brasil y la Argentina los principales proveedores. No parece tener sentido imponer aranceles a la soja norteamericana, ya que elevaría su costo interno.
Sin embargo, con solo comprar menos de EE.UU. veremos cómo los precios de Chicago bajarán y se recalentarán los de Sudamérica, pero esto es más manejable para los importadores chinos que deben cuidar que no se dispare la inflación doméstica.
En el caso del maíz, la soja y sus derivados, los principales beneficiarios de un cambio en las preferencias chinas serán los países del Mercosur. El caso de la carne vacuna resulta muy interesante porque las importaciones chinas están en crecimiento y ya representan más del 12% del consumo interno.
Así pues, los potenciales beneficiarios serán Brasil, Australia, Nueva Zelanda, UE, Paraguay, Uruguay y la Argentina. Para la carne porcina, las potenciales oportunidades serán para la UE, Brasil, Chile y Méjico.
Sin embargo, la magnitud del potencial beneficio estará dada por la disponibilidad de saldos exportables que cumplan con las regulaciones de calidad, especificaciones técnicas y trazabilidad de China.
En las últimas campañas hemos observado cómo la relación de nuestras exportaciones a China ha tenido un resultado mixto. Mientras las exportaciones de carne vacuna han subido aceleradamente convirtiendo a China en nuestro principal comprador, también hemos visto cómo la compra de soja argentina ha disminuido ya que los chinos han privilegiado la compra a Brasil.
La disminuida cosecha de granos será una limitación de corto plazo para poder aumentar las exportaciones a China. Sin embargo, nuestro país no tiene que esperar beneficiarse de potenciales conflictos entre China y EE.UU.
Su objetivo debe ser continuar abriendo mercados para alimentos de valor agregado en un trabajo conjunto público-privado que ha estado mostrando resultados alentadores durante la actual administración de gobierno.
El autor es consultor
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